"Desvió la mirada, pero no lloró; o si lo hizo, rechazó las lágrimas como lo haría un demonio, con sus zarpas ardientes, cuando ve llegar una nueva víctima para la tortura y, arrepintiéndose de su arrepentimiento, rechaza la mancha de la compunción y se apresta a su tarea con renovada diligencia." Charles Maturin
La Vanguardia de Barcelona, propiedad del editorial grupo Godó, de la familia del Conde de Godó, se ha venido caracterizando, a través de su ya larga historia, por su versatilidad para acomodarse con sinuosa facilidad a los distintos sistemas de gobierno, tanto en España como en Catalunya, cuando las circunstancias políticas lo han requerido. Primero, cuando finalizó la Guerra Civil, fueron ardientes defensores de Franco y su dictadura, más tarde, se convirtieron en demócratas convencidos y, últimamente, cuando las subvenciones de la Generalitad los han sacado de sus apuros económicos, son los más fervientes defensores de una Catalunya independiente. Seguramente este camaleonismo político les ha servido para mantenerse a flote pero, sin duda, dice poco de su seriedad, compromiso y credibilidad como medio informativo que merezca figurar entre aquellos que honran a una nación.
Por esto ya estamos acostumbrados a que, en dicho diario, aparezcan artículos que, amparados en la permisividad de sus directivos, en los que, en ocasiones, la tendencia política de quienes los escriben se superpone de una forma descarada sobre el tema del que se trata de forma que, la realidad histórica, queda suplantada por la ficción imaginada por su autor o, también se da el caso en el que, el autor, se limita a sacar a la luz una pequeña parte de la secuencia de los acontecimientos, aquella en la que pretende apoyar sus tesis, dejándose en la manga el resto, aquella otra parte que es capaz de destruir sus razonamiento. En el caso del señor Payá, nos encontramos ante uno de estos últimos supuestos, cuando pretende quitarle importancia al tema de las Checas instauradas en la zona republicana por los bolcheviques, que se las trajeron de la Lubianka del señor Lavrenty Beria, en Moscú.
Al parecer, según se desprende de su artículo, su autor quiere reducir el número de aquellas lóbregas mazmorras de tortura, represión y asesinatos, a un reducido número de ellas y, para completar su razonamiento, las pinta como si hubieran sido construidas para propaganda del régimen del general Franco. Es posible que, para las nuevas generaciones, estas que han sido educadas con los libros de Historia basados en esta repugnante ley de la Memoria Histórica, pueda colar un intento de tergiversar y falsear lo que fueron aquellas cámaras de tortura que tanto proliferaron en Barcelona, Madrid y Valencia. Pero todavía quedamos quienes vivimos de cerca aquellos tiempos y conocemos a personas, de nuestra confianza, que visitaron personalmente aquellos antros de crueldad, que están dispuestos a testificar lo que vieron con sus propios ojos. Concretamente, uno de ellos, a los cuatro días de entrar los nacionales en Barcelona, fue acompañado por su padre, un señor de izquierdas, para que viera personalmente una de ellas. Todavía siente escalofríos cuando habla de ello.
Puede que el autor pretenda que los libros que hablan de la presencia de tales engendros, se trataba de propaganda del régimen franquista. Pero le voy a citar uno, que convendría que se leyese "Yo, jefe del Servicio Secreto Militar Soviético" (editado en 1.945), cuyo autor, el general Krivitsky, un bolchevique que fue jefe del Servicio Militar Soviético en la Europa occidental y que fue asesinado, por orden de Stalin, precisamente, por haber escrito dicho libro. Voy a transcribir algunas de las frases del libro del general Kivitsky "El 14 de septiembre, obedeciendo la orden de Stalin, Pagoda convocó una conferencia especial y urgente… en esa conferencia se encargó a un funcionario del Departamento organizar la OGPU en la España "leal" (republicana). Este era Nikoksky… alias Orlov", "La OGPU había realizado brillante tarea. Ya en diciembre de 1.936 el terror inundaba Madrid, Barcelona y Valencia. La OGPU tenía prisiones especiales. Sus brigadas llevaban a cabo asesinatos y secuestros. Llenaban ocultas mazmorras (checas) y hacían incursiones de aviación", "(la OGPU) Era una potencia ante la cual incluso alguno de los más elevados funcionarios en el Gobierno de Caballero (Largo Caballero) temblaban"
No sabemos cuales serán las fuentes de las que ha bebido el señor Payá, pero le puedo facilitar datos de un libro de César Alcalá, un historiador y escritor, "Las checas del terror. La desmemoria histórica al descubierto" (editorial Libros Libres); por no citar al historiador Pío Moa (historiador defenestrado por toda la progresía adicta a la Memoria Histórica por Haber renegado del anarquismo) en los que se aclara lo que fueron las famosas checas. En la obra de Alcalá se reseñan, una por una, las 46 checas ubicadas en Barcelona, las 225 situadas en Madrid y las 55 instaladas en la Comunidad Valenciana. Ninguno de estos señores puede ser considerado como franquista ni que sus datos puedan ser puestos en duda dada la extensa bibliografía y documentos en los que han basado sus estudios.
Es obvio que, desde la distancia de los 75 años que han transcurrido desde el final de aquella guerra civil, ahora que las izquierdas han conseguido, por medio de la democracia, lo que no lograron durante los 40 años de la dictadura, no sólo pretenden resarcirse de aquella derrota, sino que intentan, manipulando los hechos, inventándose una historia tergiversada, negando las evidencias y buscando una victoria virtual en la imaginación; para justificarse de una derrota que sólo se puede explicar por la desorganización, las luchas intestinas, la dispersión del mando y la incapacidad de los improvisados generales, a los que tuvo que recurrir la República, debido a que las centrales sindicales y los partidos políticos se negaban a dejar en manos de los militares a sus afiliados. Por el contrario, el ejército del general Franco, si bien menos numeroso, estaba disciplinado y al mando de generales experimentados en la guerra de África.
Lo cierto es que, desgraciadamente, no se puede negar la evidencia de que todos los partidos políticos de la República de 1.936, tenían sus propias checas en las que, no sólo torturaban a los católicos, ciudadanos de derechas, militares sublevados, mujeres y curas, si no que las utilizaron para acabar con sus propios compañeros de los otros partidos o sindicatos, tal y como ocurrió con los miembros del POUM y los afilados a la CNT cuando fueron derrotados, en mayo de 1.937m en sus enfrentamientos con los comunistas ( entonces en el poder) y los de ERC. Jorge Orwel, por entonces convaleciente de una herida de bala, en Barcelona estuvo a punto de perecer por la terrible represión comunista staliniana que aniquiló el POUM. Muchos de esta sindicado y de la CNT, los que no fueron enviados como carne de cañón al frente sin apoyo artillero alguno, fueron a parar a las checas comunistas y de ERC, donde fueron torturados sádicamente. Conviene que la memoria de lo que sucedió entonces no se borre de la memoria de la ciudadanía ni se pretenda vender como una simple propaganda franquista; algo tan terrible e inhumano que causó la muerte, el terror y los mayores sufrimientos a miles de personas, cuya única culpa era la de no pertenecer a semejante cuadrilla de criminales.
Todos los datos a los que hemos hecho mención están a disposición del señor Payá por si le interesara comprobarlos. Claro que nos imaginamos que no tendrá mucho interés en ello, porque mucho nos tememos que ya los conozca aunque prefiera no recordarlos.
O así es como, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, hemos querido aclarar el tema de las checas de la II República española.
Miguel Massanet Bosch