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Los PGE del 2.011 ¿caída a tumba abierta? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 22, 2010 por admin6567
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“Sólo hay dos excesos: excluir la razón o no admitir otra cosa” ( Blas Pascal) Y, mal que nos pese, debemos admitir que el gran pensador estaba en lo cierto porque, a poco que nos paremos a reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, en esta sociedad española del siglo XXI, deberemos reconoce que, una gran parte de ella, se inclina por lo primero, prescindiendo de la facultad de razonar de la que nos dotó el Creador; limitándose a dejarse impeler por sus impulsos naturales, entregándose sin más a las modas de cada momento y prescindiendo de todo aquel tipo de actividades intelectuales que pudieran enriquecer su mente para elevarla a la dignidad de persona pensante, digna de figurar, de pleno derecho, como miembro de la raza humana. La otra parte, en este caso una minoría ilustrada, está formada por los entregados a las reflexiones profundas, los que investigan las razones de ser de las cosas y que no descansan hasta encontrar la clave de cada fenómeno, problema, acertijo, enigma o planteamiento físico o  metafísico, con el objeto de hallar la justificación razonable a todo lo que sucede en el marco restringido de nuestro planeta o del orbe infinito.  Me imagino que, ambos “excesos”, tienen sus “peros”, pero me inclinaría por entender que la abulia, el desinterés, la holgazanería y la pereza de utilizar el cerebro para la función para la que nos fue entregado, tiene, sin duda, menos justificación y más castigo que los que lo sobreexplotan para contribuir, con su ciencia, al progreso de la humanidad.

No crean que el parrafón, con el que he empezado este artículo, es una demostración más de mi demencia senil, no señores, es simplemente el constatar lo fácilmente que la gente  se deja influir por las simples apariencias, los que, en lugar de reflexionar a fondo sobre las ideas y los razonamientos, prefieren seguir, como rebaño de ovejas, lo que se les pone a su alcance por aquellos que se sirven de este adocenamiento cerril para hacerlos comulgar con ruedas de molino. Dicen que “recordar es vivir” y podríamos añadir que recordar, en muchas ocasiones, es un sano ejercicio que nos permite constatar lo que se nos pronosticó como cierto con lo que, al fin, ha acabado por ocurrir en la realidad; algo que, al menos con estos señores socialistas que nos gobiernan, más a menudo de lo que sería razonable, suele acabar por ser la antítesis de lo que nos anticiparon que iba a suceder. Veamos por ejemplo. Seguro que ustedes recordarán aquellos cara a cara dados por TV en vísperas de las últimas legislativas; en uno de ellos se enfrentaron el señor Solbes del PSOE y el señor Pizarro del PP. En esta ocasión se midieron un veterano de la política, encarnado por el señor Solbes y un neófito,  por añadidura, excesivamente educado, como era el señor Pizarro. Los sabios de la prensa adicta al partido socialista, entre ellos este periodista resabiado y tan inestable como es el señor Iñaki Gabilondo, decidieron, por unanimidad, que el vencedor del encuentro había sido el señor Solbes (de hecho ya lo habían decidido antes de que celebrara el enfrentamiento), pese a la documentada argumentación del señor Pizarro.

No obstante, los que supieron valorar, con objetividad,  aquella contienda verbal,  sacaron una conclusión diametralmente opuesta y le otorgaron, sin la menor duda, la victoria aplastante al señor Pizarro. ¿Qué fue lo que sucedió entonces? , pues algo muy sencillo se 8u7tilizó la maquinaria propagandista del PSOE. Y lo más penoso no es que los socialistas  se valieran de todos sus trucos, martingalas y poder mediático para desautorizar al señor Pizarro y alabar al señor Solbes; lo peor, señores, es que lo mismo hicieron el señor Rajoy y su equipo, a los que les faltó tiempo para destituir al señor Pizarro de su puesto y condenarlo al ostracismo; hasta que, cansado de que se le tomase por el pito del sereno, decidió retirarse de la política. Por desgracia, este suele ser el destino de aquellas personas de valía, de los que son expertos en su profesión y no se cortan ante los que, sin su bagaje intelectual, pretenden darles lecciones de cómo actuar. El tiempo se ha encargado de confirmar, uno por uno, los pronósticos de lo que se veía venir para España, expuestos por el señor Pizarro y ha descalificado, con un suspenso, los errores garrafales que, un sobrado señor Solbes, intentó colar a una audiencia, incapaz  de analizar las señales de crisis que ya se estaban empezando a notar en algunos sectores de la economía del país, especialmente en el ramo de la construcción.

