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Trinidad Jiménez entre dudas e inexperiencia (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el noviembre 8, 2010 por admin6567
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Es posible que los más jóvenes no lo recuerden, pero hubo un cómico mejicano que adquirió una gran fama en todo el mundo por sus películas llenas de humor, contenido y denuncia social que se caracterizó por una nueva forma de hacer reír a la gente basada en su peculiar forma de expresarse. Mario Moreno “Cantinflas” se distinguía por utilizar un lenguaje sumamente enrevesado, una jerga que rezumaba comicidad debido a la dificultad de seguirle el hilo y la gesticulación que le imprimía al idioma para que el resultado fuera, inevitablemente, lograr la carcajada de la audiencia. El hablar y hablar para, al fin y al cabo, no decir nada; tampoco les es ajeno a los ministros del gobierno y al propio Zapatero, que han hecho de esta manera de comunicarse con los ciudadanos un verdadero arte. El utilizar palabras hiperbólicas para intentar convencer a la audiencia de que, lo que se explica no tiene vuelta de hoja y que quien ose contradecirlo debe ser anatemizado antes de que, ni siquiera, se le permita exponer sus propios argumentos; es algo que la izquierda utiliza con gran habilidad. Lo curioso de esta fórmula, consistente en excluir a determinados colectivos políticos, simplemente por habérseles atribuido la maldición de no compartir las opiniones, presuntamente bendecidas por los grandes popes de la denominada progresía o divina gauche, como fue bautizada en un tiempo; dando por supuesto que lo que se defiende desde otra óptica no es políticamente correcto; nos puede dar la idea del gran engaño que se ha construido alrededor de este concepto tan manido, tan mal interpretado y tan poco practicado en la realidad, por estos sistemas políticos que gobiernan con mano de hierro determinados países, que se consideran democráticos y que no son más que meras parodias retóricas de lo que debería ser entendido como una verdadera y representativa democracia.

No lo esperaba o. mejor dicho, esperaba más de esta ministra, Trinidad Jiménez que, en honor a la verdad, en el ministerio de Sanidad, aparte de comprar más vacuna para atajar la gripe A de la que precisábamos, en un exceso de precaución; había cumplido razonablemente con su tarea. Es evidente que esta polivalencia que, el señor Rodríguez Zapatero, les otorga a todos sus ministros y altos cargos de la Administración; partiendo de la base, errónea, de que todos sirven lo mismo para un fregado que para un barrido, quiere dar a entender que, todos ellos, son capaces de desempeñar cualquier ministerio, por alejado que pueda estar de sus particulares conocimientos o de su especial capacidad para ocuparlos. Es obvio que, por esas servidumbres que comporta la paridad entre hombres y mujeres y, siendo uno de los objetivos de este socialismo imperante que debemos soportar, el conseguir que las mujeres, sirvan o no sirvan, deban tener preferencia para suplantar a los varones, tanto en puestos de responsabilidad política o administrativa, como en cualquier otra actividad, en abierta competencia con el otro sexo y, con una especial protección que se les otorga a las féminas por el simple hecho de ser mujeres ( cargándose el principio constitucional según el cual no debe haber diferencias, entre ambos sexos, que puedan beneficiar a uno de ellos por encima del otro); resulta palmario que, en la constitución de sus gobiernos, el señor ZP tuvo que acudir a lo que tenía más a mano y así nos llegó la señora Magdalena Álvarez, a ocupar Fomento o la pizpireta Aído, a presidir un ministerio de Igualdad (absurdo desde su implantación), fabricado ad hoc para ella o la propia señora Salgado, de la que no se puede decir que le falte preparación académica pero que, sin duda, su inexperiencia la ha llevado a cometer errores de bulto en su gestión, seguramente propiciados por ZP y su evidente “talante” dictatorial y egocéntrico, que le ha llevado a creerse un comodín capaz de manejar todos los aspectos del Gobierno.

