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Suenan las campanas de la reforma, sin badajo (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 8, 2010 por admin6567
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Si no estuviéramos hablando de los españoles, si el tema nos fuera ajeno y no tuviera repercusión en nuestro sistema de vida, en nuestras economías y en el porvenir de nuestros hijos, lo que haríamos con toda seguridad es soltar la más estrepitosa carcajada y tratar a quien nos hubiera dado la noticia de guasón empedernido. Pero, señores, por desgracia estamos tratando de temas muy serios, trascendentales para España y para el bienestar de sus ciudadanos, porque, del hecho de que sean tratados con rigor, eficiencia y destreza, probablemente pueda depender que esta recesión en la que estamos inmersos dure dos años o dure diez. Así, cuando parece que se habían puesto las esperanzas en una supuesta remodelación de la legislación laboral; se estaban preparando medidas concretas, razonadas y de trascendencia para la organización interna de nuestras empresas, de modo que se estableciese una flexibilidad, de todo punto necesaria, para aliviar el peso del coste laboral y su repercusión en la competitividad de las empresas, implantando un procedimiento adecuado que sirviera para aflojar el corsé de acero que supone, para cualquier entidad económica, el tener que soportar una plantilla desmesurada, cuando los pedidos escasean, la liquidez falla y las cargas fiscales, en lugar de disminuir resulta que se incrementan; hete aquí que se sacan del zurrón público un prontuario de definiciones de aquello que sería preciso hacer sin que, en él, se diga cómo, con qué medios, en qué casos y quiénes se van a tener que poner de acuerdo, para que se lleven a cabo las actuaciones adecuadas para llevar a delante el proyecto..

Hay algo que nuestros sindicatos no quieren admitir, a lo que se oponen rotundamente y que ha constituido el caballo de batalla, desde tiempo inmemorial, de cualquier negociación colectiva: se trata del hecho de que, existen ocasiones en que es preciso sacrificar los puestos de trabajo de algunos para evitar el crack de la empresa y salvar al resto de trabajadores de tener que acudir al paro. Es posible que las intenciones del Gobierno tiendan a establecer una clara diferenciación entre despidos improcedentes (aquellos basados en un incumplimiento grave de los deberes del trabajador), hoy en día penalizado con una indemnización de 45 días por año de servicio, del cese o rescisión del contrato laboral por causas económicas de la empresa. Sin embargo, falta aclarar en qué términos y en qué ocasiones (si será sólo en caso de grave peligro de cierre de la empresa o se podrá extender a situaciones transitorias, incluso de tipo estacional, para que se convierta en un medio común para descargarla de costes excesivos en momentos de menos demanda)

Sin duda que, para un ciudadano de a pie, puede resultar sorprendente esta euforia que parece que se ha desatado después de que, el Consejo de Ministros, aprobara unas “medidas” destinadas, al parecer, a emprender la reforma estructural que tan necesaria es, tanto para dotar de más competitividad a nuestras empresas como para inspirar confianza al resto de naciones europeas que, como ha quedado patente en el Foro de Davos, contemplan con preocupación la deriva en la que se encuentran naciones como Grecia, Portugal, Irlanda y la misma España. Uno hubiera esperado que, aparte de que el Ejecutivo pusiera sobre la mesa las medidas que él estime oportunas para mejorar el mercado laboral, también hubiera concretado, en un desarrollo paralelo, todo el sistema preciso para llevarlas a buen fin. Debo confesar mi extrañeza al hecho de que la CEOE se muestre tan optimista con la oferta del Gobierno, cuando quedan tantos cabos por atar y, todavía me sorprende más, que se avenga a negociar con los Sindicatos un posible desarrollo de la misma, sabiendo a ciencia cierta que, con ello, descargan al Ejecutivo de su responsabilidad de proponer medidas y medios de cumplirlas y, por otra parte, saben positivamente que una negociación a dos bandas con señores como Méndez y Tocho, puede eternizarse y, por supuesto, acabar por llevar la discusión a un callejón sin salida.

Se habla de “contratación a tiempo parcial” como un gran invento, cuando esta modalidad de contrato de trabajo ya está contemplada desde hace mucho tiempo en la legislación laboral. Veamos, es como cuando hablamos de “salario mínimo” que es algo que parece que es un gran avance social cuando, en la realidad, son muy pocos los trabajadores ( acaso, hoy en día, algún pobre inmigrante) a los que les afecta y, por supuesto, no supone una gran conquista social para la gran masa laboral. El trabajo a tiempo parcial puede resultar útil para algunos pequeños comercios, empresas que puedan trocear su producción o para casos de algunas puntas extraordinarias de trabajo (ventas navideñas), pero, en líneas generales, para las grandes empresas, para las cadenas de producción de tipo continuo o para empresas de trabajo a turnos de 8 horas es una medida de escasa trascendencia y, en ningún modo, será un medio efectivo para reducir el desempleo. Por otra parte, generalmente, se trata de puestos de peonaje que no requieren una determina especialización ya que, en caso contrario, pueden resultar desaconsejables por cuanto puedan redundar en la calidad de la producción.

En todo caso, es pronto para poder opinar sobre esta mini reforma del señor ZP, pero lo que sí se puede decir de ella es que hace ya tiempo que debiera de haberla puesto en marcha y no ahora, cuando el mal ya está hecho, y nos vienen apremiando desde Europa para que reduzcamos nuestra deuda y nos pongamos las pilas para intentar alcanzar al resto de naciones, que ya han conseguido frenar la recesión y nos llevan ventaja en cuanto a competitividad económica y a estabilidad financiera, dentro lo que cabe, por supuesto. Lo que solivianta del señor ZP es que, aparte de no tener un plan claro de actuación para frenar la crisis, se obceca en mantener sus clásicos latiguillos electoralistas como pudieran ser lo de que “ no se pierdan derechos de los trabajadores” o “ el Gobierno plantea reformas para los ciudadanos, no para los mercados”; como si el trabajo no fuera un derecho del trabajador y, no obstante, tenemos a 4.500.000 parados o como sería posible que, sin mercados,  existieran las empresas que produjeran productos y que emplearan a trabajadores ¡Es alucinante!

Y es que, se diga lo que se diga, si hay alguien que haya conculcado más drásticamente los famosos “derechos de los Trabajadores” ha sido el señor ZP, que ha permitido que España llegara al estado de degradación económica y financiera (se atreve a decir que “tenemos fortaleza como sistema financiero”, cuando han tenido que acudir a salvar a las Cajas con el FROB porque, si no, muchas de ellas hubieran ya entrado en quiebra) que ahora se nos recrimina desde Bruselas. Si quiere que hablemos de bancos que le pregunte al señor presidente del Banco de España sobre los activos de sus balances y que nos diga cómo están valorados los inmuebles que se han tenido que quedar por impagos de hipotecas y, que nos explique el porqué el Estado ha tenido que hacer la vista gorda para que no se hagan las preceptivas actualizaciones de sus inmovilizados; en cuyo caso estos “beneficios”, de los que alardea ZP, seguramente se convertirían en pérdidas millonarias y, en algunos casos, en declaraciones de insolvencia. Pero lo dice con la cara de quien no ha roto un plato nunca y, los que lo votaron, se lo creen. ¡Pues así les va!

 

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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