No sé, a ciencia cierta, qué fue lo que le llevó al señor Rodriguez Zapatero a visitar a SS. el Papa en el Vaticano. Puede que, como se ha dicho, le fuera a vender esta majadería del Acuerdo de Civilizaciones, aunque no me acabo de creer que ésta fuera su verdadera intención. Muchas cosas son las que se dice que trataron en una entrevista que, por cierto, sólo duró media hora. Si es así, y de verdad hablaron del aborto, del problema económico, de la cuestión de Oriente Medio, de los matrimonios homosexuales, aparte de intercambiar regalos y reverencias; se debió tratar, sin duda, de una entrevista telegráfica en la que poco tiempo le pudieron dedicar a cada tema. En fin, no debemos hacer elucubraciones aunque, sin duda, hubiera pagado lo que fuera para saber lo que SS. el Papa le pudo decir a ZP sobre la Ley de Libertad Religiosa que los socialistas tienen en la reserva para cuando se les presente la ocasión propicia. Lo cierto es que ZP fue y, como es habitual en él, metió la pata. Se supone que, en la Moncloa, debiera haber un encargado del protocolo, me imagino que ZP antes de hacer una visita protocolaria se debe informar de los usos, modos, tabúes y normas de cortesía que deben tenerse en cuenta a la hora de visitar a un jefe de Estado. El Papa Benedicto XVI, por si alguno no lo recordare, es el jefe de Estado del Vaticano y, en virtud de esta condición, se le debe dispensar el mismo trato que a cualquier otro mandatario de cualquier otra nación. Pero, vean por dónde, nuestro particular Mr. Bean, con su habitual cara de despistado, va y, cuando finaliza su entrevista con SS.,ni corto ni perezoso, se dirige al Quirinal para entrevistarse con otro jefe de Estado, el señor Berlusconi.
Pero, hete aquí, que se olvidó de que es una costumbre inveterada y conocida de cualquier persona habituada al protocolo oficial, el hecho de que está muy mal visto que, si se visita al Papa, se aproveche, ya que se está en Roma, para hacerle una visita la Jefe del Estado italiano. Resultado: descontento en el Vaticano por lo que consideran una falta de cortesía y regocijo del señor Berlusconi por tener la ocasión de sacarle los colores a su amigo José Luís. Así como, en el Vaticano, la incomodidad no parece que haya pasado de ser leve y las aguas no parece que hayan llegado al río ( en este caso el Tiber) , en el asunto de la visita al señor Berlusconi, da la sensación de que le ha proporcionado, al guasón del primer ministro italiano, la ocasión para devolverle la broma que, en Washington, se permitió hacerle Zapatero respecto al nivel de vida de los italianos que calificó de peor que el de los españoles. Por ello, Berlusconi, con su habitual desenfado y espontaneidad, después de comparecer acompañando a ZP, de obsequiarle con sus mejores sonrisas y mencionando el “estado de gracia” en que se hallaba nuestro Presidente, después de haber recibido la bendición papal; lo encomienda a los periodistas y lo deja plantado ante la general estupefacción y el completo despiste de Zapatero que, completamente fuera de lugar, no sabía si reír, llorar o tirarse por la ventana, para salir de aquella incómoda situación. Todo acabó con un apaño, un micrófono improvisado en un rincón de la sala y ZP que decide esfumarse, con el rabo entre las piernas, por el foro. ¿Ustedes se podrían imaginar a Berlusconi dejando en esta desairada posición al señor Obama o a la señora Merkel o al señor Sarkozy? No, por supuesto que no, sería una descortesía inimaginable, de graves consecuencias para Italia. Pues bien señores, esta es la categoría, ganada a pulso, de nuestro Presidente dentro de las cancillerías europeas ¡un don nadie!, al que ya nadie escucha y del que se viene prescindiendo, a pesar de que está ocupando la presidencia de la UE que, por turno, le correspondía a España; ¡una vergüenza para él, para el gobierno y para todos los españoles que nos hacemos cruces de que hayamos podido caer tan bajo que, desde todas las partes de Europa, se nos esté tratando a baqueta como si fuéramos el más infeliz tonto del pueblo.
