(Publicado en ABC – Editorial, aquí)
LA política de gasto público y aumento del déficit va a pasar factura a los bolsillos de los españoles en 2010 con una subida de impuestos contraindicada para la pretendida recuperación económica. Además, ese incremento fiscal se hará más gravoso para los consumos de bienes cuyos precios estén intervenidos administrativamente, como el de la luz, que el Gobierno acordó subir el 2,64 por ciento, sin que esta subida descarte otras nuevas a lo largo del año. Lo cierto es que en este año, el Gobierno va a transferir a las economías familiares las consecuencias del desempleo y de los planes de «estímulo», que apenas han conseguido mitigar la caída del empleo, pero que no han producido ningún efecto de reactivación autónoma de la economía productiva. La economía española ha apuntado levísimas mejoras únicamente allí donde el Gobierno ha inyectado dinero público. Mejoras, por tanto, efímeras y no consolidadas. El resultado es que el déficit público -el Gobierno gasta mucho más de lo que ingresa- se ha disparado y hay que financiarlo con un aumento de impuestos, o suprimiendo de forma casi general la deducción de 400 euros. Pero el problema es que en absoluto está garantizado que el alza de los tributos garantice un aumento suficiente de la recaudación. Todo lo contrario. Por otro lado, por mucho que aumenten los impuestos, si las Administraciones Públicas -la estatal y las autonómicas- no hacen un esfuerzo de ahorro generalizado, cualquier incremento de recaudación será baldío.
El ahorro y el consumo son los objetivos del alza de impuestos aprobada por el Gobierno. Ninguna de las grandes potencias que están saliendo de la crisis ha subido los impuestos. Al revés, o los han bajado o han anunciado que los bajarán, porque la reactivación económica depende de que los protagonistas de la economía -ciudadanos y empresas- recuperen la dinámica natural de los mercados. Para eso hace falta confianza en el futuro y consumo. Sin embargo, el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha apostado por gravar el ahorro -salvo para las grandes fortunas que se manejan en los SICAV-, aumentando el impuesto sobre las rentas del capital; y el consumo, incrementando el IVA, que pagan todos los ciudadanos, sin distinción. Mientras tanto, el agujero negro del desempleo sigue sin taponarse, y por él se van, en necesarias prestaciones o en discutibles planes de obras locales, miles de millones de euros. Esta subida de impuestos no es solidaria. Es la factura de los platos rotos.