Un diputado socialista llamó «cabezón» a Rajoy y parlamentarios del PP aseguran que le oyeron decir «maricón»
(Publicado en ABC, aquí)
El debate más vacío de contenido de todos los celebrados en el Congreso sobre el estado de la nación, y los estrenó Felipe González hace casi 25 años, ha resultado pobre hasta en cuestiones de ambiente. No hay anuncios gubernamentales de nuevas medidas de recorte o austeridad en el gasto como cabía esperar, y tampoco la oposición pone encima de la mesa medidas alternativas o complementarias contra la recesión.
Todo muy de trámite, llegan las vacaciones. Los mismos 2-3 minutos de aplausos al jefe de filas puestos los diputados en pie -tarde y con desgana Alfonso Guerra entre los escaños socialistas- y algunas interrupciones de libro por los murmullos de los parlamentarios más díscolos. La diferencia esta vez es que mientras Rajoy encajaba y hasta aprovechaba las interrupciones, Zapatero estaba especialmente molesto. Nada más lejos de la tensión que se mascaba en estos debates en los años finales del felipismo o en el acoso de la izquierda a los gobiernos de Aznar.
No obstante, se produjo algún incidente, como cuando un diputado del PSC, Joan Canongia, insultó a Rajoy desde su escaño. Los diputados del PP próximos al socialista catalán le señalaron desde sus escaños y después aseguraron que había llamado "maricón" -no gay- al presidente del Partido Popular. Los denunciantes, Gustavo de Arístegui y Gerardo Conde, aseguraron que lo habían escuchado claramente. Otros diputados próximos, del Grupo Mixto, entendieron "cabezón" y el propio imputado se apuntó a esa versión para quitarle hierro. No hubiera sido propio de un parlamentario tan progresista.
José Bono tuvo que citar por su nombre, a modo de amonestación o "tarjeta amarilla", a los diputados del Grupo Popular Madero y Cotilla, que eran los más díscolos cuando se pedía silencio; pero también nombró al socialista Álvaro Cuesta por hacer un gesto que, en palabras del presidente del Congreso, distraía más al orador, Rajoy, que las palabras. Esta vez no hubo debate o disquisición sobre si el gesto era obsceno o no. Un debate para olvidar.