Hoy mismo se aprobarán los PGE para el 2011. La señora Salgado los defenderá y, estén ustedes seguros de que lo hará con la boca pequeña, porque no me cabe duda de que ella sabe  que el PIB español no va a subir, como a ellos les interesa que nos creamos, un 1’3%, sino, con suerte, puede que alcance el 0’6% o el 0’7%. ¿Qué ocurrirá si se produce tal desfase?, pues muy sencillo que las cifras sobre los que se apoyan las partidas presupuestarias, los gastos previstos, las dotaciones para atender los pagos de los desempleados ( un 58% del presupuesto) y el descenso del déficit público, no van a poder ser alcanzados.  Si no hay “rebrotes verdes”; si la reforma laboral no significa una mejora de productividad de las industrias; si no hay créditos para renovar los activos y no hay posibilidades de que las empresas puedan flexibilizar sus plantillas; no sólo mediante el despido de efectivos (algo complicado si no hay acuerdo con los trabajadores), sino pudiendo trasladarlos de centro de trabajo e incluso de sus puestos habituales, para adaptarlos a las necesidades de cada momento de la producción y la demanda; nos hallaremos ante un encorsetamiento que nos va a dejar fuera del juego en cuanto a competitividad internacional.  Si el PIB no consigue mejorar, si no alcanza en un plazo razonable la carismática cifra del 2’5% (todavía estamos en negativo) las posibilidades de que se cree empleo quedan reducidas a nada. Pero es que, si no remite el crecimiento de los que ingresan en el paro, nos iremos endeudando cada vez más sobrepasando los límites del 60% sobre el PIB permitidos por la CE.

Lo preocupante es que, con el sistema autonómico, con el desmadre de los gobiernos comunitarios, que se han dedicado a despilfarrar lo que han recibido del Estado y lo que han recaudado de los tributos cedidos, confiando que vendría el papá Estado a resolverles sus problemas económicos para solucionarles, con ayudas específicas,  el enorme déficit que vienen acumulando; se están endeudando de tal manera que, hoy en día, la deuda de las empresas públicas de las CC.AA ya representa el 1’5% del PIB ( y va subiendo). Lo curioso es que, mientras el personal de la Administración Pública del Estado ha disminuido en 300.000 puestos, no obstante, el de las CC.AA se ha incrementado en  668.000, de modo que los  empleados regionales ya han alcanzado la cifra de 1.345.000, o sea, más del 50% del total de funcionarios españoles. El Instituto de Estudios Económicos ya ha dado la voz de alarma en su informe sobre los PGE para el 2011, diciendo que: “es una cuestión primordial la reducción y el condicionamiento de las transferencias a las administraciones territoriales”.

Y es que, señores, los PGE se basan sobre unas previsiones macroeconómicas irreales; lo que significa que las cuentas públicas no se cumplirán y el déficit público será mayor del previsto (6% del PIB). Lo peor de que ocurra este desfase, es el peligro de que se produzca un castigo de los mercados en forma de mayores primas de riesgo o, como parece que ya viene anunciando la señora Salgado, curándose en salud,  que sea preciso un Plan B, apelando al recurso de medidas adicionales de ajuste. Ambas probabilidades nos ponen en riesgo de volver a caer en recesión o, mejor dicho, que no podamos salir de  de ella a tiempo. ¿Por qué, pues, esta euforia de ZP? Lo mismo me pregunto yo.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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