A. GARCÍA BARBEITO
(Publicado en ABC, aquí)
Ni primarias, ni secundarias, ni extraordinarias. Ni Gómez ni Jiménez, ni Zapatero ni nadie. La noticia está donde lleva mucho tiempo engordando, en el paro, en esa lista donde millones de españoles escriben con pena su diario, un diario que es la crónica de una tragedia, en muchos casos, que no sólo nadie le ve el final sino que empeora cuanto más avanza. Llegó el paro, la noticia de las últimas cifras del paro, y a su lado, el triunfo de Gómez da pie a la pregunta: «¿Pero aquí estamos para celebrar algo?» Cualquier noticia alegre de la política debemos colocarla, inmediatamente, junto a los números de parados, para que no nos desbordemos en celebraciones, que hacer una fiesta de un triunfo en unas primarias sabe, en estos momentos, a lo que debe saber que se cuelen en un duelo veinte tíos vestidos de carnaval.
Ahí está la realidad más cierta, la que deja el adiós del verano, que los puestos de trabajo del verano son un parche de yeso que cuando creíamos que tapaba el desconchado, viene el otoño y lo cae y nos deja un desconchado mayor. Y encima sale Leire Pajín y dice que, aunque las cifras son malas, peores eran el año anterior. ¿Conoce a algún enfermo que mejore al decirle que el año pasado uno que tenía lo mismo que él murió? Dejémonos de cuentos y de fiestas, que aquí donde hay que hacer algo es en el terreno laboral —y eso para empezar, que tajo hay por delante—, generar puestos de trabajo, animar la economía, recuperar la esperanza. Me da lo mismo que Gómez guise arroz y gallos muertos por sus resultados de triunfo, porque eso —como ocurriría si lo hiciera otro partido— no arregla nada. No estamos esperando a ningún «mesías» nacido de unas primarias, esperamos al hombre —o a la mujer— que venga con soluciones bajo el brazo. Porque mientras cada trimestre crezcan las cifras del paro, aquí la única que puede celebrar triunfo es la ineptitud.