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ZP, la imagen de la impotencia (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el enero 6, 2011 por admin6567
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“¡Oh tiempos¡ ¡Oh costumbres! La patria está en peligro, el cónsul amenazado de muerte y tú, el causante de todos estos males, vives…”, estas palabras las pronunció Cicerón en sus catilinarias, el año 63 a.C., cuando le disputaba el consulado a Catilina. Si quisiéramos trasladarlo a nuestros tiempos, a esta época del gobierno del señor Rodríguez Zapatero, no hay duda de que las palabras pronunciadas, en su día, por Marco Tulio Cicerón, adquirirían nuevo protagonismo y actualidad con sólo sustituir el término “cónsul” por el de “España”.Lo cierto es que, cuando escuchamos al espectro del señor Rodríguez Zapatero hablar, a principio de año, ante la TVE, no podíamos dar crédito al efecto que, dos legislaturas y media, han producido en aquel optimista, de buen talante, dialogante y eufórico socialista que, en el 2004, había conseguido hacerse con el poder en España; dando el cambiazo a ocho años de gobierno de las derechas bajo la batuta del señor Aznar. Por primera vez pudimos contemplar la vera imagen de la derrota, del desánimo, de la falta de confianza en sí mismo y de la decadencia moral y física, que el desgaste normal de la gobernación y el varapalo de verse obligado a tener que renunciar a todas sus propuestas sociales (que elevaron al poder a ZP, pero que, por desgracia, no han hecho más que llevarnos a una de las peores situaciones por las que ha pasado nuestra nación en muchos años). Ha habido un antes y un después, a la situación de extremo peligro por la que paso España durante los primeros días del mes de Mayo del 2010, cuando estuvimos a punto de no poder renegociar nuestra deuda pública, lo que nos llevó a afrontar el peligro de tener que declararnos en quiebra soberana.

La repetición, casi calcada, de los discursos de años anteriores, el empeño de mostrarse optimista ante lo que deberemos enfrentarnos, su insistencia en repetir a los españoles que “este año será mejor” y su intento, baldío, de querer dar la impresión de que es él el que dirige  este país y no, el señor Rubalcaba; para mí, han sido una de las más penosas, humillantes y patéticas declaraciones que hayamos podido escuchar de la boca de un jefe de gobierno. Evidentemente que, nadie en su sano juicio, puede esperar de este año que hemos comenzado algo más que se nos permita sobrevivir, estrangulando todavía más nuestra cintura con el famoso cinturón y confiando que, un milagro del cielo, no vuelva a permitir otro ciclón económico que acabe de llevarse por delante nuestras tímidas esperanzas de que las cosas no vayan a peor. Por desgracia, el mismo señor Zapatero tuvo que reconocer que, en lo referente al desempleo, poco había que hacer y que era posible que, durante este ejercicio, se vuelvan a reproducir ataques a nuestra deuda que nos obliguen a seguir pagando sobreprimas y primas de riesgo para poderla colocar; aunque, al parecer China, no se sabe con qué propósito, está dispuesta a seguir comprándola. Quizá pudiéramos aventurar que la cantidad de deuda que ya ha venido adquiriendo (se habla de un 10% del total de la deuda española emitida) no le permite dejar que nos hundamos; acaso los ventajosos contratos que pueda conseguir de nuestro Gobierno, un ejecutivo que está en las últimas boqueadas, les aconseje asumir el riesgo, a lo que, seguramente, contribuya la alta rentabilidad de nuestros bonos y letras del tesoro.

Pero, donde creemos que pueda residir la clave de esta política de los hábiles y astutos empresarios chinos, es en los contratos que puedan existir y que no conocemos, en los que pueda haberse adquirido el compromiso de España de se seguir  comprando e importando productos chinos (a menor precio y, por tanto, en clara competencia con los que nuestras industrias puedan fabricar en esta tierra, con mayores costes); el que exista un acuerdo para que súbditos chinos puedan seguir instalándose, masivamente, en la Península; el que se autorice la instalación de industrias chinas en nuestros territorios, con especiales condiciones y beneficios, dirigidas por equipos directivos de aquella nación y con obreros también chinos. De todos es conocida la “invasión china” que se ha estado llevando a cabo en algunas repúblicas de África y las, aparentemente, extraordinarias ofertas que el gobierno chino ha hecho a diversas naciones de nuestro entorno, para que les permitan instalar cabezas de puente económicas que les dejen ahorrarse los gastos de transporte que son lo único que grava unos productos con unos costes muy inferiores a los europeos, debido a su, extremadamente, barata mano de obra. ¿ Qué allí no se respetan los derechos humanos? ¡A quién, en este mundo del relativismo, le importan un pepino estas minucias, si hay “pasta” por delante!

Pero, el señor ZP, ha tenido que reconocer que su gran problema radica en la cifra del desempleo, que él cifra en 4 millones, pero que todos sabemos que, si le añadimos a los parados en cursos de formación; los que piden empleos a tiempo parcial; los que piden un determinado trabajo; los que han sido jubilados anticipadamente que cobran desempleo y los que no están registrados, pero que existen, la cantidad real está muy por encima de los 4.600.000 desocupados. Se sabe que, si España no consigue que su PIB alcance la cifra del 2% o del 2’5%, no se va a producir un aumento de la oferta de puestos de trabajo. Para que suba el PIB es obvio que es preciso que crezca la producción nacional y, este hecho, no se va a producir si no aumenta la demanda interior o las posibilidades de exportación; para lo cual se precisa mejorar la competitividad, lo que implica una mejora técnica de nuestras fábricas y un incremento de productividad de los trabajadores, que sólo se consigue con un cambio de mentalidad, tanto de empresarios como de los trabajadores y sindicatos ( algo que, hoy por hoy, es impensable en unos Sindicatos obsoletos, enviciados con las ayudas del Gobierno y aferrados a viejos tabúes del siglo XIX).

Lo cierto es que, las mejoras que se han producido hasta ahora en el mercado de trabajo, se han reducido a facilitar, no demasiado tampoco, la posibilidad de despedir excesos de plantilla, si existe peligro de quiebra o si se puede demostrar que, de seguir por la misma deriva, se puede llegar a tener importantes pérdidas; algo que se ha de demostrar y convenir con los representantes de los trabajadores y, si no hay acuerdo, se deberá acudir al viejo procedimiento que viene invalidando el antiguo sistema denominado “despido objetivo”; debido a que, por norma general, los tribunales de lo social son remisos a fallar a favor de las empresas, en estos casos.

Lo que no nos ha dicho a los ciudadanos, el señor ZP, es lo que va a ocurrir si, los planes de la señora Elena Salgado, habitualmente fundamentados en meras suposiciones empíricas (como ha sido el caso de los PGE, que ya han quedado obsoletos antes de que se iniciara el presente ejercicio), no se ajustan a los eventos que la realidad nos traiga y resulta que volvemos a convertirnos en un problema para Europa. Sí, ya sabemos que se ha acordado mantener un fondo de rescate; pero ¿sería suficiente para un rescate a gran escala, como sería el de España?, ¿qué pasaría con la estabilidad del Euro?, ¿estaría Alemania dispuesta a continuar asumiendo la pesada carga de ayudar a las naciones que no han sabido hacer sus deberes, cuando, uno de cada dos alemanes, considera que ha sido un mal negocio abandonar el marco para entrar en la Zona Euro? Demasiados interrogantes para una población que, en un 78%, duda de que, el año en el que hemos entrado, sea un año que nos permita salir de la crisis y que cree que vamos a seguir empeorando. No hay confianza en el director de la orquesta y ésta desafina.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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