El inconsciente no puede impedir la aparición de los tropos, y menos todavía de los tropos sucios
Uno ha llegado a la conclusión de que rasgándose las vestiduras, frunciendo el ceño e invocando la ética, los corruptos no se inmutan. Uno ha comprobado que ante los aspavientos, la indignación y las denuncias, los corruptos más bien se crecen. Y uno tiene asumido que ni las pruebas, ni las evidencias, ni los delitos descubiertos «in fraganti» conmueven a los corruptos, quienes reaccionan con la misma sangre fría de aquel académico que fue pillado por su señora esposa encamado con una periodista:
—¡Estoy sorprendida!
—El sorprendido soy yo, coño. Tú estás estupefacta.
En tiempos de la dictadura, un puñado de valientes se jugó el tipo desde «La Cordorniz», «Hermano Lobo» y «La Ametralladora», patinando de comicidad los desmanes y arbitrariedades perpetrados desde el poder. Incluso durante la Transición se mantuvo la sana costumbre de pasar bajo las horcas caudinas del humor a quienes metieran la gamba o la mano, según. Sin embargo, de un tiempo a esta parte hasta el humor se ha politizado y vuelto sectario, de forma que lo correcto es reírse sólo de una de «las dos Españas», porque como te rías de ambas puedes acabar malamente.
Por eso, antes de saber si procede partirse o no, a uno le cantan el tema de «No me pises que llevo chanclas»:
—Y tú, ¿de quién eres?
—De Rajoyito.
—Y tú, ¿de quién eres?
—De Zetapé, le dije yo a la vieja.
Y aquí viene la metaguasa inevitable (como la metaliteratura, pero más divertida), porque gracias a las características del habla andaluza y sobre todo a la aspiración de las consonantes implosivas de las últimas sílabas, la letra de la canción de los «Chanclas» adquiere tintes subversivos, arrastrándonos así hasta los borrascosos días de la canción protesta, cuando la culpa también la tenía (qué coincidencia) el tomate:
—Y tú, ¿de quién ERE?
—Conoce usted por casualidad Mercasevilla.
Llegados a este punto uno quiere dejar claro que aquí no hay ni mala leche ni mala intención, porque el nuevo sentido de la letra es metonimia pura, figura literaria que no sólo tiene valor poético sino lacaniano, ya que el inconsciente no puede impedir la aparición de los tropos, y menos todavía de los tropos sucios:
—Y tú, ¿de quién ERE?
—De Cuerotex, la que le tocaba prima hermana.
En efecto, cualquiera que haya leído algo de psicoanálisis sabe de sobra que la «Asociación Libre» consiste en la expresión espontánea de cualquier idea, ocurrencia o pensamiento, inducida por una palabra estímulo. Por ejemplo:
—Y tú, ¿de quién ERE?
—De Marujita, la que se jubiló de penalti.
Pero menos pitorreo y más solemnidad, que para hacernos reír ya están los políticos y las políticas, ese personal que jamás pierde la oportunidad de quedarse callado.