Tras encumbrar a Rubalcaba, apoyar las primarias que pide Chacón y situar a Bono de nuevo en el centro del foco…
«Ha levantado más expectación hablar contigo que con Obama», transmitía por SMS José Luis Rodríguez Zapatero a José Bono la tarde del 16 de febrero, horas después de charlar ambos «de lo que se imaginan», en palabras del presidente del Congreso. Sabía que pasearse a la vista de todos daría que hablar y que a Bono le iba a faltar tiempo para situarse de nuevo en una carrera sucesoria, esta vez con el apoyo tácito de quien le derrotó hace casi once años. Y cuando no se habían apagado los ecos de esa cita, Carme Chacón vuelve a pedir primarias, el martes en un desayuno, y luego trasciende el apoyo del presidente del Gobierno al «procedimiento» —ella le envió la transcripción de sus palabras— aunque eso no significa apoyo a la candidata, matiza el «zapaterismo».
Un diputado ajeno a la batalla por el poder se preguntaba al día siguiente en tono preocupado: «¿A qué juega ahora Zapatero?». Ninguno de los consultados por este periódico ofrece una explicación certera, solo aproximaciones. No se conoce su decisión ni cuándo la hará pública, aunque la sensación predominante es que no volverá a ser candidato. Pero un estrecho colaborador que lleva muchos años a la sombra del líder ya vaticinaba a ABC hace meses, en pleno fulgor de la estrella Alfredo Pérez Rubalcaba: quien le sustituya «tendrá que ganárselo, como él en 2000».
Si se descarta, según coinciden todos, adelantar el 38 Congreso Federal ordinario a otoño para entronizar a un nuevo secretario general —no le evitaría tener que someterse al escrutinio de las bases en caso de que otro candidato obtuviera un 15% de avales—, el PSOE está abocado a las primarias que tanto teme el aparato por propia experiencia. El secretario general, Joaquín Almunia, fue derrotado por José Borrell en 1998, y Trinidad Jiménez el verano pasado por Tomás Gómez en el PSM. «Este partido tiene una vena anarquista», ha confesado alguna vez Felipe González aludiendo al hecho de que a los afiliados no les gustan los candidatos del poder.
Deciden «los órganos»
Frente a las formas de una vieja guardia que gobernó el PSOE gracias a interminables pactos congresuales de madrugada entre González y Guerra, el triunfo de Zapatero en el 35 congreso de 2000 reventó usos y costumbres. No hubo primarias pero, por lo abierto del resultado de aquel cónclave, lo pareció. «¡Faltaría más!», responde hoy Zapatero cuando es preguntado si su sucesor será elegido en primarias. Como si le ofendiera la duda…
Pero no es la duda periodística la que le parece ofenderle, sino la de muchos de los que le rodean; empezando por el «triunvirato» que forman en Moncloa Rubalcaba, Ramón Jauregui, y el todopoderoso director del Gabinete de Presidencia, José Enrique Serrano; y siguiendo por el presidente del partido, Manuel Chaves, y el vicesecretario general, José Blanco. Con González apoyando desde fuera.
El ex presidente ya ha repetido tres veces que el candidato lo elegirá el partido y que Zapatero debe decidirse ya. A ninguno se le oye hablar de urnas y sí, mucho, de que decidan «los órganos del partido»; es decir, el Comité Federal en otoño. No quieren que el «zapaterismo» de Chacón suceda al de Zapatero. De esa tesis se separa el castellano-manchego José María Barreda, el único que estuvo en el desayuno del martes con la ministra. Y Bono, sabedor de que solo un milagro del voto militante podría darle la gloria que no alcanzó en 2000. «¿Cuántos más con poder orgánico había allí?» resalta a ABC uno de los altos dirigentes anteriormente nombrados. Este dirigente sigue viendo a Rubalcaba como el más preparado y cree que lo que hizo Chacón fue un «aquí estoy yo», pero pronostica que finalmente no se presentará a primarias porque enfrentarse al «aparato» cerraría sus posibilidades después de 2012.
Así las cosas, después de permitir a Rubalcaba ejercer de «presidente bis» durante meses, Zapatero estaría intentando ahora reequilibrar el panorama sucesorio. Todos, él el primero, son conscientes de que cuando anuncie su adiós —quienes quieren que lo haga ya cifran ahora sus esperanzas en el mitin de Vista Alegre (Madrid) el próximo 3 de abril— el foco se trasladará a los candidatos y, salvo que el «caso Faisán» le hiera de muerte políticamente, la diferencia de apoyo «orgánico», que no de militantes, es incontestable a favor de Rubalcaba. Los suyos niegan que el vicepresidente les haya prohibido hablar de la sucesión —«no hace falta, aquí nos dedicamos a trabajar», dicen—. 1
El zapaterismo ya sonríe
Lo que resulta evidente es que Zapatero se ha reconciliado con el «zapaterismo», representado en la Moncloa por el secretario general de la Presidencia, Bernardino León, en la Ejecutiva Federal por ex «Nueva Vía» como José Andrés Torres Mora, Juan Fernando López Aguilar, Jesús Caldera o Alvaro Cuesta; en el Grupo Socialista por José Antonio Alonso o Eduardo Madina y, en el Gobierno, además de por Chacón, por Leire Pajín. Todos vivieron alarmados el ascenso meteórico de Rubalcaba y ahora creen que hay partido. Piensan que el vicepresidente haría tabla rasa y eso significaría tanto como decir «que nos hemos equivocado en casi todo durante estos diez años».