Han convertido la política en un empleo y creado para ello una nueva raza de funcionarios especializados
(Publicado en ABC, aquí)
SI se mira con atención crítica, el aforismo clásico —«año nuevo, vida nueva»— solo se sustancia en la generalizada prohibición de fumar bajo techo. El tabaco pasa a ser un malsano vicio de intemperie. En lo demás, el año recién estrenado nace con los tics y las mañas del anterior, que tampoco fue a mayores en lo que a la innovación respecta. Entre prejuicios acuñados y repeticiones exasperantes este 2011 no ofrece buen aspecto. Especialmente en las filas del PP que, quizá confiado en el buen pronóstico que le brindan las encuestas, hace lo imposible por anularse a sí mismo en peleas que no tienen altura ni para un patio de vecindad, de cuando las mujeres se agarraban del moño y los hombres, según el patrón establecido por Carlos Arniches y demás inventores de Madrid y el madrileñismo, decían cuatro frases jacarandosas para animar el ambiente.
Hubo un tiempo en que Francisco Álvarez-Cascos tenía como meta política la de llegar a ministro del Interior, pero fue a más. Ahora, cuando aspiraba a candidato por el PP para la presidencia del Principado de Asturias, ha venido a menos y, tras su carta de despedida, tendrá que convertirse en autónomo de la política. Algo que exige valor, mucha fortaleza, muchísima resistencia y algún respaldo económico y mediático. ¿Tiene el maltratado ex secretario general, o viceversa, de todo eso?
Al margen del anecdotario del trato irrespetuoso que Mariano Rajoy le ha dado a Álvarez Cascos, que sobrepasa la dimensión de un «conflicto de familia», cabe considerar los efectos negativos que ello puede acarrear en el seno del PP. Empiezan a sonar algunas deserciones notables; pero, ¿en qué situación de ridículo desamparo ha dejado «el presidente nacional» a líderes regionales, como Esperanza Aguirre o Alberto Núñez Feijoo, que apostaban públicamente por la candidatura del «sexagenario»? (Triste situación la de un país y un partido, conservador para mayor inri, en el que se puede descalificar a uno de sus más notables nombres históricos llamándole sexagenario).
Este desagradable asunto que retrata a Rajoy, desmerece a María Dolores de Cospedal, disminuye a Isabel Pérez Espinas —la candidata de Asturias— y no beneficia a nadie, ni al propio Cascos, es una muestra más del ritmo político del PP, en el que los asuntos tienden a pudrirse antes que a solucionarse y en el que, por favorables que resulten las encuestas, debieran andarse con menos desenfado y más talento. Han convertido la política en un empleo y creado para ello una nueva raza de funcionarios especializados. Una catástrofe que vivimos por duplicado, por la derecha y por la izquierda.