El escritor francés del siglo XIX, Louis Dumur, entre otros, nos dejó el siguiente pensamiento: “Los hombres no quieren la verdad, no quieren sino que se les disfrace la mentira”. Mucho nos tememos que, en estos momentos, en España, se esté dando un fenómeno semejante; si es que nos queremos regir por la actitud de una gran parte de la ciudadanía, que ya ha renunciado a entender la política y a los políticos y parece que ha entrado en una especie de hibernación mental en la que, la pereza de pensar y un cierto fatalismo, al estilo del de los países eslavos, le impide reaccionar contra un sistema que, no obstante haberla decepcionado, no se siente con fuerza para combatirlo y prefiere instalarse en una postura pasiva, conformándose con que les vayan camuflando la verdad, la situación real y dramática en la que está el país y las malas noticias que todavía se nos ocultan, con tal de que nos la envuelvan en papel de regalo, como si, con un buen envoltorio, fueran menos y nos las tragáramos con más facilidad.
Así ha venido sucediendo desde que, el señor Rodríguez Zapatero, ascendió a la presidencia del gobierno y, a partir de aquel momento, se empezó a producir la gran transformación de la nación española y la caída vertiginosa que han experimentado, a través de sus sucesivos ejecutivos y de las leyes que han promulgado, la economía, las finanzas, el comercio, la educación, las costumbres, la ética y la moral y, en resumen, toda la forma de vida, las relaciones, las familias, el concepto de solidaridad y los valores que estuvieron vigentes durante siglos en nuestra patria. Los resultados de semejante cambio no se han hecho esperar y, sólo faltaba que se produjese una crisis, para que las carencias del sistema socialista y de la filosofía relativista que nos ha traído, hayan quedado despojadas de la piel de cordero que las encubría, para dejar al descubierto la hirsuta piel de lobo, la piel del engaño y de la incompetencia, la de la alimaña que sólo es capaz de destruir, atemorizar y acabar con todo aquello que se le pone a su alcance; convirtiendo lo construido en ruina y lo esperado en desesperanza.
Desde el Gobierno se nos está repitiendo, con machacona insistencia, que ya estamos saliendo de la crisis, que lo peor ha pasado y que quienes nos gobiernan ya han hecho sus deberes. Se insiste, una y otra vez, que pronto se creará empleo y que la situación general del país empieza a regenerarse, gracias a los esfuerzos y logros políticos del señor ZP y de sus ministros. Pues bien, sea porque no somos capaces de ver los espejismos que nos enseñan; que no tenemos las mentes bastante despejadas o que, como somos de derechas, somos incapaces de descifrar lo que, para las izquierdas, resulta claro y palmario; pero, señores, cuando uno da un repaso a los acontecimientos cotidianos que nos rodean, sale a las calles para mezclarse con la ciudadanía o se palpa los escuálidos bolsillos, la verdad, nos vemos incapaces de observar ningún signo de estas mejoras que nos anuncian y de las que se pavonean nuestros mandatarios.
No entendemos como habiéndose ralentizado las obras públicas, estando estancada la construcción de nuevas viviendas y quedando en España más de 800.000 inmuebles construidos y por vender; cuando todos los bancos han tenido que incorporar a sus activos todos aquellos bienes hipotecados que, por falta de pago de sus propietarios; han tenido que embargar; cuando el valor de los mismos ha descendido, en ocasiones, por debajo del 50%, con las consecuencias que se derivan de tales hechos; nos cuesta admitir que, en solo un año, el FROP , las fusiones o las reestructuraciones que, deprisa y corriendo, se han tenido que poner en marcha por el Gobierno, ya hayan surtido efecto y hayan comenzado a obtener beneficios con los que compensar sus deudas.
Tampoco vemos los efectos de esta cacareada reforma laboral (criticada por todos), cuando no pasa día que no tengamos noticia de los percances producidos en empresas que se han visto obligadas a gestionar ERE’s a causa de su incapacidad para soportar una plantilla excesiva o debido a que han tenido que abandonar la producción o, simplemente, han quebrado. Cuando hace unos días ZP bravuconeaba con las 30.000 becas ( sólo es una manera de camuflar el desempleo pagándoles 400 euros para que hagan cursos de reciclaje) de los empresarios con los que se reunió; no esteramos de que una de las más importantes empresas del país, la Telefónica, está anunciando un plan para desprenderse del 20% de su plantilla, cerca de 6.000 trabajadores, a través de tres años; la multinacional DIXONS, de distribución de informática, cierra su cadena de tiendas PC City con la previsión de un despido de 1.224 empleados y, por si no bastara, la empresa BIMBO va a despedir a otros 600. Si añadimos a estos percances que las fusiones de las cajas de ahorros suponen una previsión de cerca de 4.000 despidos; pocas esperanzas parece que nos dan de que se de una recuperación, aunque sea mínima, de puestos de trabajo para paliar el desempleo.
De Europa no llegan noticias alentadoras cuando parece que se está barajando la posibilidad de que Grecia, Irlanda y Grecia pudieran entrar en quiebra soberana ya que, las medidas de la UE tomó para intentar afrontar las posibles quiebras de países en peligro de caer en el impago de sus deudas, no parece, a la vista de su peligrosa situación financiera, que hayan surtido los efectos esperados. Las cotas de rentabilidad de estos tres países han superado el 13% para el bono griego; el 9% para el irlandés y ha superado, ampliamente, el 8 % el portugués (según las últimas noticias ya supera el 9%). Y, en este contexto, la prima de riesgo española, que había descendido por debajo de los 170 puntos básicos ha vuelto a experimentar una brusca sacudida hacia arriba situándose en los 195 puntos básicos. Lo peor de todo es que, Alemania, un país especialmente afectado por sus importantes aportaciones al Fondo de Rescate, ya ha vuelto a poner sobre el tapete la posibilidad de recurrir a una quiebra controlada de los tres países que no han sabido reaccionar, a pesar de los apoyos recibidos, a las necesidades de un drástico recorte de gastos para sacar a flote sus precarias economías.
Y con este panorama a la vista, con una Europa que no nos pierde vista y, en especial, al señor ZP, del que nadie se fía un pelo, las cosas han vuelto a empeorar. No ven nada claro el tema de la deuda de nuestras autonomías e insisten en que, el Gobierno central, debe tomar las medidas adecuadas para fijar un techo de endeudamiento para evitar que se sigan produciendo situaciones como la de la Deuda de Catalunya, que ha superado, ampliamente, el límite del 3% y lo mismo sucede con otras comunidades con un endeudamiento muy preocupante. Pero, por si faltara la guinda del pastel, nuestro señor Zapatero no tuvo otra ocurrencia que adelantar acontecimientos y dar por hecha una inversión de 9.300 millones de euros, que correría a cargo de un fondo chino, el ICI; pregonando a los cuatro vientos que era una cuestión ya acordada. Los chinos reaccionaron con diligencia y dejaron a nuestro Presidente al borde del precipicio, cuando negaron, taxativamente, que existiera tal acuerdo y que todo se trataba de unas conversaciones informales. Las bolsas españolas, que habían iniciado una subida espectacular, volvieron a desplomarse ante el efecto de las imprudentes palabras de ZP y el tajante desmentido de China. Ha subido la prima de garantía y ha bajado la bolsa y, lo peor, ha vuelto a aumentar la desconfianza de los inversores en la fiabilidad del gobierno español. Un mal tropiezo. O eso es lo que opino yo.
Miguel Massanet Bosch