(Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
TRANSBORDO, MONCLOA
Al señor Rodríguez Zapatero sólo le falta esto: que el PSC se divorcie del PSOE en el Congreso y rompa sus lazos fraternales en Catalunya. En cualquiera de los casos, los efectos serían demoledores, y probablemente para ambos. Para Zapatero, porque sería una auténtica escisión. Para los catalanes, porque se podrían quedar con una mínima representación parlamentaria. Pues bien: ese futuro es perfectamente posible si triunfan las tesis de los todavía consellers Antoni Castells y Marina Geli y que sospecho que empiezan a ser crecientes en el herido socialismo catalán.
Todo arranca, claro está, del resultado de las últimas elecciones y del proceso de reflexión que se ha abierto, al parecer sin mucho orden ni control. Según los datos y declaraciones más visibles, las dos almas socialistas han decidido pelear por la primacía entre más catalanistas y más españolistas. Empiezan a recrearse en descubrir el sexo de los ángeles, y se preguntan por qué han perdido, si por la influencia de Madrid, si por el mal efecto Zapatero, o por todo lo contrario: porque Montilla se pasó de nacionalista. Para que nada falte, los barones de otras comunidades temen el contagio y se lanzan a acusar a los compañeros de Catalunya de infidelidad. Así se incuban siempre los recelos dentro de los partidos, y acaban en escisión.
Con la venia, señores socialistas: admitan la tesis de que una de las causas del fracaso pudo haber estado en el paro, porque en el tiempo del segundo tripartito, Catalunya creó 400.000 parados más, con un crecimiento del 200%. ¿Qué creen? ¿Que esos parados han votado por cuestión identitaria? ¡Venga ya! El PSC más catalanista se dio con Pasqual Maragall. Con esa reluciente vitola llegó a las elecciones autonómicas del 2006, y perdió un cuarto de millón de votos. Con Montilla hubo un PSC supercatalanista y una estratégica conversión al españolismo en campaña, y se perdió más todavía. El catalanismo no engorda a socialistas y las conversiones oportunistas producen desorientación. Sólo cuando el PSC se hace PSOE y aspira a gobernar España, le saca 29 puntos, 29, al PP, que es la diferencia necesaria para mantener el poder.
Tengan cuidado. Los socialistas tienen el partido que más se descompone en la adversidad. Cuando Aznar derrotó a Felipe González, el PSOE empezó una dolorosa travesía que pasó por tres candidatos a la presidencia del Gobierno. Cuando el mismo Aznar volvió a ganar en el 2000, Joaquín Almunia tuvo la rara habilidad de convertir la derrota en catástrofe, según expresión del sociólogo Pedro Arriola. Y ahora puede ocurrir algo parecido desde Catalunya: cargarse por adelantado a un gobierno socialista de España. Es lo que conseguirán si rompen en el Congreso, si se declaran independientes, o si empieza una guerra de discrepancias con el resto del socialismo español. Eso es lo que hemos visto esta semana. Y es lo que más castiga el electorado. Por eso este debate tiene mucho de harakiri del socialismo. Español y catalán.
Rey y Gobierno
Quienes mejor escuchan los latidos del Palacio de la Zarzuela han recogido este sentir: Su Majestad el Rey cree que no recibe la consideración debida del Gobierno. Este, obviamente, cree que mantiene el respeto y la atención institucional, “como siempre hizo”. Quizá influyó en esa sensación de la Corona un fallo ajeno a la voluntad del jefe del Ejecutivo: el último cambio de ministros se le fue de las manos y se filtró antes de la preceptiva información a Su Majestad.
Presidente y entorno
Voces socialistas críticas a Zapatero todavía no se están organizando, pero se dejan oír según la intensidad de la pérdida de votos en las encuestas. A todas las dudas expresadas se añade otra: donde está él, no crece la hierba porque no la deja crecer. No hablan de la economía. Hablan del desierto de nombres que se ve cuando se plantea la sucesión.
Medidas y efectos
Tres puntos débiles en las medidas aprobadas ayer: 1) Los 426 euros: suponen un ahorro de 5.000 millones/ año, pero laminan el último eslabón de una política y dejan a Zapatero sin discurso social. 2) El conjunto: el Gobierno sigue cayendo en el “paquete” deslavazado, sin conseguir transmitir la idea de capacidad para elaborar un plan. Y 3) la lotería: alivia la deuda, pero merma ingresos y no resuelve el déficit del Estado.