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¿Quién dijo Pacto? (por Enrique Calvet)

Publicada el febrero 9, 2011 por admin6567
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Enrique Calvet, Expansión (Publicado en UPyD, aquí)

No sería ecuánime negar que el acuerdo alcanzado sobre pensiones entre Gobierno, sindicatos y CEOE tiene aspectos positivos socio-económicos. Aparte de que nos alegramos por la capacidad con la que el Ministro de Trabajo ha satisfecho el encargo de reconducir la actitud sindical y establecer un clima mucho más positivo para que la sociedad afronte la tremebunda crisis actual, los ajustes técnicos del vigente sistema de pensiones y su adaptación, bastante flexible, a la nueva realidad (dolorosa) van en la buena dirección si de lo que se trata es ganar tiempo, financieramente, hasta abordar una reforma verdadera. No es baladí tampoco que tanto la figura de la institución sindical como la de la patronal vuelvan a recobrar imagen y cierto prestigio tras una etapa muy negra.

La España invertebradísima necesita de sus aglutinantes principales y estos han de ganarse el respeto para ejercer como muñidores de la cohesión social y de la estabilidad del entorno económico. En un tema tan universal, técnico y político, se ha echado en falta más participación de colectivos sociales (¿autónomos?) y lamentamos la clamorosa ausencia del Comité Económico y Social, portavoz de la sociedad civil global.

Pero dicho esto, la realidad de una firma conjunta de las tres partes, con un aroma lejano (y equivocado) a los grandes Pactos que modularon la Transición, es una buena noticia en la medida en que demuestra que los agentes sociales se han acercado más a la responsabilidad y alejado de la agitación egoísta. Hasta aquí las buenas noticias. Por supuesto, no nos detendremos sobre los supuestos acuerdos adicionales sobre otros temas, porque es perder el tiempo hablar de lo que no existe. Ahora, nuestro deber es reflexionar sobre aspectos negativos. Estos lo son, entendemos, por lo que falta, lo que se disimula y lo que se pretende manipular.

En el nivel concreto de pensiones, lo acaecido no es una reforma. Puede empezar a serlo si se da desarrollo a un 'sistema austriaco' cuyo anuncio es en sí mucho más importante que las medidas técnicas aprobadas (y este modesto analista rogaría que se estudiara el modelo sueco). Pero lo acordado es un ajuste, una actualización de un sistema cuya reforma se deberá abordar no muy tarde. Peor es la atronadora ausencia de temas claves que comprometen socialmente el sistema aún con estos ajustes. Por ejemplo, la recuperación y blindaje de la caja única y la solidaridad supra territorial, piedra angular. No existe tampoco la adecuación a una sociedad que, a diferencia del mundo civilizado, ha de vivir muchos años con un paro intolerablemente alto, de larga duración y juvenil. España tiene un problema diferencial y debe acudir a su modelo diferencial. Tampoco se habla de la participación solidaria de los Presupuestos Generales, ni de que la financiación actual se base esencialmente en un impuesto sobre el empleo. En fin, como ha señalado la profesora Rocío Gallego, estamos ante la película de una ocasión perdida.

Falta de contenido y de espíritu

Y después viene lo de la fanfarria a bombo y platillo alrededor del 'Pacto Magno'. Hemos leído que algún heraldo ha comparado este acuerdo con los 'Pactos de la Moncloa'. Es una falta de respeto. Este gentlemen agreement que tenemos no es un gran pacto, decisivo para el futuro de España, por falta de participantes y por falta de contenido… Y de espíritu. Nos hemos desgañitado pidiendo un gran pacto de Estado para afrontar un momento histórico muy difícil, y tenemos el orgullo de haber participado activamente en algunos pactos de la Transición. Créanme, nada que ver. Al haber parido la montaña un ratón, que no nos den gato por liebre.

La diferencia esencial es que aquellos pactos con sacrificio y sentido del bien común nacían para establecer las bases de una nueva dinámica social, un cambio hacia la modernidad, hacia Europa… Hogaño suena a conservadurismo, a defensa de intereses de parte, a cambiar lo mínimo para que todo siga casi igual. Eso puede ser, tal vez, lo más grave. Se huye de la responsabilidad, o peor, se ignora y hace ignorar la extrema gravedad de la situación. Se plantea la aguda crisis, más institucional que económica, más social que partitocrática, como un problema de gestión o de lucha rutinaria por el poder. Pero el más ínfimo análisis parece indicar que nuestra nación no depende de ajustes y gestión, es ya demasiado tarde.

Necesita reformas estructurales, necesita retomar en profundidad sus pilares (educación, justicia, ley electoral, taifismo, pensiones, mercados únicos…), si no, la agonía se prolongará. Sería tarea de nuestros gobernantes alertarnos, informarnos y aunar nuestros esfuerzos solidarios. Los dos partidos mayoritarios no parecen darse cuenta de ello, o no quieren darse cuenta. Les gusta ese limbo donde las pensiones se arreglan en un pispas para cuarenta años y la economía en dos ("si me pongo yo")… Oye Patria mi aflicción…

 

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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