Normalmente los acontecimientos en los que interviene la ciudadanía, aquellos en los que los políticos se ponen a tiro de piedra del pueblo llano y dejan ver lo que, con tanto celo, procuran ocultar en el anonimato del despacho oficial o detrás de los periódicos o, con mayor frecuencia, amparados por los confortables plató de las TV; a resguardo de cualquier pregunta molesta de los votantes o de reacciones inesperadas y poco gratas de grupos de personas en paro o protestas legítimas de las mismas familias de los militares, que se han visto obligadas a sufrir, en sus carnes, las medidas restrictivas y, evidentemente, antimilitaristas, de un Gobierno que prefiere tener apartado al Ejercito de cualquier protagonismo que pudiera poner en peligro sus manejos, (encaminados a descuartizar España en países independientes, para poner imponer, en cada uno de ellos, el adoctrinamiento del frente popular marxista, que parece ser el objetivo per se del señor Rodríguez Zapatero); no se perfeccionan, digámoslo así, no producen sus efectos o son objeto de análisis en caliente, sino que es, con posterioridad a los hechos, cuando se les pasa revista y se procura sacar conclusiones de ellos.
En esta ocasión, en la celebración del día de la Hispanidad, con motivo del desfile militar que suele acompañar a los actos oficiales que se celebran en Madrid; es evidente que se han producido hechos que se salen de lo que suele ser la rutina habitual de tales ceremonias, que suelen discurrir dentro de unos parámetros bien medidos, como suele ocurrir en cualquier celebración en la que interviene el Ejército. En especial, se han dado dos importantes interferencias o alteraciones de la normalidad que suele presidir la ceremonia castrense, lo suficientemente destacadas, significativas, anómalas y preocupantes para que la clase política, en su conjunto, se haya sentido preocupada; preocupación que mucho nos tememos haya tenido su reflejo en la propia familia real que, en su limbo que los eleva por encima del resto de los mortales, parece que, en ocasiones, están alejados de lo que ocurre fuera de los ámbitos que les son habituales, que se quedan desplazados cuando ocurre algo que sobrepasa su comprensión. En primer, lugar es evidente que las sonoras pitadas, las multitudinarias exclamaciones de rechazo al señor Zapatero y a su Gobierno, han tenido tintes, tanto en la intensidad y sonoridad de las protestas como en la evidente crispación que se produjo en la multitud de los alrededores de la plaza de Lima, que, a pesar de haber sido alejada de la Tribuna presidencial más de doscientos metros, de carecer de pantallas para poder seguir la ceremonia y de haberles ocultado, silenciando los altavoces, la llegada del señor ZP por un itinerario distinto al habitual, supieron enterarse de su presencia cuando tuvo que acudir a recibir a SM el Rey. No tenían referencias visuales ni sonoras de lo que estaba cociéndose en la zona reservada y, por ello, se produjo el error de protestar mientras se celebraba la ceremonia de recuerdo de los caídos por España.
El enfado real y evidentemente compulsivo del mismo ZP y de alguno de sus ministros, que no supieron disimular su nerviosismo ante la fenomenal bronca del público asistente; dio lugar a reacciones extemporáneas de alguno de ellos. Mientras ZP sorteaba el temporal pidiendo respeto por la ceremonia de honores a los caídos; el señor Pepe Blanco se despachó con ataques a la derecha y extrema derecha y, la señora Chacón, dejó asomar su vena de intransigencia y autoritarismo hacia los que no aceptan la disciplina socialista, proponiendo modificar los “protocolos” ¿cuáles protocolos?, para que no se repitieran las protestas en semejantes eventos. Es muy curioso que esta señora, que se ponía la camiseta de “todos somos Rubianes” cuando dicho señor, en un programa del señor Oms en la TV3 de Catalunya, se despacho a gusto contra España, profiriendo insultos que, por supuesto no voy a repetir, poniendo a la patria y a los españoles por los mismos suelos. Lo que va de ayer a hoy Y no olvidemos que esta señora es una de las aspirantes que esperan ocupar el puesto del señor ZP, cuando éste abandone la presidencia del gobierno. Todos ellos se olvidaron de cuando ellos acudían ante las sedes del PP a gritar contra ellos, llamándolos asesinos, quemando retratos del señor Aznar y acusando a toda la derecha de ser los malos de la película. ¡Hace falta tener cara dura, para pretender amordazar a los ciudadanos, porque se han “atrevido” a gritarle, al señor Zapatero, lo que hoy piensa de él una gran mayoría de los españoles!
