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Llegan los felipistas, ¡empieza el juego sucio! (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 25, 2010 por admin6567
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Bla, bla, bla y bla… sí, señores, esta es la fórmula que se utiliza en nuestro país para solucionar los graves problemas que nos afectan. El señor Rodríguez Zapatero “blablea” con su típico sincopamiento, para intentar convencer a la ciudadanía de que, sin él, sin el PSOE y sin sus recetas mágicas… impuestas desde fuera, por supuesto, esta España del 2010 no puede salir de su estancamiento. Lógicamente se niega a reconocer que fueron, precisamente, ellos, los socialistas, los que nos llevaron a estar en la cola de los países europeos y que si, en realidad, algún día conseguimos superar nuestras carencias y remontar la difícil senda de la recuperación; difícilmente será como consecuencia de sus decisiones, de sus actuaciones y de su capacidad para gobernar el país. Lo que ocurre es que, la mayoría de políticos con los que contamos en esta nación parecen cortados con el mismo patrón y, aparte del consabido bla, bla, bla, no parece que tengan mucho más que ofrecernos a los españoles que, como demuestran todas las encuestas, ya estamos hasta el mismísimo moño de que pretendan darse lija para que, después, los resultados de su gestión no sean otros que haberse enriquecido personalmente, a costa de que el pueblo se haya empobrecido aún más. Y es que, cuando en la concesión de los premios Príncipe de Asturias, vemos como algunos de los premiados, con palabras rimbombantes y gestos adustos, pretenden aleccionarnos sobre la conveniencia de que nos amemos los unos a los otros, que todos contribuyamos generosamente a que se erradique la pobreza y que se haga un justo reparto de la riqueza; no puedo evitar que estos tópicos, tantas veces repetidos, me suenen a falsa moralina, a palabrería vana y a jactancia temeraria; lo que me impulsa a preguntarme si, en lugar de tanta fiesta, tantos premios y tanta prosopopeya y fatuidad, no fuera mejor que todo el dinero que se mueve para financiar estos actos, evidentemente más mediáticos que útiles, fuera destinado a otros fines más productivos y necesarios.

Y es que, esto de compadecerse de los pobres, pedirles paciencia ante el infortunio  u ofrecerles promesas de recuperación a los indigentes, puede resultar muy vistoso, puede servir para que se justifiquen aquellos personajes que disfrutan exhibiendo sus trofeos y, es posible, que sirva para aliviar las conciencias de los poderosos, cuando fingen que se sienten muy afligidos por las cuitas de los que carecen de lo imprescindible; pero lo que es obvio es que, de poco sirve que unos sociólogos se lamenten de  los desastres de la humanidad, cuando nadie hace lo preciso para remediar sus causas. Me resulta difícil de digerir que, el propio príncipe Felipe, en su discurso, demostrara su preocupación por los parados que hoy tenemos en España y, como único consuelo, para los que carecen de trabajo, les dijera que no se preocupen, que todo se arreglará y que “es sólo una coyuntura transitoria” que, un día u otro se superará. ¡Valiente ayuda para aquel obrero que no puede atender a los suyos, por carecer de ayudas para remediar sus necesidades! ¿No sería mejor que dedicara una parte de sus emolumentos y de sus prebendas para ayudar a alguno de estos desgraciados a los que les aconseja paciencia? Porque, lo que sí es evidente, es que ni él ni los políticos del Gobierno ni los que cortan el bacalao en los ministerios, tienen problemas para llegar a finales de mes. Viven a lo grande, con sueldos millonarios y disfrutando de los beneficios de la llamada jet society.

