Es posible que algunos iluminados pudieran haber pensado que las sacas de euros, efectuadas por nuestro Gobierno, a cargo del Tesoro público, para aplicarlos a tapar agujeros de la economía, parchear irregularidades de nuestras entidades financieras o prestando ayudas a sectores, que como el de la farándula, se habían distinguido por su apoyo al gobierno socialista; confiando, con ello, conseguir que España resistiera hasta que la recesión escampase; sería algo que saldría gratis para el país y que no iba a traer posteriores consecuencias; que no deberíamos, tarde o temprano, pagarlo con creces o no iban a lastrar a esta generación y a las que nos sucedan con sus desagradables consecuencias económicas. No ha sido así y, lamentablemente, para la mayoría de los españoles, los que hace más de dos años vemos como, paso a paso, nos vamos endeudando, como día a día el Estado va abriendo la brecha del déficit público a causa de un desfase entre las recaudaciones de tributos y los gastos que, su falta de visión sobre la forma de enfocar una crisis; su afición a sobrecargar el gasto público y a favorecer a determinados sectores de la sociedad –que sabe que le son afines y que lo van a votar en los comicios –; el despilfarro desbocado de los gastos de las CC.AA y los generados por el propio Gobierno central creando ministerios inútiles, aumentando los altos cargos, derrochando en viajes, coches, dietas, asesores, contratación de “sabios” para lo de la Memoria Histórica etc.; han llevado a España a una situación impensable sólo hace unos pocos años, que la puesto a los pies de los caballos de la desconfianza internacional y bajo la humillación de estar bajo la tutela de la UE.
Por fatuidad, por falta de diálogo, por un orgullo desmesurado, por sectarismo y por una prepotencia absurda, que les ha hecho despreciar los consejos de quienes les proponían otras alternativas que, por otra parte, ya habían dado excelentes resultados durante los tiempos del gobierno del señor Aznar, ( créditos a empresas para darles liquidez, facilidades para reestructuración de plantillas, disminución de las cargas impositivas, especialmente del IVA, para reanimar la demanda, fomentar la formación de los trabajadores, potenciar las ayudas a las universidades y restablecer la autoridad en las aulas para recobrar la disciplina y el rendimiento de nuestros educandos); estos señores del Ejecutivo, encabezado por Rodriguez Zapatero, se han negado a aplicar medidas valientes, decisiones sensatas y remedios que puede que fueren impopulares pero necesarios para enderezar el estropicio de años de laxitud y desconcierto Unas medidas que, sin duda, hubieran contribuido a fomentar la demanda, infundir esperanza a la ciudadanía y a fomentar la contratación del personal, una medida que, con toda probabilidad, hubiera contribuido a paliar el grave problema que tenemos en la actualidad de un desempleo sobredimensionado.
También es posible que algunos gobernantes ineptos, como el nuestro, pensaran que acudir al dinero público, aquel que una ministra socialista dijo con todo descaro que “no es de nadie”, dando a entender que estaba a la disposición de cualquier chiquilicuatre que ocupara el poder, que estuviera dispuesto a hacer de él, el testamento de la zorra. Pero, señores, España no está sola en el mundo ni en Europa, porque forma parte de un conglomerado de países que, con mejor o peor fortuna, decidieron unirse en un matrimonio económico del que es muy difícil deshacerse y que, las consecuencias de convertirse en el garbanzo negro de esta populosa y variopinta familia de naciones, puede llegar a convertirse en una papeleta para tener que verse compelido a abandonar el recinto familiar para quedar convertido en un paria solitario, condenado a sufrir la más absoluta soledad. Lo cierto es que, en estas semanas pasadas, hemos podido comprobar como el hecho de que algunos países de la CE no cumplieran con los deberes que desde el BCE, el FMI y el Parlamento comunitario se habían propuesto, las famosas PIIGS, ha levantado un tal revuelo en el resto de Europa, que a punto hemos estado de mandar al garete al euro y a toda la parafernalia que lo rodea. De hecho, ya hay quien está diciendo que la moneda europea tiene un 20% de probabilidades de colapsar. Y es que, señores, a lo que fue la recesión iniciada por la quiebra de las sub-prime y a causa del esfuerzo que los estados tuvieron que hacer en ayudas públicas a aquellos sectores que amenazaban con entrar en caída libre, y de los endeudamientos que tuvieron que contraer para poder atender sus compromisos de pago; ahora, lo que están barajando los economistas es si, a lo que nos estamos enfrentando en estos momentos, es a otro posible crisis, la que podríamos llamar del excesivo endeudamiento; que ha situado a países, como el nuestro, contra la pared, con la espada de Damocles pendiendo sobre la posibilidad de que nuestra deuda pública no sea aceptada por los inversores o que, para poderla colocar, tengamos que pagar una prima adicional, como está ocurriendo en la actualidad cuando supera los 200 puntos básicos sobre la alemana; y eso sin tener en cuenta lo que nos cuesta asegurarla.
Si, como puede ocurrir, se produce una segunda crisis, la de la deuda pública y, si hay un país que se encuentra en peores condiciones para enfrentarse a ella, puede que sea, deplorablemente, el nuestro, España. Los entendidos dicen que la solución de la crisis del euro no está tanto en que algunas naciones con dificultades fueran excluidas de la Zona Euro, sino de la posibilidad de que Alemania ( no olvidemos que, cada día, los ciudadanos alemanes tienen la percepción de haberse convertido en los paganos en este negocio de la UE y que ya se conocen encuestas en que una gran mayoría de ellos serían partidario del volver a su antigua moneda nacional, el marco) se canse de aguantar sobre sí el peso del resto de los países que, como Grecia, se fiaron de que los problemas internos se los iban a solucionar desde fuera. Se habla de propuestas alemanas para que ningún país de la Unión pueda sobrepasar un endeudamiento que supere el 69% del PIB y déficit públicos que excedan del 3% del PIB. En este sentido, a pesar del optimismo del señor ZP, no parece que España se vea muy lejos de llegar e incluso sobrepasar este límite de endeudamiento y ya, no digamos, de poder rebajar su déficit, actualmente superior al 11%; para llegar a alcanzar el límite fijado por la Cláusula de Estabilidad fijada por la UE. No es cuestión baladí, y mucho más para España, una de las PIIGS, debido a que la posibilidad de la marcha de Alemania ya no depende de que, los países más retrasados se pongan a hacer las reestructuraciones (a nivel fiscal y económico) que se les exigen ,sino que, independientemente de ello, parece que si Bruselas no incluye las condiciones que exige Berlín, el riesgo de que Alemania abandone finalmente el euro y vuelva al marco anterior, es superior a las posibilidades que se barajan de que se quede.
Se habla de una desconfianza entre las entidades crediticias, tal y como sucedió con la quiebra de Lehman Brothers, lo que se conoció después como el “efecto Leheman”, algo que entraña la desconfianza de unos bancos con otros a la hora de prestarse dinero. De hecho los bancos depositaron en el BCE, el pasado miércoles 320.000 millones de euros retribuidos al 0’25%; cuando la llamada tasa rectora del BCE de sus operaciones de refinanciación ordinaria es del 1%. ¿Motivo de esta desconfianza entre bancos? La posibilidad de que algunos de ellos poseyeran todavía activos tóxicos, que ahora no son las sub-prime, sino la deuda soberana de los países de la Zona Euro. Estamos en la cuerda floja y el señor ZP no ha acreditado precisamente sus cualidades de funámbulo de la economía.
Miguel Massanet Bosch