(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
EL RUIDO DE LA CALLE
José Luis Rodríguez Zapatero, primero eólico y federalista, después liberal y nuclear, sigue habitando en La Moncloa de los renacuajos y de los espíritus, donde por las noches no se aparece Lincoln, como suele hacerlo en la Casa Blanca, sino el fantasma de Angela Merkel. En la España zapaterista los renacuajos se convierten en tortugas, los de las cajas en butroneros y los de centro izquierda en votantes del PP mientras Mariano Rajoy es aclamado como presidente en Sevilla, pero no han llegado aún hasta Moncloa los pasos de la Santa Compaña con sus túnicas blancas y sus carallos al aire.
Me explica Francisco Herrera la tesis de las especies invasoras basándose en que en el estanque de Atocha hay miles de tortugas de Florida. «Los turistas se retratan en el estanque y José Blanco ha puesto un biólogo para cuidarlas». Además de esas especies invasoras están los seguidores del Barça. «En los últimos meses hasta el más gilipollas se hace culé y en los próximos meses todos se irán pasando al PP. Nadie quiere ser cesante». Es muy posible que las tortugas nos transmitan la salmonelosis, y los del PP, un nuevo desencanto si vuelve con las recetas viejas. En Sevilla, Mariano Rajoy ha tenido buen son de hacer un llamamiento a los de la otra nómina: «Todo el mundo será bienvenido. Cuando se trata de España no hay bandos». No se oía esto desde la Transición.
No denunció tanto la corrupción como en la otra convención sevillana, pero sí invocó el regeneracionismo. Con la corrupción vivimos desde Romanones, es consustancial a nuestra manera de gobernarnos, pero pedimos a los políticos que no hablen de regeneracionismo, que tanto se citó antes de la Guerra Civil y después invocó Aznar en los años 90. Cuando escuchen la palabrita, echen mano a la papira y evoquen al cirujano de hierro.
Se ha definido la moda como el salto del tigre al pasado. Rajoy ha propuesto en Sevilla un salto del tigre, no desde el armario al felpudo, sino del armario a la polilla. Tiene guasa hablar de regeneración cuando la política es una licorería y había cientos de implicados del Gürtel escuchando el discurso.
Ya avisó el clásico: todas las cosas que ves pronunciadas jactanciosamente ante la turba boquiabierta, antes las habían dicho otros, y no hay nada tan de cosecha ajena y antigua como aquella doctrina que en su tiempo se vendió como despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid.
Si el PP que gana las elecciones y sus surtidores de pensamiento ofrecen como alternativa una vuelta al krausismo y a la entomología, iremos de cráneo. Parece que les duele España aunque vivan de ella, pero no está el patio para buscar mariposas sino para acometer una profunda transformación democrática.