Editorial de El Mundo. (Publicado en e-pesimo Auxiliar 1, aquí)
ELENA SALGADO tenía ayer un problema insuperable antes de subir a la tribuna del Congreso a defender el proyecto de Presupuestos para el año que viene: la falta de credibilidad del Gobierno y de una política económica que no ha hecho más que acentuar la intensidad de la crisis sobre nuestro país.
Mariano Rajoy supo aprovechar esta ventaja y responsabilizó a Zapatero de la «chapuza letal para las clases medias» que suponen estos Presupuestos. Dado que Elena Salgado lleva sólo unos meses como ministra y la excepcionalidad de la situación, habría sido más lógico que el propio presidente defendiera el proyecto, entre otras razones, para que Rajoy no pudiera ningunear a su interlocutora, como así sucedió.
La ministra de Economía hizo lo que pudo, pero no logró convencer a nadie porque las cifras elaboradas por el Gobierno, al igual que aconteció el año pasado, son sencillamente increíbles. Nadie puede aceptar en estos momentos que la recaudación por IVA vaya a crecer un 26% sobre lo tributado el año pasado o que los ingresos por el IRPF vayan a subir un 7% con 300.000 parados más, según las estimaciones del Gobierno.
A pesar de que Elena Salgado subrayó el esfuerzo de austeridad en el gasto, esto tampoco es cierto, ya que, como Mariano Rajoy señaló, el gasto corriente va a crecer el año que viene casi un 18% si se compara con el presupuestado inicialmente para 2009. Ello es debido, entre otras razones, al incremento de 11.000 millones de euros en subsidios de desempleo.
La ministra se escudó ayer -siguiendo la penosa lógica de Cándido Méndez, cada vez más influyente en las políticas del Gobierno y eso lo dice todo- en que los organismos internacionales se habían equivocado en sus pronósticos. Pero una cosa es errar y otra desviarse en un 460% en la estimación de crecimiento, un 1.000% en la de generación de empleo y un 840% en la de inversión, como Rajoy le recordó con especial crudeza.
El principal problema no es, sin embargo, que el Gobierno se equivocara en sus anteriores previsiones presupuestarias, que podría haber tenido remedio, sino que ha adoptado unas medidas que no han servido para evitar que este país rebasara la cota de los cuatro millones de parados tras una dramática caída del consumo y la inversión. Rajoy, que estuvo muy acertado en su diagnóstico, resumió las consecuencias de los errores de la política económica de forma apabullante: «Más paro, más impuestos, más deuda pública».
Salgado justificó la subida de impuestos por la necesidad de equilibrar el abultado déficit que se ha producido este año, pero Rajoy razonó con bastante lógica que ello va a penalizar el consumo y la inversión, los dos pilares en los que debe sustentarse la recuperación de la economía. Acertó también al poner en evidencia la contradicción de subir la fiscalidad del ahorro en unos momentos en los que España necesita atraer capitales del exterior. El desequilibrio de las cuentas públicas también fue objeto de durísimas críticas del líder del PP, que subrayó que nunca el déficit había crecido a tanta velocidad y que constituye «una bomba de relojería» para la economía española.
En pocas ocasiones la oposición ha tenido un escenario más favorable para vapulear al Gobierno. Rajoy estuvo certero en su análisis, apoyado en los abrumadores datos que esgrimió, pero le faltó plantear una propuesta para recortar el gasto público, como le había pedido la vicepresidenta. En cualquier caso, Elena Salgado perdió el debate no porque estuviera mal en sus intervenciones sino porque la desastrosa política económica del Gobierno es indefendible y estos Presupuestos aún la van a empeorar.