No soy precisamente uno que simpatiza con los ingleses. He de confesar que me pongo de los nervios cuando veo como, este Gobierno socialista, se deja ningunear por la rubia Albión, cuando nos expulsan de nuestras aguas territoriales o cuando el señor Caruana gallea, amenazándonos con la flota británica. Siempre he pensado, que son una casta engreída y dominante que se dedica a mirar al resto de los europeos por encima del hombro; pero, señores, no me queda más remedio que reconocer que, en muchos aspectos, son un pueblo que merece la admiración por su sensatez, su frialdad, su entereza ante los infortunios y su modo ejemplar de reaccionar ante las adversidades, como supieron demostrar durante la segunda Guerra Mundial de 1.939, cuando fueron sometidos a bombardeos constantes por la Luftwaffe alemana y las famosas V1 y V2, bombas teledirigidas que causaron verdaderos destrozos materiales y graves pérdidas de vidas humanas en la capital del reino, Londres. Cuando observamos, decepcionados, lo que el señor Zapatero ha hecho durante el tiempo que lleva gobernando, sin conseguir mejorar nuestra economía, mantener el empleo y ayudar a salir de la crisis a muchas empresas, que no han podido salvarse por no poder acceder a créditos que los bancos han ido negando sistemáticamente; y nos fijamos en cómo el nuevo Ejecutivo británico ha enfocado los problemas de su país; no podemos dejar de sentir envidia de unos dirigentes que han sabido prescindir de sus intereses partidistas, de sus propios ideales y  de sus réditos electorales; para enfocar su política, sin temor a lo que les pueda costar en su prestigio como gobernantes, a hacer lo que es mejor para el Reino Unido tomando, con valentía, medidas impopulares, que ponen en cuestión los intereses que afectan a una parte importante de los funcionarios, disminuyen en un 19% el presupuesto público y exigen a toda la población británica que se apriete el cinturón; ajustándose a las medidas de austeridad que ha decidido imponerles el Gobierno. Lo curioso es que, un 60% de los ciudadanos, las aceptan con resignación, pero sin protesta.

Y es que hay dos formas de enfocar una situación complicada. La primera, actuar con decisión, firmeza y olvidándose de el coste político que se pueda derivar de unas medidas poco populares pero necesarias, inevitables y bien encaminadas para que rindan el fruto que se espera de ellas, como vienen haciendo, cada una con más o menos oposición por parte de la ciudadanía, Inglaterra y Francia ( ya no hablo de Alemania que, como es habitual en este país, hace tiempo que la señora Merkel cogió el toro por los cuernos y ya están en plena recuperación económica) y, una segunda forma de actuar, que es la que ha adoptado el gobierno socialista del señor Zapatero, que ha optado por negar la crisis, después quitarle importancia, más tarde decir que nuestra economía y finanzas estaban en condiciones de superarla sin esfuerzo, para acabar teniendo que reconocer que estábamos con el agua al cuello pero que, si nos fiábamos de ellos, pronto nos iban a sacar del atasco. Han preferido sumergirnos en un mundo de palabrería, para ocultarnos al pueblo español los fracasos de sus políticas financieras y económicas, su escandaloso déficit público y su progresivo endeudamiento.

Ahora, en lugar de intentar recomponer los errores, de procurar rectificar y aceptar las reglas del juego de una economía moderna, persisten en su yerro y, en lugar de destituir al señor ZP y llegar a un gobierno de coalición con el PP, para cambiar de políticas y darle un vuelco a esta cuitada nación; han decidido persistir en su desvarío y han nombrado a unos ministros, viejos conocidos del pueblo, incapaces de solucionar los urgentes problemas financieros, sociales y económicos que padecemos, para valerse de ellos para echarles las culpas de sus desaciertos a la oposición del PP; para intentar convencer al electorado, de forma atrabiliaria y torticera, de que, el grado de degradación que tenemos hoy en día, se ha debido a que, el PP, no ha querido arrimar el hombro. Rubalcaba, es un verdadero especialista en esta materia, como lo demostró en la etapa de Felipe González, con los Gal, y en las negociaciones con ETA. Ahora finge darles duro mientras, es muy posible, que mantengan contactos secretos con ella para buscar una componenda que les sirva para recobrar la iniciativa. ¡Ojo con él, señor Rajoy!

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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