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La manía de despreciar la experiencia, o una reivindicación de la historia (por Carlos Martínez Gorriarán)

Publicada el marzo 7, 2011 por admin6567
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(Publicado en El blog de Carlos Martínez Gorriarán, aquí)

En una de sus famosas frases Albert Einstein dijo algo como esto: “me asombra que alguien espere un resultado distinto cuando procede del mismo modo”. Yo tengo una versión más breve que utilizaba a menudo en mis atribulados tiempos de director de departamento universitario: siempre que pasa igual ocurre lo mismo. Pues aunque parezca mentira hay muchas personas, intachables en muchos aspectos, que parecen incapaces de entender el principio de causalidad natural y se abonan al pensamiento mágico, a menudo revestido de teoría extravagante. Y así creen posible hacer las mismas cosas que otras veces les condujeron al fracaso y ahora conseguir el éxito. Supongo que conciben la vida como una lotería o una tómbola del tipo de aquella canción tan pegadiza (tómbola de luz y de color) de los franquistas sesenta o setenta.

Y viene todo esto al caso de las esperanzas puestas por unos en la última treta de ETA para volver a las instituciones vía la marca Sortu, y en la incomprensión de otros por lo que está sucediendo en los países árabes. La epistemología popular permite ver qué conexión hay entre ambas incomprensiones y el papel jugado por ciertos “expertos”.

Sobre lo primero, algunos parecen no haber aprendido nada de las pasadas treguas de ETA y de su constante refundación del mismo partido bajo diferentes marcas. Cuando se les recuerda amablemente el hecho innegable, tienden a despreciar el argumento de la experiencia diciendo que, esta vez, sí que será distinto. Pero, ¿por qué?, ¿porque ellos son expertos natos, o porque la experiencia no tiene ningún valor? A juzgar por lo que dice en un vídeo de El País Luis Aizpeolea, gran muñidor de esa variedad de pensamiento mágico que es “esta-vez-sí-que-ETA-va-en-serio-con-la-paz”, lo que se interpone entre el logro de sus bellos deseos y la penosa situación presente no es otra cosa que la maldita experiencia, siempre fastidiando a expertos de buena fe como él mismo o su amigo y socio en la materia, el socialista Jesús Eguiguren. Pero la mayoría de la sociedad, puede que no tan experta pero con más sentido común en lo que a ETA respecta, se niega a renegar de la experiencia del trato con esos asesinos. Bastaría que esa misma mayoría procediera igual con el PSOE, el PP y los nacionalistas para que este país mejorara considerablemente, pasando del pensamiento mágico y el reniego de la realidad y la experiencia al aprecio de los hechos y del pensamiento racional. ¡Así que no desesperemos, puede conseguirse!

Vayamos a la situación en los países árabes. Como no podía ser de otra manera, ésta es en sí misma muy variada: incluye desde revueltas que acaban con el gobierno, como en Túnez y en Egipto, a una guerra civil larvada como en Libia, pasando por los movimientos por la igualdad de derechos civiles de los chiitas de Bahrein y otros emiratos del Golfo. ¿Qué tienen en común todos ellos? Si aplicamos la norma de recurrir a la experiencia acumulada, es decir a la historia, descubrimos rápidamente un parecido nada casual con las revueltas que derribaron el muro de Berlín y los regímenes socialistas del este de Europa hacia 1989. Se trata en todos los casos de una población civil sometida a regímenes despóticos, corruptos, anacrónicos y atrasados que bloquean la evolución del país, especialmente para la gente más joven, condenada a la pobreza y la marginalidad social. En este punto, el dilema que se plantea a los afectados es el que el sociólogo Albert Hirschman llamó de “voz o salida”: o se expresa públicamente la protesta contra el régimen (mediante manifestaciones, artículos, críticas públicas), o se abandona el país (emigrando o refugiándose en la marginalidad). Cuando la segunda alternativa desaparece del horizonte, por ejemplo porque los países vecinos cierran la frontera ante el riesgo de avalancha de refugiados o emigrantes económicos, o porque el propio régimen impide a la fuerza la emigración voluntaria (como hacían los países socialistas), la alternativa o preferencia de “salida” deja de serlo a favor de la “voz”, es decir, a favor de la protesta social en forma de manifestaciones de protesta cada vez más organizadas.

Veamos ahora lo que está sucediendo en los países árabes y puede suceder en otros, árabes o no (como Irán, China o Venezuela): el cierre de fronteras a la emigración económica como consecuencia de la crisis internacional, o del propio autoritarismo del régimen, debilita cada día más la opción “salida”: queda entonces la posibilidad de recurrir a la “voz” contra el régimen culpable, posibilidad agigantada hoy en día –a diferencia de los años 80 en la Europa oriental- por el desarrollo de internet y la comunicación vía satélite, desde los móviles a la televisión. A lo que estamos asistiendo, por tanto, es a una nueva oleada de un fenómeno de insurrección social en sociedades complejas –pues aunque atrasados, estos países ya son complejos y están más o menos integrados en la civilización global- que tuvo su primera y gran manifestación en la Europa del Este, comparativamente menos pobres que países como Túnez o Egipto pero mucho más cultos e informados que éstos. Convertir el debate sobre este fenómeno de “voz o salida” en el viejo debate etnocentrista sobre si los árabes están o no preparados para la democracia (como si nosotros lleváramos la democracia en los genes y ellos no), o sobre la difícil secularización del islam (como si las iglesias cristianas se hubieran dejado desposeer voluntariamente del poder político), es una vez más errar el tiro al ignorar la experiencia histórica: lo que sabemos de la naturaleza humana y de cómo evolucionan las sociedades bajo el conocido cóctel de explosión demográfica, opresión política, empobrecimiento económico y corrupción que saquean el país y bloquea sus posibilidades de evolución pacífica.

Y por cierto: los “expertos” en países árabes tampoco predijeron lo que iba a pasar, a diferencia de algunos escritores y periodistas mucho más perspicaces (incluyendo muchos blogueros de los países árabes). Ahora esos mismos expertos nos dicen que desconfiemos de la experiencia porque lo de Libia o Yemen no tiene precedentes. Vamos, que confiemos en ellos en vez de en nuestra capacidad de comprensión fundada en la experiencia y la observación. Como con Sortu, en fin. Pues conmigo que no cuenten… Respecto a Sortu, en concreto, no hay nada más democrático que presionar contra cualquier “salida” que no sea obligarles a alzar la “voz” contra ETA. Entonces hablaremos. Y respecto a los países árabes, lo que conviene es que la voz civil recién estrenada en algunos pueda evolucionar hacia la democracia: un camino problemático, difícil y siempre lleno de incertidumbres.

 

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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