Artur Graf fue un escritor y poeta italiano cuya vida cabalgó entre el siglo XIX y el XX y que gozó de un ingenio que le permitió pronunciar frases que para sí las hubiera querido el famoso Murphy, el que dio nombre a las famosas y divertidas Leyes de Murphy. Para esta ocasión he querido recoger una de las frases de Graf, que creo que tiene algo que ver con el tema que pienso tratar, dice el autor: “La experiencia advierte que, a veces es conveniente cerrar un ojo, pero nunca los dos”. Nadie pone en duda que la prudencia es una cualidad que adorna a algunas personas y que, sin duda, es una virtud que ayuda a la gente a evitar algunos errores que, en muchas ocasiones, provienen del tratamiento frívolo y precipitado de cuestiones que, mejor meditadas y analizadas, seguramente se hubieran podido solucionar mejor. Pero el convertir la prudencia en una excusa, en un fin en lugar de una actitud, una precaución o una defensa contra la precipitación; puede hacer que se convierta en pretexto, justificación, indecisión, inseguridad, indolencia, y, si mucho me apuran, en pecado de omisión si, lo que se consigue por un exceso de ella, es dejar dormir problemas que requieren que sean afrontados con la debida diligencia; lo que comporta una mente ágil, inteligente, valiente y decidida, que sepa tomar el toro por los cuernos y, sin arredrarse por el peligro que ello comporta para quien ejecuta semejante acción, asumir las consecuencias de la decisión que se toma. A eso se le llama “gobernar”
Los ciudadanos españoles estamos ya muy acostumbrados a que, el señor Rodríguez Zapatero, seguramente influido y aconsejado por sus asesores de imagen, nos represente su acostumbrado sainete cuando, ante las cámara de la TV o cuando se dirige a cualquier otro medio informativo, nos quiere convencer de que lo que dice es axiomático y que no es preciso dar otra explicación para justificarlo. Es obvio que, a falta de otras mejores cualidades, como pudieran ser una brillante inteligencia, o una florida dialéctica o, si me apuran, un lenguaje fluido al estilo de charlatán de feria, pero que consigue cautivar a quienes le prestan atención; ha tenido que recurrir a una técnica, por cierto nada original pero bastante efectiva que consiste en hablar a cámara lenta, dejando que los segundos se eternicen entre palabra y palabra, enfatizando y acompañándolas con un gesto adusto, pretendidamente admonitorio; con lo cual, a pesar de que no diga nada importante, que divague o que apele a tópicos mil veces repetidos; intenta dar una apariencia de persona docta, preparada y “prudente”. Y es que nuestro Presidente presume de ser persona prudente. Claro que, cuando a cada cuestión incómoda que se le presenta y no sabe, realmente, como hacer para salir de ella, lo que sucede frecuentemente, o cuando intenta desviar la atención de quienes forman su auditorio hacia otros temas menos espinosos; se dedica a repetir, una y otra vez, la palabra “prudencia” para salirse por la tangente, llega un momento en que el pueblo le toma la medida y deja de creer en su pretendida capacidad para superar los trances a los que se enfrenta. Es el momento de la desconfianza y el desconcierto del pueblo.
