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Aumento de combustibles y de intereses. ¿Qué va a ser de España? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el marzo 6, 2011 por admin6567
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Seguramente nos podríamos preguntar, a estas alturas de la legislatura, ¿ Está España en condiciones de soportar un nuevo embate  a la economía debido al aumento de los costes de la energía, sin que ello repercuta de forma grave sobre nuestra tambaleante recuperación, si es que la hay? Pero, vistas las declaraciones del señor Trichet y ante un posible aumento de los tipos de interés en Europa, para el próximo mes de abril; podríamos plantearnos si estamos preparados para enfrentarnos a un encarecimiento de nuestra deuda soberana y si, el pueblo español, en general, se encuentra psicológicamente predispuesto para asumir un sacrificio que nadie podía llegar a prever, si nos remontamos a siete años atrás. Sé que son cuestiones muy dispares pero, sin duda, unidas por un denominador común, al que hace muchos años no nos habíamos visto precisados a tomar en cuenta. Desde el Gobierno se nos habla de que es posible que 4.000.000 de españoles estén inmersos en la economía sumergida, aquella de la que habló el anterior ministro de Trabajo, señor Corbacho, diciendo que se estimaba en un 20% del PIB y que la señora De la Vega, en un rasgo de autoritarismo, desmintió, como si aquellas declaraciones fueran un crimen de lesa majestad contra el socialismo.

Es posible, señores, que gracias a esta economía sumergida  –si es verdad que afecta a cuatro millones de españoles, no se reduce a los parados que puedan sacarse unos euros para poder vivir, sino que se demuestra que, incluso gente que tiene trabajo, practican el intrusismo como un medio de completar sus emolumentos –; en España no estemos ante una revolución social parecida a la que están padeciendo muchos de los países que estos días se han rebelado en contra de sus gobiernos, a causa de la miseria que los afecta. Les ruego que, por un momento, quieran imaginarse que, en lugar de un gobierno socialista, que tiene a los Sindicatos domesticados y subvencionados, de modo que sabe que no le van a plantear problemas importantes; se tratara de un gobierno de derechas el que hubiera permitido que la cifra de desempleados alcanzara la cota de los 4.600.000 trabajadores. Las manifestaciones por las calles, las huelgas generales, el descontento social y las huelgas salvajes, tanto públicas como privadas, ya hubieran hecho saltar al Gobierno por los aires, desde hace muchos meses. Sin embargo, el hecho preocupante es que, a una situación de escasa liquidez de las empresas, de deficiencias estructurales, de falta de pedidos y de problemas de productividad y de competitividad que, hoy en día, afecta a un 90% de las empresas españolas, en especial a las medianas y pequeñas; se le añade una competencia desleal con la que tiene que luchar, en una lid desigual, ya que no cuenta con medios ni competencias para evitar este tipo de situaciones.

Pero, si añadimos a la preocupación de los españoles por su futuro; la duda por si van a ser despedidos; la necesidad de apretarse el cinturón ante el aumento de los impuestos, la disminución de las desgravaciones, el incremento del IBOR  que afecta a sus hipotecas, el encarecimiento de las tarifas eléctricas, el combustible y los alimentos; puede que tengamos que plantearnos ¿hasta dónde la paciencia y la abulia del pueblo español va a llegar antes de que decida plantarse y enfrentarse a unos gobernantes?, que han perdido la aguja de marear, que están dando palos de ciego y, por añadidura, han puesto en marcha su máquina de poner prohibiciones y limitaciones a los derechos individuales y, en ocasiones colectivos, de los ciudadanos; sin que la efectividad práctica de tales medidas tengan la consistencia, la fiabilidad, la seriedad y el aval  científico y económico que puedan avalarlas, como un remedio eficaz para ayudarnos a salir de la problemática situación que, cada vez con más intensidad, nos viene afectando. Tenemos la sensación de que se nos trata como a niños, como a personas incapaces de pensar por nosotros mismo o como a ciudadanos de segunda que precisan de la autoridad férrea de un dictador.

Por desgracia para España, ya hace años que las recaudaciones por impuestos no alcanzan para cubrir los gastos de la Administración y, ante un hecho que debiera de haber puesto en alerta al Ejecutivo, en lugar de emprender una política de restricción del gasto público, los socialistas, con el señor Rodríguez Zapatero a su cabeza, emprendieron una huida hacia delante, incrementando de una manera exponencial el gasto público y liquidando, con sorprendente eficacia, las reservas del Tesoro público. La llegada de la crisis los cogió en plena euforia de supuestas “mejoras sociales” y no tuvieron la valentía de frenar el gasto y adoptar las medidas precisas para que la crisis nos afectara lo menos posible. Primero negaron que hubiera crisis; después se escudaron en que no nos iba a afectar a los españoles y, cuando les fue imposible continuar negando que éramos una de las naciones más afectadas por ella, se dedicaron a achacar la responsabilidad a los EE.UU. y al PP por no querer “arrimar el hombro”. ¿Arrimar el hombro?, ¿acaso para ayudarles a seguir con una política económica y financiera absurda de ir tapando parches? El Gobierno no podía pedirle a la oposición que contribuyera a que acabasen con  lo poco que viene quedando de España y ellos, los socialistas, lo sabían pero intentaban desviar la atención del pueblo en otra dirección.

Veamos la situación de nuestra economía en estos momentos. Un súbito encarecimiento de los combustibles, de duración desconocida. ¿Era imprevisible? De ninguna manera porque, tanto la situación de Oriente Medio como la del norte de África llevan ya tiempo siendo un polvorín dispuesto a estallar de un momento a otro. En lugar de tomar medidas para suavizar la dependencia de nuestra nación en materia energética, nos dedicamos a hablar de energías alternativas, de energías verdes y coches eléctricos, de “sostenibilidad de nuestras finanzas y economía” y, mientras los socialistas, seguían renegando de las nucleares y empezaron a desmantelarlas, siguiendo el camino opuesto al del resto de países comunitarios, que han seguido apostando por la construcciones de centrales nucleares por ser menos contaminantes, más productivas y menos caras que el resto de las restantes instalaciones de producción eléctrica. Se obligó a las eléctricas a invertir grande cantidades en energías experimentales, sin que se consiguieran más que resultados mediocres y muy caros, excesivamente caros para una nación que se encuentra en crisis y, ahora, somos los ciudadanos que tenemos que hacer frente, en nuestros recibos de la luz, a los efectos de los errores de nuestros gobernantes.

Pero, si el tema de los combustibles amenaza con desequilibrar nuestra convaleciente economía, la puntilla está en manos del BCE que ya nos ha dado el aviso de un posible aumento de los tipos europeos de interés, para el próximo mes de abril. Ni la señora Salgado ni el señor Zapatero van a decirnos las deletéreas consecuencias que, para nuestra nación y sus habitantes, pudiera tener que tuviéramos que apechugar con una subida de los intereses y una posible restricción de las habituales compras del BCE de las deudas soberanas de los países en dificultades como son todos los comprendidos en las denominadas PIIGS, entre los que nos encontramos. Gracias a que, indirectamente, a través de nuestros bancos nacionales, nos compran la deuda que nadie quiere a un interés del 1% estamos consiguiendo ir trampeando, emitiendo nuevas partidas de deuda pública, en ocasiones a intereses prohibitivos, que le permiten al gobierno seguir pagando a los desempleados  e ir renegociando los vencimientos, aunque que sea a trancas y barrancas. ¿Qué sucederá si el interés del BCE sube y nosotros nos encontramos a la cola de Europa? Pues, me temo que una catástrofe. O así opino yo.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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