Antes se hablaba de “Madre Patria” y todos entendíamos a qué nos estábamos refiriendo. Recordábamos las gestas de Cristóbal Colón, de Hernán Cortés, de Francisco Pizarro, de Orellana y todos aquellos esforzados aventureros que llevaron a América la cultura española y que sacaron, con mejor o peor fortuna, a los indígenas de su primitivismo e incultura, si es que podemos llamar incultura el no hablar nuestro idioma, no vestirse según las normas imperantes en Europa o no practicar nuestra religión. En todo caso, admitiendo los “peros” que se le puedan poner a nuestros descubrimientos y conquistas allende los mares, los españoles que se trasladaron a colonizar nuestras provincias de ultramar y el mestizaje que le siguió, como consecuencia de la mezcla de sangres que tuvo lugar entre indígenas y españoles; dieron lugar a que, en países como Argentina, Méjico o Cuba, los nostálgicos se refirieran a España como la “madre patria”. Sin embargo, si ahora tuviéramos que aplicar los mismos parámetros a los saharauis a los que España, precipitadamente, con unas prisas poco explicables y sin preocuparse, ni poco ni mucho, por las condiciones en las que dejaba a aquellos indígenas, sin atenerse a los mínimos principios de la prudencia, que hubieran recomendado dejar unas instituciones estables en el ex protectorado y unas fuerzas organizadas, encargadas de mantener el orden dentro del país hasta que, la propia dinámica de la nueva nación, hubiera sido capaz de superar, con garantías de continuidad y estabilidad, los tropiezos normales de la primera etapa de independencia; hubiera permitido que los emancipáramos, definitivamente, para que emprendieran su propio camino, a salvo de la codicia de las naciones vecinas.
No obstante, deberemos admitir que, no sabemos si por los resabios de la campaña de Marruecos contra las cábilas del cadí Abd el-Krim en 1921 o por esta especie de miedo de los gobernantes españoles ( felizmente superado por el señor Aznar) a su vecino del norte de África o, y mucho nos tememos que esta sea la verdadera causa, por simples intereses económicos, a los que tampoco parece que sean ajenos los gobiernos de la Comunidad europea que –como ha hecho España por boca de la ministra de asuntos Exteriores, señora Trinidad Jiménez –, han tratado de sacudirse las pulgas de encima remitiendo el problema de los sahauries a las conversaciones del Frente Polisario y Marruecos en la ONU – un organismo caracterizado por su incapacidad para solucionar problemas y que se dedica a costear comisiones integradas por izquierdistas, masones y anticlericales, dedicados a favorecer el aborto, promocionar la regulación de la natalidad y el apoyo a los colectivos de homosexuales y lesbianas –. Lo verdaderamente extraordinario es que, estas famosas conversaciones, han vuelto a quedar estancadas durante un mes y, entre tanto, la policía y el ejército de Mohamed VI se están empleando a fondo en El Aaiún, arrasando el campamento de protesta, instalado por algunos patriotas; de modo que, el número de muertos va en aumento. Aunque han implantado la ley de la mordaza, impidiendo la presencia de periodistas extranjeros, la realidad es que, esta operación tiene todo el cariz de ser una verdadera limpieza étnica.