La segunda sorpresa de la jornada, que los socialistas se han esmerado en ocultar, ignorar y procurar que no se levante mucho revuelo alrededor de lo ocurrido; ha sido la que nos proporcionó el señor Hugo Chávez, molesto porque le hayan sacado las vergüenzas con el caso del etarra Cubillas Fontán que, con otros muchos, han encontrado cómodo refugio bajo el régimen tiránico de Venezuela y, lugar donde poderse entrenar libremente con el apoyo del mismo gobierno. Por lo visto, el que en España se haya pedido la extradición del etarra Cubillas le ha sentado mal al señor Chávez, que se lo ha tomado tan apecho que ha calificado la petición de nuestro Gobierno y de los jueces españoles como “palabras necias”. De aquí a que, la pretendida “diarrea” del abanderado que tenía que desfilar portando la bandera venezolana, le haya impedido desfilar con las otras ocho naciones hispano americanas que desfilaron con sus respectivos estandartes ante SM el Rey y las autoridades; nos hace pensar, con suficiente lógica, que la rabieta del señor presidente venezolano le impulso, sin meditarlo suficientemente y haciendo uso de su proverbial mala educación y falta de consideración hacia España y los españoles, a dar la orden de que la bandera se quedara en la embajada venezolana y no asistiera al desfile.
Hasta aquí lo de Chávez pero, señores, lo malo de todo este continuo ceder ante las ofensas que se nos hacen, esta sumisión a los caprichos del ogro venezolano, la falta de firmeza del Gobierno ante situaciones como la que se ha citado y el miedo y pusilanimidad de nuestro Ejecutivo, representado por esta nulidad absoluta de la diplomacia española que es el señor Moratinos; parece que va a dejar pasar, sin mayor reacción, que las explicaciones que se pidieron al señor Chávez, sean las que, con la contundencia que en él es habitual, dio por TV: “ a palabras necias oídos sordos”. De modo que, las peticiones de nuestros jueces de extradición o que sea juzgado en Venezuela el etarra Cubillas, empleado importante de la Administración Venezolana y experto en entrenamiento de etarras, para que luego vengan a España a cometer sus tropelías; mucho nos tememos que, como ha sucedido en ocasiones anteriores, se quede en agua de borrajas y que los españoles tengamos, una vez más, que humillarnos ante las bravatas de este sujeto, que parece que nos la tiene jurada. Su única argumentación, en la que parece que fija toda su defensa, es que todo es una ceremonia “orquestada” por el PP y la derecha española que está empeñada en acabar con la “democracia” venezolana lo que, por supuesto, este señor que amordaza a la oposición de su país, que va arrebatando con expropiaciones las tierras de sus ciudadanos y de los españoles que residen en aquel país, que toma parte y apoya a todas las bandas terroristas que acosan a sus países vecinos, con la evidente intención de implantar su doctrina comunista y totalitaria en todas las naciones vecinas, para formar un nuevo polo, al estilo de la Unión Soviética, en toda Sudamérica; no va a aceptar. Este es el Ejecutivo del que dependemos; éste que no debe quejarse si, cuando se les presenta la ocasión, los que aman a España, le pidan la dimisión a ZP. No todos somos secesionistas, socialistas o antisistema, que le bailan el agua para sacar tajada económica de ello. ¡Ni hablar!
Miguel Massanet Bosch