Pero, si lo del Vaticano es sólo una anécdota desafortunada; la realidad de lo que está pasando en España, supera los límites de aquello que cualquier persona normal es capaz de entender. El PSOE, completamente desarbolado, en medio de continuas contradicciones de los ministros; como ha quedado patente en la reciente comparecencia conjunta, de la señora De la Vega y el señor Corbacho, ante los medios de comunicación, para hablar de la reforma laboral; de forma que mientras Corbacho decía que no se debía esperar demasiado de los efectos de reforma en cuanto a su influencia para salir de la crisis; la señora de la Vega, muy en su papel de defensora a ultranza de la política de ZP, auguraba grandes mejoras y un gran futuro para nuestra nación a partir de las reformas previstas por el Ejecutivo. No obstante, la realidad de lo que sucede en el entorno internacional, por lo que hace referencia al peligro que supone España para el resto de Europa, debido a su creciente endeudamiento; a la sobreprima que se ve obligada a ceder para colocar su deuda y a la falta de confianza que se va detectando con respecto a la fiabilidad de nuestra deuda; lo que ya ha dado lugar a que dos agencias de calificación nos hayan rebajado el rating de fiabilidad; es que estamos observados a través de una lupa por Bruselas, el BCE, el FMI y, especialmente, por Alemania, que da la sensación de que ya se ha cansado de cargar con el peso de Europa y ahora espera la más mínima ocasión para darle el portazo al euro y regresar a su antigua moneda el marco. Y es que, en esto momentos, nadie puede dudar de que lo que más nos perjudica a España es la figura de Zapatero, que ha dado muestras de su poca credibilidad, de sus errores en la valoración de la crisis y de sus fracasadas medidas para intentar contrarrestarla. Lo único que ha conseguido, con sus bandazos sin sentido, ha sido endeudarnos cada vez más y que, la confianza en nuestra deuda, se vaya deteriorando, de modo que la demanda de los inversores se reduce a lo que le podemos endosarle al BCE y a nuestra propia banca que ya está saturada de ella.
Es posible que Europa no pueda permitir que una nación, del peso específico de España, pudiera quebrar por no poder atender su deuda soberana; por el efecto multiplicador que tendría en el resto de países de la UE y por lo que supondría para la moneda única europea, ya suficientemente cuestionada por sus fluctuaciones de los últimos tiempos. La Zona del Euro necesita estabilidad y, por ello, se constituyó un Fondo de Ayuda para las naciones en dificultades, dotado con 750.000 millones de euros. Ello no obstante, no hay fondo que pudiera soportar el impacto de que una nación, de la categoría de España, si se llegara a una situación extrema como la por la que está pasando Grecia. Es obvio, pues, que instituciones que, como Bruselas, el FMI y el BCE sigan de cerca la marcha de nuestra economía y vigilen los pasos de nuestro Gobierno para adaptarse a las instrucciones que se nos dieron, a la par que prestan especial atención a la reacción del pueblo español y del millón seiscientos mil parados; enfrentados a un aumento de impuestos, un recorte de salarios y un problema con los pensionistas.
Es obvio que existe una gran desconfianza en Europa respecto a España. Se están encendiendo las alarmas por la constatación de la falta de liderazgo del señor Rodriguez Zapatero; su evidente incompetencia para manejarse en el difícil campo de la economía y los palos de ciego que está dando en su política. Está cosechando las críticas de la mayoría de los españoles, que piden elecciones anticipadas o, en su caso, que el PSOE active los mecanismos precisos para provocar su dimisión y sustituirlo por una gestora de tecnócratas que sean capaces de enfrentarse a los retos que España tiene planteados, algunos de los cuales tan urgentes, que no admiten dilación alguna si es que queremos evitar que nuestra nación pudiera caer en una quiebra soberana.
Miguel Massanet Bosch