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¿La gobernación amenazada por la atomización del voto? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 13, 2014 por admin6567
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"La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir" Jacques Benigne Bossuet

 

Se ha publicado, recientemente, un dato que, por sí solo, demuestra el estado de desconcierto, inseguridad, desorientación de la sociedad española. Según un informe reflejado en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior, durante la crisis económica de los últimos años, el número de nuevos partidos políticos que se han creado asciende a la impactante cifra de 1.332. Lo evidente es que, cada día que pasa, se observa una mayor desconfianza hacia nuestros gobernantes, un alejamiento de los ciudadanos de los partidos tradicionales y un desencanto ante los resultados poco satisfactorios, decepcionantes y, evidentemente, desconcertantes de aquel sistema político por el que muchos estuvieron suspirando durante años y que, cuando han conseguido que se estableciera en España, sus efectos, sus repercusiones en el bienestar de las personas y su grado de aceptación en una gran parte del pueblo español, después de los 36 años de vigencia de nuestra Carta Magna, aquella que fijaba el punto de partida de lo que pensábamos que sería una democracia al más puro estilo democrático de los países de occidente; ha ido decreciendo a medida que, cada vez más, los principios del sistema democrático han venido siendo vulnerados, violados y transgredidos, precisamente por los mismos a quienes el pueblo les encomendó que los defendiera e hiciera que se cumplieran.

El desafecto de la ciudadanía por todo lo político, por las instituciones, entre las que destaca con fuerza la Administración de la Justicia, un puntal de toda democracia que, no obstante, por su mal funcionamiento, por la politización de muchos de los encargados de impartirla, por los escándalos provocados por algunos jueces y magistrados, por la lentitud en su funcionamiento y por la politización de sus órganos de gobierno; ha venido cayendo en la estimación del pueblo español hasta alcanzar las más bajas cotas hasta ahora registradas.

El bipartidismo, que hasta aquellos momentos venía funcionando con una cierta regularidad, en una alternancia que demostraba la solidez del sistema; desde que el señor Rodríguez Zapatero y su partido, el Socialista, se hicieron cargo del gobierno de la nación, en el 2004, y comenzaron a despilfarrar las reservas del Tesoro de forma insensata, desproporcionada y con el único fin de asegurarse la reelección, favoreciendo políticas sociales insostenibles para las que España no estaba preparada; ha ido cayendo, a medida que la nación ha ido sufriendo las consecuencias de una mala gestión, desde el comienzo de la crisis, a principios del 2008; de modo que los españoles, primero con los socialista y después con el PP, que tampoco ha cumplido sus promesas y, en especial, aquella de que no permitiría que el separatismo vasco y catalán siguieran su progresión en busca de una utópica independencia; ha ido de mal en peor en cuando a la confianza que los ciudadanos habían puesto en él.

Las deserciones, la creación de innumerables nuevos partidos ( la mayoría de los cuales sin la más mínima posibilidad de progresar y sostenerse en una marea política en la que la desconfianza es el sentimiento más generalizado entre los electores); el descenso en intención de voto, espectacular en el caso del PP y del PSOE; el progreso de formaciones segregadas de ambas formaciones; las luchas intestinas para asegurarse la continuidad en las cúpulas y las vergonzosas intrigas para figurar en las listas de los posibles candidatos de cada partido a los puestos den el Parlamento de Europa; están acabando de desmoralizar a aquellos que, todavía, pensaban que habría posibilidades de recuperación antes de los nuevos comicios del 2016.

Lo que más preocupa, señores, lo que debiera de ponernos en la máxima alerta y hacernos meditar sobre el futuro al que, si Dios no lo remedia, nos vamos a tener que enfrentar los españoles si, al llegar las nuevas elecciones, seguimos con esta inédita división en la intención de voto; será que, cuando llegue el momento de acudir de nuevo a las urnas para elegir a un nuevo Gobierno, es muy probable que nos encontremos con una pléyade de ofertas, con una invasión de candidatos, con una falta de información derivada de tal pluralidad de propuestas y siglas que, en el mejor de los casos, en virtud de la Ley de Hont van a quedar eliminados pero que, sin duda, pueden llegar a distorsionar y mucho los resultados totales, de modo que se les prive a las formaciones más preparadas de los apoyos precisos para poder gobernar; ya no digamos con mayoría absoluta, algo que parece poco probable o casi imposible, sino para poderse aliar con los más afines, teniendo en cuenta la gran disparidad de ofertas políticas, lo que va a impedir poder constituir un gobierno de coalición lo suficientemente estable para que sea capaz de llevar adelante un país que, con toda probabilidad y en el mejor de los casos, estará todavía en fase de recuperación.

Es muy probable que, los partidos que pretenden independizar a ciertas autonomías de España, los que querían que volviésemos a la situación anterior al 18 de Julio de 1.936; aquellos que prefieren un país federal o los que lo que buscan es crear el caos, hacer caer a las instituciones, hacer desaparecer al Ejército y eliminar las fuerzas de orden público vuelvan a surgir diferencias irreconciliables que nos lleven a tiempos que todos queremos olvidar… Así las cosas, algunos, los más nostálgicos de otros tiempos pasados, comenzamos a pensar que tampoco, con el régimen anterior, se vivía tan mal porque, al menos, podías circular por las calles sin temor alguno a ser atracado, a verte sorprendido por una manifestación de vándalos, había trabajo para todos y los ingenieros que salían de nuestras universidades se los rifaban en toda Europa. Podíamos hablar en castellano en donde quisiéramos y, salvo meterte en cuestiones políticas, nadie se metía contigo. Muchos de los que, actualmente, militan en partidos, como el socialista, o muchos de los padres de estos de la farándula, que tanto protestan porque no reciben ayudas, se hicieron ricos trabajando en tiempos de la "oprobiosa" dictadura.

Otros pensarán lo contrario y los respeto pero, el panorama de lo que puede suceder, si en estos dos años que quedan hasta las próximas legislativa, esta nación no experimenta una cambio de ciento ochenta grados, el peligro que se cierne sobre todos nosotros es que esta nación resulte ingobernable, caiga en manos de comunistas o quede despedazada a causa de los independentistas; lo que significará quedar fuera de Europa, perder las ayudas económicas que recibimos de ella y quedar excluidos de la protección del Banco Europeo y del BCE y, muy probablemente, vernos obligados a pagar aranceles por las exportaciones que salgan de nuestro país o de lo que quede de él. Lo cierto es que somos muchos los que ya estamos hasta las narices de palabras hueras, de frases sin otro significado que esconder al pueblo la realidad de lo que está ocurriendo y la imposibilidad de conseguir reducir el empleo ni activar, al menos en un periodo prudente, los créditos de los que tan necesitadas se encuentran nuestras Pymes y autónomos para salir del impasse en el que se encuentran.

El bipartidismo puede que sea historia, pero lo que nos espera en manos de posibles coaliciones de distintas sensibilidades políticas, puede que sea lo peor que le pueda ocurrir a esta vieja España. O así es como contemplo, señores, entre temeroso e incrédulo, esta etapa en la que España se juega a cara o cruz, el ser o no ser.

Miguel Massanet Bosch

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