A los partidos políticos, con cierta frecuencia, los lastran sus propios dirigentes. Parece como si a un señor cuando le dan poder, le ponen en un sitio destacado dentro de una formación política y se le permite hablar y opinar en nombre de ella; le entrara una especie de estado de hiperfunción mental que lo llevara a sobrevalorarse y, si se tercia, a excederse en el ejercicio de la función que se le hubiera asignado. Es evidente que algo parecido ha sucedido con la señora Dolores de Cospedal, en el PP. Es cierto que nadie le puede restar cualidades a esta mujer, secretaria general y número 2 del PP, abogado del Estado y con una larga trayectoria política que avala su valía y conocimientos lo que, sin duda, le ha permitido ocupar diversos cargos de responsabilidad dentro de la Administración, gozando además de la protección de doña Esperanza Aguirre, de la que se dice ha sido su mentora. Lo que sucede es que, contrariamente a lo que se suele esperar del sexo opuesto, no ha sido inmune a la atracción de la popularidad, a esta vanidad que, en ocasiones, convierte a las personas en esclavas de sus propias ambiciones, algo que puede hacer que, los más inteligentes, incurran en errores de bulto en cuanto sospechan que alguien, dentro de su entorno político, tiene la categoría, el prestigio y el carisma suficiente para que pueda convertirse en un posible rival en su carrera dentro del propio partido; interfiriendo en lo que se pudieran considerar legítimas aspiraciones a un puesto de mayor notoriedad e influencia lo que, en su caso particular, no podría ser más que aspirar a la presidencia de su formación política, como posible relevo de don Mariano Rajoy.
Y es que, la señora Cospedal, quizá sea el paradigma de esta liberalización de las ideas que se produjo a partir del congreso de Valencia, donde dio la sensación de que, el señor Rajoy, aparte de hacerse coronar como “emperador” del PP, inició una nueva deriva hacia posiciones más condescendientes con determinados temas que, hasta aquel momento, se consideraban con objetivos irrenunciables dentro de la formación a la que dirigía. Ella y la señora Sáez de Santa María, dos jóvenes valores del PP, dieron carpetazo a lo que una gran parte del partido demandaba de su Dirección, para introducirse en políticas de acercamiento a los nacionalismos, de un laicismo dentro del cual se pasaba por alto algunos temas que le resultaban incómodos para la cúpula del partido y que, según su criterio, les restaban posibilidades de captar votos de determinados sectores del pueblo español, inmersos en este nuevo relativismo que tan dispuesto se muestra a dejarse llevar por las nuevas “modas”, morales y éticas, que tan en boga están en esta sociedad moderna; especialmente en el sector más feminista que, en su delirio por equipararse al hombre, en su insistencia “cansina” de ir reclamando cada día más derechos e, incluso, privilegios para competir con los individuos del sexo contrario; no han dudado en prescindir y renunciar a aquellas funciones que la naturaleza les asigno, como la de la reproducción, convirtiéndose en jueces de la vida de aquellos seres inocentes que, su visión egoísta de la vida, les ha hecho concebir, sin que hayan sido capaces de convertir sus instintos sexuales en algo más que en simples actos de placer, algo que, ni los animales irracionales, son capaces de hacer con las crías que llevan en su vientre.
No vamos a entrar en consideraciones de simpatías o antipatías personales dentro del PP y tampoco de estrategias individuales de los distintos aspirantes a ascender dentro de la escala de mandos del partido. Se trata, en estos momentos, de plantearse lo que en lenguaje de los políticos se usa con tanta frecuencia, muchas veces bastante frívolamente; se trata de establecer “prioridades”, de sumar y no restar; de aprovechar las oportunidades que se presentan en ocasiones y que, muy probablemente, no volverán a repetirse en muchos años; de no malgastar las bazas favorables para desplazar al adversario político, valorando el bagaje intelectual y carismático de las personas que mejor se adapten para cada una de las distintas opciones políticas a las que se aspire. Y, precisamente, en función de este pragmatismo tan necesario que debe regir la marcha de los partidos; valorando la situación actual de nuestro país, España, y calibrando con perspectiva de responsabilidad política lo que pueda resultar más beneficioso para el pueblo español; analizando lo que han sido las casi dos legislaturas de los socialistas ocupando el gobierno de la nación y contemplando la situación a la que nos ha conducido el PSOE, más pendiente de mantenerse en el poder que de buscar soluciones para los problemas sociales, económicos y financieros de la nación; señores, es cuando se ha de escoger al candidato más idóneo, el que de más garantías de superar la prueba de las urnas, aquel que sea más popular y que tenga el gancho preciso para arrastrar tras de sí a los ciudadanos que buscan votar a la mejor persona, la que les de mayores garantías de llevar a cabo un determinado plan de gestión, o sea, de quien estén dispuestos a entregarle su confianza.
El señor Álvarez Cascos tiene todos los ases en sus manos para salir vencedor en Asturias, a pesar de haber dejado el PP y de las injustas, despiadadas y torticeras críticas que se le vienen haciendo desde su ex partido que, no contento con haberle impedido que se presentara como su candidato pretenden, para justificar su absurda decisión, restarle méritos, desacreditarlo y presentarlo como un traidor cuando fueron los de la cúpula del partido en Madrid, los señores Rajoy, Cospedal etc. quienes le vallaron el camino hacia la presidencia de la comunidad asturiana. Como en el caso del “perro del hortelano” ni comen ni dejan comer. Lo verdaderamente extraordinario de este culebrón, lo que da la medida del gran error que ha cometido el PP al prescindir de semejante activo es que, las encuestas, este barómetro que se utiliza para valoras las posibilidades de los distintos candidatos a concurrir por un puesto en la Administración, dan como vencedor al señor Cascos por encima del PP y, por supuesto, de sus endémicos rivales los socialistas. Y una muestra del “talante” de este ingeniero de caminos, canales y puertos; de esta persona que dio un impulso de gigante al proyecto del AVE; a este hombre que, quizá con un cierto deje autoritario propio de aquellos que saben lo que se debe hacer en cada momento, se ha convertido en un valor sólido y eficiente de la derecha española; la tenemos en que, en sus declaraciones y, a pesar del trato recibido de su antigua formación política, no ha dudado en afirmar categóricamente que, si debiera pactar con alguien sería con el PP y que, en ningún caso buscaría el apoyo del PSOE. Una postura que le honra y da le media de la clase de persona que es y de su compromiso con los valores tradicionales que tantos años han sido los referentes morales y éticos por los que se ha regido el pueblo español.
Queda por ver si se van a confirmar, como espero, los vaticinios de un vuelco hacia la derecha y una catástrofe de las izquierdas. Falta valorar la capacidad de reacción de los que han sido unos pésimos gobernantes, pero que nadie les puede negar una habilidad extraordinaria a la hora de convencer a la gente de que lo blanco es negro y viceversa. No sabemos lo que va a ocurrir en la próximas municipales, aunque parece que la reacción en contra de ZP ya no se va a poder evitar; sin embargo, si nos queremos referir a las legislativas del 2012, ya no se ve tan claro que, sobre todo si los socialistas ponen al frente del partido a otro candidato, el PP tenga tantas posibilidades de ganarlas y, aún ganándolas, teniendo en cuenta hacia donde miran los nacionalistas, si no lo hacen por mayoría absoluta, deberán, con toda posibilidad, permanecer en la oposición.
Miguel Massanet Bosch