El presidente del Gobierno ha escogido el “Día de la Marmota”, que en la pequeña localidad de Estados Unidos Punxsuutya (Pensilvania) se celebra todos los días 2 de febrero, para presentar en Madrid en el Palacio de la Moncloa, el gran pacto al que ha llegado con sindicatos y patronal sobre la reforma de las pensiones, por la cual se eleva la edad de jubilación a los 67 años y se aumentan los años de cotización para adquirir la condición de pensionista y que, según el dirigente sindical, Cándido Méndez, secretario general de la Unión General de Trabajadores, servirá de “remedio eficaz contra la crisis económica y para crear empleo”.
El “Día de la Marmota”, elevado a la categoría de acontecimiento casi mundial, gracias a la película “Atrapado en el tiempo“, film que se desarrolla en torno a una leyenda urbana en el que una marmota es capaz de predecir el tiempo según la sombra que proyecta (este año al no ver su sombra, la marmota ha pronosticado que pronto se terminara el invierno y se adelantará la primavera), ha sido precisamente el día en que Zapatero ha querido presentar su gran pacto social convencido, probablemente, de sus dotes de previsión de acuerdo con la sombra que pueden proyectar el número de parados.
De esta forma, cuarenta y ocho después de que Zapatero, “atrapado en el tiempo”, -porque como en la película de Harold Ramis todo parece repetirse en escenas ya vividas,- anunciase en Televisión Española la previsión de que en la segunda mitad de este año se empezará a crear empleo neto (el año pasado hizo la misma previsión de creación de empleo neto para el segundo semestre de 2010), se ha encontrado con la sorpresa imprevista de que en el mes de enero la cifra de parados ha pasado de 139.000, lo que eleva el volumen total de desempleados a 4.231.000, su nivel más alto en toda la serie histórica que arranca en 1996 y el más alto también desde que estalló la crisis económica hace tres años.
Y, lo que es más grave, la Seguridad Social ha perdido, en el mes de enero, 223.143 afiliados, lo que significa que el número de cotizantes ha quedado reducido a 17,36 millones, la cifra más baja desde 2005.
Si Zapatero hubiera estado en el pequeño pueblo de Punxsuutya hubiera creído a pies juntillas a la marmota meteorológica, pero aquí nadie se cree que el invierno de la crisis esté a punto de terminarse, a pesar de los pactos y de las reformas, y que la primavera de la recuperación económica y, sobre todo, la creación de empleo estén a la vuelta de la esquina.
Con toda seguridad la marmota tiene muchas más posibilidades de acertar sobre la llegada de la primavera y el adelanto del verano, que el presidente del Gobierno, que ha presentado el Acuerdo de las Pensiones, como lo más importante que se ha firmado en España, desde los Pactos de la Moncloa de 1977. Esos Pactos que permitieron avanzar decisivamente para que la transición fuese posible.
Al contrario que la salida de la marmota de su escondite, que ha estado acompañada este martes 2 de febrero, del fervor y el entusiasmo de miles de visitantes de todo el mundo, el acontecimiento del Palacio de la Moncloa, que se ha pretendido que fuera lo más solemne posible, ha estado deslucido, por el discurso confuso del Presidente del Gobierno, por el escaso y vago contenido de lo que se firmaba, al margen de la reforma de la Ley de las Pensiones y por la ausencia de los representantes de los partidos políticos que, aun estando de acuerdo con el Pacto, no han querido estar presentes para que la opinión pública no les echara en cara que no era lo más oportuno a estas alturas celebrar una reforma que, aunque necesaria, perjudica económica y socialmente a la totalidad de los españoles.
A estas alturas, probablemente, la única solución para pronosticar después de los últimos datos conocidos lo que va a pasar en los próximos meses (incluida la sucesión de Zapatero) es la marmota de Pensilvania.