Resulta que, en Marruecos, arman una algarada de no te menees ante la frontera de Melilla, insultando a nuestra policía, vejando de apalabra a nuestros agentes femeninos y, para justificarse, sale Zapatero para decirnos que hay que tener prudencia no fuere que el Mohamed se soliviante. Sucede que, el señor Chávez de Venezuela, acoge en su país a etarras que se entrenan y maquinan para, luego, venir a matar españoles y, cuando la Audiencia le reclama colaboración para la lucha antiterrorista, nos manda a paseo y se permite insultar a la derecha española, acusándola de pergeñar, yo que sé que historias de contubernios o intrigas en contra del régimen venezolano; entonces vuelve a salir a colación la prudencia para evitar el tomar represalia alguna contra el dictador. Resulta que secuestran, en Mauritania, a unos cooperantes españoles y se pasan doscientos y pico de días en manos de Al Qaeda y, de nuevo, aparece Zapatero con cara de circunstancias para repetirnos que es preciso tener prudencia para no entorpecer la labor del Ejecutivo. Sobreviene que en el Sahara se producen actos de genocidio y de tiranía en contra de los sahaurís y, por si ello no fuera suficiente, fallece un ciudadano español y, desde Seúl, el señor ZP con rostro hierático, nos vuelve a recomendar, en pocas y sincopadas palabras, que no nos alarmemos y que es preciso que seamos prudentes. Se produce un asalto de piratas, en aguas de Mongolia, a un barco español y, mientras se decide la forma mejor de hacer un ridículo internacional, nos encarecen desde el Ejecutivo que tengamos paciencia y que seamos prudentes. Ante esta repetición, por parte de nuestros gobernantes, de recomendaciones y remisiones a la prudencia, señores míos, algunos nos preguntamos, ¿cuántas cosas nos deben suceder, cuántas calamidades vamos a tener que soportar, cuantos insultos y vejaciones será preciso encajar o cuántas oportunidades más vamos a desaprovechar, en nombre de la prudencia, para asirnos del carro de la recuperación? ¿No será que, como es ya costumbre de este gobierno que simula gobernarnos, lo que se pretenda, amparándose en la, tan manoseada, prudencia, es ir dándoles largas a los problemas que nos acucian?, ¿ acaso quieren intentar dejar pasar el tiempo, pensando en aquella máxima de que “el tiempo todo lo cura”?, esperando, con ello, evitar tomar decisiones comprometidas, temerosos de que, volver a caer en un error, después de más de 6 años de ostentar el poder y de no dar una a derechas (metafóricamente hablando, claro); pudiera suceder que llegara el instante en que, la gota de agua, colmara el vaso, de modo que se nos acabara otra de las virtudes muy estimadas, la paciencia, y decidiéramos librarnos de todos ellos, de una patada en el trasero.
Lo que ocurre es que ¡la más elemental prudencia!, nos recomienda, como dice la citada frase de Graf, mantenernos, al menos, con un ojo abierto. Y ese ojo abierto nos permite ver como el Gobierno sigue por la senda iniciada, emperrado en mantener su visión keynesiana de lo que debe hacer para sacarnos del abismo en el que nos ha metido; también nos ayuda a comprobar como, las visitas al G20 del señor ZP, no consiguen otro beneficio para nuestra nación que el verle correr por las calles de Seúl, como un gamo agotado, siguiendo la estela de, un más fornido, señor Cámeron; sin que su estancia en Corea haya provocado otra reacción, entre el resto de naciones asistentes al evento, que el desentenderse de su discurso, en el que reclamaba la unidad de todos los países para afrontar la crisis, “es preciso que todos los países vayamos unidos para enfrentarnos juntos a la crisis” ( algo que, evidentemente, le encantaría a ZP, para que fueran los vecinos quienes nos sacaran las castañas del fuego, ayudándonos a reducir nuestra desmesurada tasa de desempleo); mientras que, cada uno de ellos, se ha dedicado a salir del trance lo mejor que ha podido, pensando en las medidas proteccionistas que van a tener que aplicar en su país para evitar verse absorbidos por la vorágine que la crisis de divisas está creando en todo el sector económico y financiero mundial, en tanto que, los dos colosos mundiales, China y los EE.UU. de América, con guante blanco, sacan a relucir su rivalidad para hacerse con la supremacía en los mercados mundiales; sin que a nadie le importe un rábano lo que le ocurra a Europa y mucho menos, a un PIG como es España. Hay nubarrones en el horizonte de la economía mundial. Y nos preguntamos, ¿qué va a hacer ahora el “prudente” Zapatero? Mucho nos tememos que seguir en sus trece. Dice Murphy: “una vez que hemos tomado un desvío equivocado, continuamos haciéndolo tozudamente” ¡Y que lo diga!
Miguel Massanet Bosch