Mención aparte merece la “joya de la corona”, la protegida del señor ZP, esta ministra de Sanidad que nos ha colado de matute, después de que, en la Secretaría de Organización del PSOE, cometiera innumerables errores y se extralimitara en sus declaraciones laudatorias a su jefe de filas, Rodríguez Zapatero, cuando éste ocupó el presidencia de la UE, en la que se debía producir un encuentro con Obama que ella comparó con el encuentro galáctico del siglo. Sea como fuere, ZP pensó que, sustituyendo a Moratinos, completamente desacreditado por su gestión catastrófica de nuestra diplomacia, y colocando en su lugar a la campechana y simpática Trinidad, cubriría uno de sus flancos que había sido más atacado. No tiene suerte o, nuestra ministra, ha perdido cualidades, porque es algo incuestionable que, los primeros pasos de esta señora en Asuntos Exteriores, nos han hecho recordar aquella ley de Murphy que hablaba de que “cada solución abre paso a un problema todavía más difícil”. Si metió la pata hasta el corvejón al afirmar impulsivamente que, en Venezuela, no había ningún preso político; motivando que, la Mesa de Unidad Democrática, le dirigiera una carta en la que se le recriminaba “un uso insuficiente, parcial e incompleto de los informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch”, en los que la señora ministra se escudaba para negar la existencia de presos políticos en Venezuela, a la vez que denunciaban que, en España, se podía intuir que se aplicaba la política del señor Zapatero movida por  “meros intereses comerciales”. Otra organización, la  agrupación de Derechos Humanos, Venezuela Awareness Foundation, también le ha pedido a la ministra que. “colabore en nuestra búsqueda incansable de la libertad de los presos políticos venezolanos”. Y es que lo evidente no se puede negar, señores.

Para mayor confusión de los españoles que esperábamos que, el cambio en el ministerio de Exteriores, comportaría una rectificación de la política de confraternidad con Cuba y su régimen autoritario; parece ser que no va por los derroteros esperados y que vamos a seguir en la línea de apoyo al régimen de los Castros, según se deriva de los esfuerzos realizados por la nueva ministra para convencer a los europeos de que, en Cuba, el régimen ha dado muestras evidentes de querer cambiar. En una nueva edición de lo que ha sido la política española, hasta la sustitución del señor Moratinos; la señora Trinidad Jiménez, en su primer viaje como plenipotenciaria a la CE, insistió, ante el Consejo de Ministros de la UE, en que era Europa la que debería darla una “señal” a Cuba de que “es necesario más que nunca establecer una relación basada en la confianza, el respeto y la bilateralidad”. Como era de esperar en Europa no se fían de los Castro y no van a modificar su posición de reserva ante los tímidos esfuerzos realizados por Cuba para congraciarse con los europeos. Otra cosa será, y esto debería alertarnos de los manejos que se trae Gobierno que, como parece haber dado a entender la señora ministra, está preparando cambios en nuestra postura hacia Cuba, para implementar nuestras relaciones con el régimen y para establecer acuerdos bilaterales con la república comunista de los hermanos Castro.

El broche a estos primeros pasos, vacilantes e indecisos, de la señora Jiménez, ha sido su actitud ante el hecho imperdonable de que dos periodistas españoles, acreditados en Rabat, hayan sido golpeados y maltratados por grabar los actos de un juicio, en Casablanca, contra siete activistas saharauis. Puede que sea algo anecdótico, pero sin duda es una muestra más de cómo somos tratados los españoles en el reino alahuí y el poco respeto que se tiene por la vecina del norte, por parte del monarca Mohamed VI. Las pobres, deslavazadas y embarulladas explicaciones que logró pronunciar la ministra Jiménez, su evidente deseo de justificarlas y su sectarismo político, creo que han sido la expresión más patética de la rendición de España ante Marruecos. ¡Penoso, señores!

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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