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¿Ha visto Tsipras a Rajoy nervioso? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 15, 2015 por admin6567
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Ciertamente me ha causado cierto regocijo escuchar al señor Tsipras –el flamante primer ministro griego – hacer un comentario, medio en broma medio en serio, sobre la actitud del señor Rajoy en la cumbre europea, donde se trataba el tema griego: "El señor Rajoy ha estado algo nervioso durante la cumbre, en especial en lo que respecta a Grecia. Creo que se equivoca y me gustaría poder explicárselo". En verdad el Tsipras no está en la misma situación que nuestro presidente, Mariano Rajoy, en cuyo caso estamos seguros de que, si a Grecia le debiera España la friolera de 26.000 millones y se viera amenazado de no poderlos cobrar u obligada a tener que aceptar quitas o prórrogas exageradas para resarcirse de la deuda y de los intereses correspondientes, su postura chulesca y de mal pagador seguramente no sería la misma, y habría que verlo si, en lugar del papel de deudor, se debiera situar en la piel de un acreedor ante un deudor insolvente y moroso. Es posible que su sonrisa sardónica se transformara en un rictus de preocupación y un gesto de impaciencia, sabiendo que, una cifra semejante, le podría solucionar el 50% de las preocupaciones que, en estos momentos, están afectando al pueblo griego.

En todo caso, no me queda otro remedio que felicitar al mandatario griego porque, por lo visto -aunque lo pongo en duda-, ha tenido ocasión de sorprender a don Mariano en un estado que, los españoles, después de más de tres años de ocupar el gobierno de la nación, no hemos sido capaces de verle ni una sola vez: ¡nervioso! Es posible que le hayamos visto enfadado, incisivo, amenazante, sarcástico o preocupado, pero lo que se dice nervioso, descontrolado, acorralado o fuera de sí, señor Tsipras, le podemos asegurar que nunca ha sucedido. Aunque es posible que el primer ministro griego haya confundido los términos, por aquello del idioma, y haya pretendido indicar que el señor Rajoy no estaba por componendas, como parece que ocurre con algunos países de la UE, que dan la sensación de que piensan que van a conseguir cobrar sus deudas con el estado griego, mostrándose comprensivos, negociadores, conciliadores o propicios a ceder para intentar recibir una parte, aunque mínima y a largo plazo, de lo que se le debe.

Y es que esta UE, como ya hemos comentado en varias ocasiones, pretende aparentar de cara para afuera mucha unidad, cohesión, una política común y unificada y formar todos una piña, cuando en realidad cada país intenta arrimar el ascua a su sardina, buscarse la vida y si, para ello, tiene que llevar a cabo su "pequeña deslealtad" o pergeñar su "traición a los interese comunitarios" para conseguir beneficiarse de ello, no duden de que lo intentará, si considera que puede hacerlo sin que el resto de países comunitarios se enteren. Veamos el caso de los países del norte de Europa en relación con el tema de Ucrania.

La exigente y dura Alemania , la que ha exigido los grandes sacrificios, recortes, límites al endeudamiento público o frenos al déficit público a los países que han estado más afectados por la crisis, en cuanto se ha tratado de enfrentarse a la Rusia del señor Putin, cuando se ha visto en la situación de pararle los pies al gran oso ruso y cumplir con sus compromisos de apoyo y defensa con el gobierno ucraniano de Kiev, entregándole armas para defenderse de sus agresores del norte o pedirle a Europa que adopte una actitud firme ante el expansionismo de Moscú, se ha enrollado sobre si misma y ha enviado a la señora Merkel en misión pacificadora, acompañada del señor Hollande, ávido de conseguir recuperar su influencia en la CE. Con el cometido de aplacar las iras de Putin y pedirle, por favor, que detenga a los exasperados rusos y simpatizantes que, con armas y pertrechos rusos, están arrollando a las fuerzas de Kiev. Y ¿todo ello por qué? Muy sencillo: Alemania y las naciones del norte precisan, como agua de Mayo, de los productos energéticos que reciben de Rusia y que suponen un tanto por ciento muy considerable de la energía que precisan para mantener su economía en funcionamiento.

Si el señor Rajoy se ha puesto nervioso y se ha partido el brazo en la cumbre europea, para preservar nuestros 26.000 millones de euros –que nunca debimos tener que aportar a la bolsa común para salvar a unos señores que llevan viviendo del aire y de la corrupción, por encima de sus posibilidades, desde tiempo inmemorial –, ¡alabado sea!, porque ya ha llegado la hora en que deje su flema gallega, demuestre que no se trata de un simple robot que funciona gracias a los chips que lleva implantados. En múltiples ocasiones aparenta vivir fuera del tiempo, en unos momentos en los que a muchos españoles les gustaría que bajase a la tierra, pisase el barro de las tristes realidades con las que nos enfrentamos y vieran en él algo más que esa imagen impávida de Don Tancredo, que no se mueve un milímetro cuando espera la salida del bravo de su toril.

No se puede vivir, sin que ello entrañe un grave peligro de descomposición social del país, ignorando los casos de corrupción que están invadiendo la geografía española, cada día en mayor número y afectando a personajes que han pertenecido a la clase dirigente de la nación. No se puede vivir permitiendo que las autonomía rebeldes, aquellas que han decidido infringir, sin ningún remordimiento, los preceptos constitucionales y las leyes y sentencias de los tribunales de Justicia, sigan en su desafío sin tomar las medidas, por muy duras, impopulares o sangrantes, sin que esta pasividad entrañe el peligro de que determinadas formaciones, del tipo de Podemos (como Syriza en Grecia), puedan llevarnos en las próximas legislativas a tener que enfrentarnos a una España en manos de los extremistas de izquierdas. Es decir, ingobernable y con las mismas posibilidades de acabar como los griegos o peor, echando por la borda todo lo que hemos conseguido hasta ahora, con el sacrificio de la mayoría de los españoles.

¡Dios quiera que, de una vez, los nervios dinamicen a don Mariano! Es evidente que la palabrería parlamentaria, las declaraciones ex cátedra de la señor Vicepresidenta o lo que los políticos vayan diciendo en sus respectivas autonomías, ha llegado un momento en que ya no le causan la menor impresión a los españoles, hartos de la facundia oficial y deseosos de buscar nuevas vías que los libren de tanta demagogia. El mejor deseo quieren confiarlo a aquellas personas que, ante su mirada, se les presentan como portadores de unas nuevas expectativas, en las que se les ofrecen trabajo, ganarse mejor la vida, acabar de una vez con la corrupción que inunda el país y mejorar el nivel de vida de los españoles. Por más que, en realidad, se trate sólo de una bella utopía, difícil de realizar y sobreentendida como insostenible, con unas consecuencias fatídicas para el futuro de España. Muchos lo saben otros no, pero es tal el disgusto de los ciudadanos que parecen estos dispuestos a sacrificarse en esta desatinada aventura, con tal de darles una lección a los partidos tradicionales.

Apenas quedan unos meses para las legislativas, el tiempo justo para que, tanto el PP como el PSOE, se aperciban de que, luchando entre ellos, lo único que consiguen es darles votos a la izquierda de Podemos que, paradójicamente, es el mayor enemigo de ambas formaciones. ¿Bastará para dale la vuelta a la tortilla? Quien sabe. O, así es, señores, como desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos lamentamos del tiempo perdido.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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