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ZP arría velas. Llegó la hora de purgar errores (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 4, 2010 por admin6567
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Un interesante trabajo de un colaborador de Libertad Digital, don Fernando Diaz Villanueva, pone el acento en un término usado en los pasillos del Foro Económico Mundial que se celebra en Davos. Y me temo que, si nuestro Presidente conserva todavía algo de sentido común, debiera aplicarse a averiguar su significado y, lo que pudiera ser  peor, enterarse de las posibles consecuencias de que España tenga que pasar por semejante trance, si no rectifica su actual política económica. Se trata de lo que se ha dado por denominar “la quiebra soberana” de un país. No es que la Monarquía pueda declarase en suspensión de pagos, no señores, afortunadamente para el Rey y su familia, no creo que estén en una situación tan complicada; pero sí estamos hablando de cuando un país no puede atender sus compromisos de pago, tanto con sus acreedores externos como con los internos. De hecho, a pequeño nivel o sea, a cota municipal, han sido muchos los ayuntamientos de nuestro país que, si no de derecho, pero sí de hecho, han dejado colgados a sus suministradores y los contratistas de las obras municipales por carecer de dinero para cumplir con sus compromisos de pago. A pesar de que nuestro inefable señor Rodríguez Zapatero, aparte del show armado con el tema de los traductores – puedo entender que un presidente de una nación no sepa hablar inglés cuando ocupa su cargo de nuevo, pero resulta incomprensible que llevando seis años al frente del Ejecutivo todavía no sepa expresarse en él –, pretendió tranquilizar a la escamada concurrencia del Foro de Davos, con frases de su estilo, como “ España es un país serio” o “España cumplirá todos sus compromisos”; es evidente que, en dicha reunión, han caído chuzos de punta sobre la desangelada figura de nuestro Presidente, del que se puede decir todo menos  que no tiene “ más moral que el Alcoyano”.

Y es que, cuando se hablaba de default soberana, nos acordamos, y así lo menciona el articulista en su trabajo, de los todavía recientes problemas monetarios de la Argentina, que tuvo que suspender pagos, en el 2002, debido a su poca solvencia económica (debía más de 200.000 millones de dólares el equivalente al 79% del PIB) y sólo disponía de 10.000 millones de dólares en reservas en divisas. El FMI estuvo a punto de colapsar por su culpa y tuvo que acudir en ayuda de Argentina con 8.000 millones de dólares, para evitar una catástrofe financiera de mayores proporciones. En todo caso, lo resaltable es que no son pocos los países que ya miran a España como un problema para la UE y para la solidez del euro, debido a nuestros desequilibrios fiscales y falta de competitividad (aquí tenemos las consecuencias de una “eficiente” labor de los sindicatos oponiéndose frontalmente a una reestructuración y reforma del mercado laboral) y, evidentemente, por a nuestros desaforados índices de desempleo y endeudamiento. Pero, de todo lo que estamos comentando, lo más importante, lo que más escalofríos nos produce y lo que merecería una meditación seria y desprovista de electoralismo, es el contemplar las funestas consecuencias que, para un país y sus moradores, puede tener el verse necesitado a recurrir a semejante solución extrema.

Puede que Zapatero confíe todavía en que, cuando España llegue al límite de su endeudamiento, el desempleo alcance, de lo que no está tan lejos, el 24% o 25%  y el empobrecimiento de la población se sitúe en el 30 o el 40 por ciento (ahora rondamos el 20%); el resto de Europa, para salvar la cotización del euro, acudirá en nuestra ayuda y el BCE se descabalgará de su actual postura de pedirnos más rigor, más reformas y más contención del gasto público, para volcar miles de millones en nuestra deuda a un interés simbólico, con tal de que no comprometamos al resto de países de la CE. Creo que está equivocado y que, si es que llegamos a tal situación, lo más probable es que se puedan plantear en Europa prescindir de nosotros y excluirnos de la zona euro para que nos las compongamos como podamos y dejemos de entorpecer la recuperación económica del resto de naciones europeas. Recuerdo que, no hace demasiado tiempo, el señor Trichet, del BCE, ya advirtió de que, si era conveniente aumentar la los intereses, no se detendría sólo por la consideración de que existieran naciones que pudieran salir perjudicadas por ello, por ejemplo: España.

Entre las consideraciones que el señor Diaz hace, tomando por ejemplo, a la Argentina; hace mención a la devaluación de su moneda, el peso, y a las consecuencias que ello le trajo a dicha nación. Pobreza, miseria, violencia, aumento vertiginoso de la tasa de desempleo (¿se imaginan que en España aumentase todavía más?), reducción brutal de ingresos familiares (fue de un 30% entre 2001 y 2002), huída de los inversores, inseguridad ciudadana (secuestro express); incluso, los funcionarios y jubilados, vieron como su poder adquisitivo mermaba vertiginosamente y sus retribuciones bajaron un 13%. Pero en Argentina, ante la debilidad de su peso, todos los que podían se refugiaban en el dólar, rechazando el devaluado peso, con lo que se pudo evitar la hiperinflación. Habla el articulista de que, incluso en una nación tan rica en alimentos, especialmente carne, se produjeron hambrunas y lo justifica en base a “la imposibilidad de financiarse y la falta de liquidez para emprender nada nuevo”, ¿les recuerda esta situación a alguna que nos afecta muy de cerca?

Sin embargo, siendo evidentes la semejanzas entre lo que nos está sucediendo, la manía del Gobierno en tirar de la Deuda para cubrir los agujeros de la economía y, especialmente, atender las prestaciones por desempleo; a mi modesto entender de persona profana en la materia, existe una diferencia muy significativa entre lo sucedido en la Argentina y lo que nos puede ocurrir a nosotros si España llegara a tener que acudir a la quiebra soberana. Allí, pudieron devaluar el peso porque se trataba de su propia moneda pero, en España, por estar dentro de la zona euro, esta posibilidad resulta inviable y, sólo en el caso de que en toda Europa se acordara la devaluación de la moneda única, sería posible hacerlo; algo que, por otra parte, resulta inimaginable que pudiera suceder. El señor ZP, dominado por su sectarismo inveterado, se lió a prometer el oro y el moro  a las clases desfavorecidas, sin escuchar a las voces sensatas que le pedían que reflexionara, se comprometió a una serie de reformas sociales, un conjunto de medidas de apoyo y ayuda a los trabajadores que, si bien eran deseables, lo que no estaba tan claro es que, España, dispusiera de la riqueza necesaria para afrontarlas.

Unas de sus promesas se han quedado a medio camino como la ley de Dependencia; las otras o se han quedado en el Limbo del incumplimiento o han tenido que ser postergadas para tiempos mejores. Cuando, por fin, ZP aceptó que estábamos en crisis cometió su segundo error garrafal al anunciar, a bombo y platillo, que las conquistas sociales de los trabajadores, no se tocarían y se mantendrían contra viento y marea. Veamos los resultados y comprobemos al punto que, su temeridad y su ambición personal, nos ha conducido a los españoles que estamos, actualmente, enfrentados a un paro de 4.326.000 desempleados (a los que se deberán añadir los no controlados) y a una recesión económica que todavía persiste. Ahora, en Davos, le han tirado de las orejas a ZP y se ha visto obligado a rectificar para que no lo saquen del euro. Tarde, sin medios para corregir sus errores, colgado de la brocha ante el reto de izquierdas y sabiendo que, si no recompone a España, pudiera ocurrir que Europa nos repudiara… una vez más. No quiso escuchar consejos y ahora tasca el freno. Pero España: en la ruina.

 

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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