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Nacionalismo español (por Joaquín Leguina)

Publicada el noviembre 17, 2010 por admin6567
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Joaquín Leguina (Publicado en elsiglodeeuropa.es, aquí)

"Patriota es quien ama a su patria y nacionalista quien ama la suya y odia a las demás"
                                                                                                                      Charles De Gaulle

En la España de hoy, si alguien osa oponerse a cualquiera de los designios o propuestas procedentes de los nacionalismos periféricos será tachado ipso facto –como si de un insulto o descalificación definitiva se tratara– de nacionalista español y, por lo tanto, de centralista.

Que no estás de acuerdo con el nuevo Estatuto, pues eres un rancio nacionalista español. Que rechazas la normalización lingüística consistente en la expulsión del castellano de la esfera pública (escuela, Parlamento, televisión pública, etc.) pues lo haces porque eres un centralista, cuando no un añorante del franquismo. En fin, incluso si te limitas a defender la vigencia de la Constitución Española de 1978 es que no has entendido "la evolución de las especies", vale decir la nación catalana, el Euskadi libre o la Galiza ceibe.

Estamos pues ante un diálogo de sordos impuesto por aquellos que no están dispuestos a discutir de lo que para ellos es indiscutible y si te atreves a poner en solfa esas encastilladas posiciones, pues, ya sabes, eres un nacionalista español. Y ésa es otra porque hay nacionalismos buenos, los suyos, y uno malo: el español.

Pero no hay nacionalismos buenos, todos son malos, y ese nacionalismo español que sirve para motejarnos podrá existir, pero no lo practicamos la mayoría de los españoles que no comulgamos con las ruedas de molino con las que pretenden obsequiarnos los nacionalistas periféricos.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de nacionalismo? ¿Qué núcleo básico de afirmaciones y creencias están en el genoma del nacionalismo?

En su origen, el nacionalismo se sustenta en un acto de fe, no en una concepción racional de la Historia. Una fe colectiva e identitaria en un ente mítico: la nación, cuyos atributos se mantienen en el tiempo, indiferentes a las cambiantes circunstancias históricas, dotando, además, a sus miembros de una homogeneidad y unidad metafísicas e invisibles. En otras palabras: los individuos de esa colectividad no existen si están separados de la nación. Una nación que se expresa a través de su lengua, de las costumbres y de su común historia. La lengua puede ser sustituida o ampliada por una común religión,una etnia o una raza compartidas. Una historia común y una homogeneidad míticas que no resisten el contraste riguroso con una realidad siempre compleja.

Otra de las llaves maestras del nacionalismo es el victimismo, y da igual que éste responda a una realidad o sea un invento porque no hay cosa que una más que el agravio, porque la nación-víctima "ha seguido resistiendo, conservando su esencia, fiel a sus ancestros, con el alma intacta, esperando la hora de la redención de su soberanía arrebatada y de su libertad suprimida" (Mario Vargas Llosa).

No se trata de negar que los pueblos –prácticamente todos– hayan sufrido agravios y vejaciones a lo largo de la Historia. Los han sufrido y en abundancia, pero sólo el nacionalismo es quien necesita de la presencia permanente de esos agravios para justificar su victimismo. Por poner un ejemplo sangrante: la normalización lingüística en Cataluña, es decir, la negación del bilingüismo, no pretende otra cosa que corregir una injusticia pasada: la persecución de que fue víctima el catalán y la imposición de la "lengua del imperio"… y en ese proyecto se mezclan en grandes dosis la revancha contra el invasor y el retroceso hacia una arcadia feliz donde reinaba la unidad lingüística y de poco valen ante este impulso arrasador las razones de la modernidad. Vale decir, los derechos humanos, comenzando por el derecho a elegir la lengua en la que han de escolarizarse a los hijos. Todo vale a la hora de reconstruir lo que Benedict Anderson llamó la "comunidad imaginada".

¿Y qué tiene que ver con el pensamiento de la izquierda democrática esa amalgama irracionalista de mitos, liturgias, fantasías históricas, leyendas y delirios lingüísticos? Pues nada, porque el nacionalismo estámás ligado al instinto y a la pasión que a la razón y su fuerza no está en las ideas sino en las creencias y en los mitos, por eso está más cerca de la religión que de cualquier otra cosa… y, sin embargo, al menos en España, los nacionalismos periféricos han venido a gozar de la mano del nuevo socialismo de una deferencia en las transacciones políticas (e ideológicas) que sólo han servido para embravecerlos en sus embestidas contra el Estado y contra su soporte jurídico-político: la Constitución Española.

Unos acuerdos y coaliciones de gobierno suscritos por el PSOE que, para más inri, se han saldado con descomunales fiascos electorales, primero en Galicia y luego en Cataluña, donde el PSC de Maragall y de Montilla pagará con la crucifixión (y la corona de espinas) todos los disparates identitarios consentidos y apoyados durante un viaje a ninguna parte, iniciado y concluido a lomos de un jamelgo más derrotado que el pobre Rocinante y que se llamaba nuevo Estatuto catalán.

Tampoco el PP ha sido capaz de plantar cara a esta deriva (conviene no olvidar que fue Aznar quien permitió aquel disparate aún vigente de la ley pujolista de "normalización lingüística"). Sólo un nutrido –aunque ninguneado– grupo de outsiders sigue en la brecha, cansándose de predicar en el desierto y recibiendo los consabidos motes de nacionalistas españoles, centralistas, rancios e incluso añorantes del franquismo. Mas –que yo sepa– ninguno de entre ellos se cree que la España de las Cortes de Cádiz estaba ya presente en el pensamiento de Indíbil, de Mandonio o de Viriato. Tampoco las hazañas de Fernando el Santo o del Católico se hicieron para engrandecer a una patria preexistente, anterior a los romanos y a los godos.

En fin, liberales o socialdemócratas no suelen creer en destinos divinos, ni en mitos, razas u otras construcciones ideológicas; son demócratas que sólo reclaman libertades y derechos y no pueden ser tachados de "nacionalistas españoles" sin mentir. Serán patriotas, pero no son nacionalistas.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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