“Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos”. Se me ocurre pensar que, a la vista de las últimas declaraciones del señor Rodríguez Zapatero y de algunos de sus ministros, en el Ejecutivo socialista o no se han enterado de lo que va el programa expuesto por la señora Merkel, compartido por el señor Sarkozy, o bien, cada uno pretende imponer sus propias interpretaciones o valoraciones sobre lo que opinan de ellas y como creen que se han de aplicar en nuestro país. Es evidente que, el señor Rodríguez Zapatero, está pasando por su propio calvario, al verse obligado a actuar en contra de sus ideales políticos, de sus convicciones personales y de su programa de gobierno que, a la vista de los últimos acontecimientos y del cambio radical que ha impreso al enfoque de sus prioridades sociales; deberemos de deducir que aquellas promesas de prosperidad, de pleno empleo, de mejoras sociales y de la justicia social, han pasado a ser una realidad de desencanto por el incumplimiento de todos sus compromisos con quienes los votaron por simpatías al PSOE o por estar convencidos de que aquellas ofertas, aquellas palabras y juramentos se hacían de buena fe y con la intención de cumplirlos.
Basta fijarse en el cambio físico de nuestro Presidente para cerciorarse de que se ha transformado en un hombre inseguro, un espectro de político fracasado y un ser desesperado, que intenta sobrevivir, dejándose llevar dócilmente de la mano de aquellos cuyas doctrinas políticas odiaba, cuyos sistemas capitalistas despreciaba y constituían la antítesis de su forma de pensar. Los ha estado descalificando hasta que no ha tenido otro remedio que someterse a sus dictados al no hallar otra salida para aquella España a la que tanto ha contribuido a que se haya convertido en un mero remedo de lo que fue, un modelo de prosperidad económica, de mejora en el empleo y un modelo para Europa conseguido a base del esfuerzo, tesón e inteligencia del anterior presidente, señor Aznar. No, señores, la cara del señor Zapatero no es la de una persona que es capaz de impulsar a España hacia una recuperación económica; no está calificado para trasmitir a los ciudadanos la confianza en el futuro y la esperanza en que, los 4.700.000 parados, puedan ir recobrando sus empleos; no puede, tan siquiera, presumir de mandar en su propio partido donde ya, desde hace meses, ha pasado a ser un mero figurante dirigido, desde detrás de las bambalinas, por aquellos que ya están preparando su sucesión.
El señor Zapatero se ha rendido sin condiciones a lo que la señora Merkel y el señor Sarkozy, con palmaditas en la espalda, con sonrisas bonachonas, con buenas maneras y algunas dosis de condescendencia para con sus equivocaciones; le han impuesto que haga. Ya no es el señor ZP, ni, tan siquiera la señora Elena Salgado los que dirigen nuestras finanzas y marcan las líneas de nuestra economía, sino que se han transformado en simples peones de brega que se limitan a seguir, al pie de la letra, las consignas que se les imponen desde Europa. No significa nada que el señor ministro de Trabajo diga que se aferra al sistema de las cláusulas de revisión que se viene aplicando en los convenios colectivos; ya no importa que el señor Rubalcaba intente explicar y meter baza en aquello que no entiende y, tampoco, vale la pena preocuparse por el señor ministro de la Presidencia que, por una rara coincidencia, parece que no se está enterando de nada de lo que está ocurriendo. Si nos dicen que debemos amoldarnos a vincular los salarios al crecimiento de la productividad, tendrán que hacerlo aunque ello les produzca graves enfrentamientos con los sindicatos; si les dicen que deberán dictar leyes que pongan coto al endeudamiento de las economías, no les quedará más que obedecer y ponerles freno a Catalunya y a las comunidades que han seguido su ejemplo en su escandaloso endeudamiento; si les dicen que España debe caminar hacia la convergencia con Europa en materia fiscal, pues a obedecer porque, señores, en caso contrario, es muy posible que los que tienen la vara alta y dirigen el destino de la UE, por ahora el eje franco alemán, sean los que nos corten la espita de la financiación; porque, de ellos depende que, el Fondo de Rescate, se rearme para poder seguir ayudando a los países que, como nosotros, están en dificultades con su deuda nacional y que han tardado en dirigir su timón en la buena dirección y, ahora, ya es tarde para bordear el escollo sin el apoyo de los remolcadores que, para esta ocasión, son el FMI y el BCE.
Posiblemente, lo mejor para Europa – no digo, precisamente, para España – será que, como propone la señora Merkel, se camine hacia un super–estado europeo. Con seguridad, será preciso para ello una súper dirección o ministerio económico que tenga potestad sobre los respectivos ministerios económicos de todas las naciones del EUROFIN, para aunar leyes, para vigilar actuaciones, para promover políticas industriales y financieras, para, como ya ha propuesto en su proyecto la alemana, que todos los presupuestos nacionales deban pasar, previamente, por el análisis y aprobación de los organismo rectores de la UE. Como es evidente, si estos proyectos se llevan a cabo suponen una importante cesión de soberanía para las naciones que queden integradas en el mismo y, no cabe duda, que un recorte importante de las funciones del gobierno central comportará que los propios gobiernos autonómicos pierdan poder con lo que, sus posibilidades de hacer valer sus reivindicaciones separatistas y sus veleidades lingüísticas, es muy posible que debieran aparcarse sine die.
Lo malo para España es que, así como hay naciones como Austria, Holanda o Finlandia con sus cuentas saneadas y buenas perspectivas que pueden oponerse al plan Merkel, en nuestro caso no podemos hacerlo porque dependemos de Francia y Alemania y, de ahí viene el “entusiasmo” manifestado por nuestro presidente, apoyando sin fisuras un programa que comporta ahormarse a unas reglas severas en lo económico y financiero; ajustarse a un máximo de endeudamiento nacional y a un déficit público controlado ya que, en caso contrario,. nos podemos despedir de cualquier ayuda de la CE. Podremos hablar, como pretende decirnos el señor ZP, de aplicaciones “flexibles”, de actuaciones discrecionales y de todo el tipo de argucias como las que han estado haciendo durante el tiempo que vienen gobernando el país, para vender éxitos donde sólo ha habido fracasos. Pero no nos hagamos ilusiones, porque a la primera trampa que queramos hacerles a los europeos, al primer intento de desviarse de sus instrucciones o a la menor insinuación de emplear la demagogia para paliar los efectos del control, ya podemos despedirnos de seguir en Europa y de recibir un céntimo más para pagar nuestras deudas; sin lo cual, va a ser muy difícil que consigamos, por nosotros mismos, salir de este desaguisado en el que nos han metido Zapatero y los suyos, aunque pretendan sacar pecho y vendernos la trola de que la crisis es de todos; porque, señores, “todos” no tienen el número de desempleados que tenemos en España y no deben dedicar una gran parte de sus ingresos fiscales a pagar una deuda carísima y a sostener a 4.700.000 parados, algunos de los cuales ya no perciben ayuda alguna. No se puede intentar engañar más a los ciudadanos, porque España, de hecho sino de derecho, está intervenida y, sin el apoyo de Alemania y Francia, como estuvo a punto de pasar los primeros días del pasado mes de mayo, nuestro destino inmediato sería muy negro.
Reconozcan, quienes nos gobiernan, que han acabado atrapados en sus propias redes y que, si han querido pasarse de listos, ya no pueden pretender que los españoles continúen confiando en unos señores que han conducido a España a la ruina.
Miguel Massanet Bosch