Según declaraciones de un tal Brahim Ahmed, hechas al diario digital LD, se confirma lo de un intento de establecer diferencias raciales entre los habitantes de aquella zona conflictiva, cuando parece que a los colonos marroquíes se les han facilitado gorros blancos para distinguirlos de los sahauríes y, de esta forma, facilitar su identificación y detención. Es sabido que los EE.UU. de América se han convertido en los grandes amigos del sultán de Marruecos, por lo que no se puede esperar del señor Obama que abra un nuevo frente en su malparada gestión para sentarle las costuras al alahuita; tampoco parece que, desde Bruselas, quieran intervenir a favor de los más débiles, por lo que han optado por desentenderse y, en la ONU, como ha quedado palmario con el aplazamiento de las conversaciones Polisario—Marruecos, tampoco parece que quieran mojarse ante un conflicto tan incómodo. Quedaba España, el país descolonizador, el que estuvo dirigiendo los destinos del llamado Sahara español hasta que en 1.976 se desentendió del tema dejándolo todo en manos del Comité Descolonizados de la ONU, permitiendo que Marruecos y Mauritania se hicieran cargo del Sahara y que sus habitantes quedaran a merced de las dos potencias africanas. Evidentemente, lo que debiera haber sido una descolonización dejó de serlo y pasó a ser una controversia directa entre la población indígena y Marruecos, que sigue empeñado en anexionarse dicho territorio, ya sea por una resolución favorable emanada del indicado comité o, y parece que esta va a ser, en definitiva, la opción por la que se va a decidir; mediante el empleo de la fuerza bruta para anexionarse el territorio ambicionado.
Así, España, de “madre patria” se ha convertido en “madrastra patria”. En primer lugar por la cobardía demostrada ante el tour de force, la llamada Marcha Verde, que tuvo lugar en 1.975 y que tenía el apoyo de los EE.UU. ; una operación preparada desde Marruecos y que, con un poco de decisión ( el Ejército hubiera podido, fácilmente, desbaratarla y poner a sus integrantes en franca huída, si se le hubiera autorizado) por parte de los gobernantes españoles se hubiera podido retrasar, si no evitar, la descolonización que, a la vista de lo que está sucediendo con el pueblo autóctono, estoy seguro de que, si fuera nuevamente consultado en la actualidad, optaría por volver al seno del antiguo protectorado. En segundo lugar, por la política del actual gobierno socialista de sumisión absoluta a los dictados de Marruecos que, a la vista de la facilidad con la que va consiguiendo el que nos atengamos a sus instrucciones, se viene envalentonando cada día más y va moviendo sus peones con mayor agresividad, en función de nuestra actitud mojigata. Tenemos miedo a que dejen a Al Qaeda que opere desde su territorio; algo que carece de base creíble alguna debido a que, el autócrata marroquí, el sultán Mohamed VI, tiene todavía más interés que España en mantener alejados de sus dominios a los terroristas de izquierdas, dirigidos por el otro Osama, en este caso el Osama Bin Laden; ya que, el monarca alhajita, está convencido de que, en el caso de una operación de Al Qaeda desde sus territorio contra nuestro país, su estancia, al frente del reino marroquí , quedaría reducida a unos pocos meses.
Y, en tercer lugar, el pánico y la falta de confianza en nuestros recursos, en nuestra posición estratégica al sur de Europa y este miedo que las izquierdas le tienen a cualquier alusión a una intervención militar, aunque sólo fuera para defendernos y defender a Ceuta y Melilla, les hace plegarse ante cualquier amenaza, prefiriendo lo que los cobardes califican de “diálogo”, “concertación”, “pactos” etc., aunque ello signifique ceder, una y otra vez , antes que mostrarse decididos, defender con uñas cada palmo de nuestro terreno y, si fuere preciso, enseñarles los dientes para que supieran que se han acabado las reverencias y ha llegado el momento en el que los españoles hemos dejado de transigir ante los desafueros de estos incómodos vecinos. Dejemos ya de escudarnos ante excusas como son la de argumentar nuestra relaciones comerciales, nuestras inversiones y nuestros intereses en estos países, tanto si se trata de Marruecos como de Venezuela, porque quienes invirtieron en ellos ya sabían a lo que se exponían y, por tanto, que cada cual apechugue con las consecuencias de sus actos. Hemos llegado a un grado de sumisión, de falta de reacción ante los insultos que nos prodigan otros países y absoluta rendición a esta “paz” deshonrosa, que siempre se nos propone que, sintiéndolo mucho, acabaremos por avergonzarnos de ser españoles.
Miguel Massanet Bosch