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¿La Iglesia catalana se independentiza? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el abril 24, 2011 por admin6567
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John  Greenleaf Whittier, poeta y editor estadounidense; hijo de una matrimonio de devotos Quakeros, vivió entre 1.817 y 1892; en su obra “Questions of live” nos dejó este pensamiento: “No romperé ni un bastón doblado, ni agitaré una fe vacilante ni temerariamente extirparé el error que puede llevar la savia a alguna verdad y cuya pérdida pudiera dejar el alma desnuda sin un escudo contra los dardos de la duda”. Y lo cierto que los católicos catalanes, los que primero somos españoles y luego amantes de nuestra tierra, en mi caso las Baleares; cada vez tenemos más motivos de sentirnos alarmados ante el cariz que va tomando esta tendencia hacia la ruptura con el resto de España y, en consecuencia, hacia la lógica respuesta del resto de españoles, que vienen mostrando un cansancio, una exasperación y un sentimiento de antipatía generalizada hacia Catalunya, por el constante empeño de una parte notable de los políticos de esta región y otra significativa porción de ciudadanos catalanes, de renegar de la patria, de demandar más autogobierno y de intentar, por todos los medios a su alcance, sacar el máximo provecho económico del gobierno del señor Zapatero, sabedores de que, en el caso de otro gobierno de derechas, sería poco probable que se les consintiera seguir por esta utópica senda hacia el independentismo.

Y hablo como católico, o mejor dicho, como creyente asaltado por las múltiples tentaciones de la vida, que se esfuerza en aferrarse, como puede, a la religión que le enseñaron a querer y respetar durante su niñez. Pero resulta que, como ya ha venido tradicionalmente sucediendo en el País Vasco, el clero catalán parece que se ha decidido (de hecho ya lleva mucho tiempo en ello) a encender un cirio a Dios y otro al Diablo; dando muestras de preocuparse, en ocasiones, más de las cosas mundanas que de las almas de sus feligreses que, como se sabe,  no deben ser distinguidos por sus ideas políticas, por sus orígenes o por ser españoles, aunque vivan en territorio catalán. Si los monjes del monasterio de Montserrat, con su Abad al frente, se han venido distinguiendo por su decidida, pública y un tanto (por no decir un mucho) exagerado espíritu independentista; no parece que, en el obispado de Barcelona, el señor cardenal­-obispo parezca que ha superado su catalanismo, como ha venido demostrando desde que se hizo cargo de la grey barcelonesa.

Nos cuesta entender a monseñor y mucho más el hecho de que pretenda convertir a todos los catalanes en miembros de una especie de comunidad ajena, por completo, al resto de la comunidad católica de España; como si compartiese las tesis rupturistas de la ERC o de CIU, mezclando churras con meninas o, dicho de otra forma más clara, confundiendo religión con nacionalismo, con lo que parece que se pretende establecer una doble vara de medir según que los feligreses seamos españoles o nos inclinemos hacia el catalanismo acérrimo. Lo peor es que, esta postura del obispo Sistachs, no es algo que le haya venido de repente sino que, a medida que el nacionalismo ha ido adquiriendo carta de naturaleza en las tierras catalanas y, el gobierno Central, ha ido cediendo porciones de soberanía a los partidos catalanes, la Iglesia catalana, en lugar de procurar atemperar algunas de las medidas anti españolas que se han venido poniendo en práctica por la autoridad civil, como pudiéramos hablar del trato anticonstitucional que se le ha venido dando al idioma español y su relegación a mínimos en la enseñanza;  da la sensación de que ha contribuido, en todo lo que ha podido, a  que dentro del mismo clero  y, en especial, en la enseñanza religiosa, se siguiera la misma pauta. Lo que ocurre es que, tampoco en la parte espiritual, en lo que atañe a la parte doctrinal y el magisterio católico de la Iglesia, parece que se sigan las normas emanadas del propio Vaticano y, algunos católicos catalanes, tenemos la sensación de que existe unos ciertos indicios en el clero catalán de pretender establecer su propia teología de la liberación, en cuanto a las interpretaciones de las leyes canónicas y determinadas opiniones de tipo cismático que parece que se van implantando en algunas asociaciones religiosas que han venido medrando bajo los auspicios de sectores del clero, defensoras  de políticas más progresistas que, mucho nos tememos, poco o nada tienen que ver con las doctrinas vaticanas.

En todo caso, debemos hacer alusión a un caso que ha tenido lugar en la Diócesis de Barcelona, relacionado con un capellán, padre Manuel Pousa, que tristemente saltó a la escena pública con motivo de una entrevista que le hicieron en El Periódico de Catalunya, donde, sin el menor rubor, confesó, abiertamente, que había pagado abortos a unas jóvenes que habían manifestado su intención abortar. No parece que el señor cardenal le diera demasiada importancia a tal hecho porque permaneció en silencio sin hacer alusión alguna al caso. Pudiera ser que prefiriera no darle demasiada publicidad a un tema tan enojoso pero, cuando el mismo capellán, publicó un libro biográfico en el que se reafirmaba que sus declaraciones y había celebrado matrimonios gays en la cárcel, además de tener “una amiga muy especial” y decir que iba por libre en la Iglesia; no le quedó otro remedio a monseñor Sistachs que darse por enterado, anunciando la apertura del correspondiente proceso de excomunión al mencionado cura.

En la nota de prensa que publicó el señor cardenal parece que, en una gran parte de la misma, se dedicó a ensalzar la labor social desempeñada por el encausado, algo que no puede dejar de llamarnos la atención porque no es habitual que cuando se trata, por ejemplo, de juzgar a uno que ha cometido un crimen el magistrado se dedique a alabar los posible méritos de acusado o sacar a la luz sus logros civiles ya que, no se está juzgando la vida del criminal, sino el acto o los actos delictivos que se le imputan. Según informa la prensa, tuvo que ser un importante cargo de la curia vaticana quien advirtió a monseñor Sistachs de cuál era la doctrina real de la Iglesia.

El resultado de este juicio eclesiástico contra el padre Pousa, no pude más que dejarnos sorprendidos porque, a pesar de las pruebas abrumadoras y de la confesión del encausado, la decisión de quienes le han juzgado; dada a conocer por el Obispo en una nota de prensa, colgada en la página web de la Diócesis, el señor Pousa “no incurrió en la censura de excomunión latae sentenciae”. La conclusión a la que llegó el tribunal ad hoc se resume en el siguiente párrafo del informe “con la debida certeza que, a tenor del canon 1329, dicho sacerdote no ha incurrido en la censura de excomunión latae sentenciae  por no haber concurrido en la intención del delito y por no haber tenido complejidad principal en los abortos ya totalmente decididos y llevados a cabo por dos chicas en situación económica muy precaria” ¡Pues vamos servidos! ¿No era el deber del sacerdote oponerse frontalmente a tal acto criminal? Incluso que no le hubieran hecho caso ¿no era contribuir al delito el darles ayuda pecuniaria?, ¿no es contraria la doctrina vaticana al matrimonio de homosexuales?, ¿si estos actos no merecen la excomunión, puede que el señor Sistachs nos diga, a los católicos catalanes, cuáles serán los que merezcan esta sanción? Puede que muchos cristianos no entendamos semejantes muestras de “caridad” con un ministro del señor. Quizá así comprendamos la laxitud que ha habido en la iglesia con los abominables casos de pederastia que se han venido denunciando dentro del clero. Una sentencia absurda y evidentemente muy discutible. O eso es lo que opino yo.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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