(Publicado en El Mundo-Reggio´s, aquí)
A FONDO
La ecuación es sencilla: más paro, más inflación, menos consumo.
El viernes, mientras medio país se adormecía con la boda/exhibición de Guillermo y Catalina, las estadísticas golpearon la credibilidad del Gobierno, ya muy escasa, en una confabulación cruel que remató la encuesta del CIS: el PP supera al PSOE en más de 10 puntos, a pesar del anuncio de Zapatero de que ya no será candidato.
Ustedes ya conocen los datos. Pero quiero incidir en su gravedad. Que tres años después de que comenzara la crisis, en el primer trimestre de este año, el paro haya aumentado en 213.500 personas es la constatación dramática del fracaso sin paliativos de una política económica. Y eso teniendo en cuenta que la población activa ha disminuido, lo que prueba la nula esperanza de los ciudadanos de encontrar empleo.
Los precios alcanzaron en abril una subida del 3,8%. Un índice propio de una economía recalentada, cuando, muy al contrario, nuestro crecimiento es paupérrimo. La culpa, dice el Gobierno, la tienen los carburantes. No. La enfermedad de nuestra economía es más profunda. Otros países, con parecida dependencia energética y mayor crecimiento, tienen menos inflación. Nuestro problema es de falta de productividad, lo que hace que, a pesar de la caída del consumo, los precios no bajen, sino que se muevan al albur del petróleo o de los alimentos no elaborados.
Más paro, por tanto, menos rentas; mayores precios, por tanto, menos poder adquisitivo; total, las ventas del comercio minorista cayeron un 7,9% en el mes de marzo. En las grandes superficies el desplome fue del 12,5%.
En ese marasmo de malas noticias, el dato de que la subida del Euribor tendrá como consecuencia un encarecimiento medio de las hipotecas de 775 euros al año, que también se conoció el viernes, es casi una anécdota.
En ese escenario, la comparecencia del vicepresidente Rubalcaba y del ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, tras el Consejo de Ministros, fue, sencillamente, patética. Gómez echó mano de la demagogia para echar la culpa al PP (impropio de alguien que tiene cierto nivel técnico como él), y el portavoz, recurrió a las promesas: «El empleo aumentará y aumentará…».
Agarrados a la estúpida apuesta de no superar la barrera de los cinco millones de parados (ya estamos en 4,9), se vuelven a repetir los mismos tics de cuando se aseguraba que no se iban a superar los cuatro millones.
El Gobierno confía en el turismo y en las exportaciones para mitigar el desastre en los próximos meses.
Pero es magro consuelo. Las ventas al exterior es difícil que se mantengan, dado que Alemania no va repetir las históricas cifras de crecimiento de 2010. El turismo, sí, irá mejor. El próximo trimestre será un pequeño consuelo tanto en las cifras de empleo como en las de la balanza corriente. Pero, ¿qué ocurrirá en el último trimestre del año?
Los datos que manejan tanto el Ministerio de Economía como el Banco de España apuntan a una nueva reducción del crecimiento tras el leve repunte veraniego.
Todo esto, claro, sin tener en cuenta la amenaza de una nueva tormenta financiera como consecuencia de la reestructuración de la deuda griega.
La mayoría de los expertos da por hecho que Grecia no va a aguantar muchas semanas en esta situación: la deuda a dos años sólo se coloca al 25%. Si, al final, se produce una quita en la deuda griega, la inestabilidad acabará afectando a España. Nuestro diferencial con el bono alemán se volverá a disparar. El esfuerzo que ha supuesto la reducción del gasto público y que ha tenido un efecto sedante en los mercados no habrá servido de nada.
El calendario político, en lugar de ayudar, complica más las cosas al Gobierno.
No olvidemos que tras las elecciones municipales, en las que las encuestas auguran un batacazo sin precedentes para los socialistas, se abrirá en el PSOE el proceso de primarias para designar al sucesor de Zapatero.
Por tanto, nos situaremos en el otoño con una bicefalia de hecho en el PSOE y ante la perspectiva de tener que negociar unos presupuestos a cara de perro con los nacionalistas vascos y catalanes.
Mi apuesta es que el Gobierno no va a tener apoyos suficientes para aprobar las cuentas de 2012 y que este hecho forzará el adelanto electoral. Es verdad que Zapatero podría prorrogar los presupuestos de este año, pero esa decisión no haría más que desgastarle aún más y restar posibilidades de triunfo al nuevo candidato.
En lugar de rebuscar entre sus papeles para encontrar algún dato positivo, el presidente debería darse cuenta de que la situación es ya insostenible y de que debe ser él quien dé el paso de adelantar las elecciones al próximo otoño.
Su Gobierno está incapacitado para resolver los graves problemas que han llevado a España al borde de la intervención por parte de la UE. Zapatero reaccionó dos años tarde ante la peor crisis internacional desde el crash del 29. Ha recortado el gasto del Estado, pero no puede, porque ahora no tiene instrumentos, asegurar la reducción del déficit de las autonomías.
En la reforma de las cajas ha perdido otro año y todavía sigue sin estar concluida, a falta de los nuevos stress tests y de la salida a Bolsa de las entidades más importantes.
La reforma laboral (la más importante) aún no está concluida.
Pero, lo peor de todo, es que Zapatero ha dilapidado hasta límites irrecuperables su credibilidad.
A este Gobierno le falta lo fundamental, la capacidad de infundir en los ciudadanos la confianza de que se puede salir del agujero.
En la encuesta del CIS que se hizo pública el viernes, no sólo se reflejaba una distancia de 10 puntos del principal partido de la oposición respecto al PSOE, o que los ciudadanos valoran, por primera vez, más a Rajoy que a Zapatero, sino que se ponía de manifiesto que, tras el paro y la crisis, el tercer problema para los ciudadanos es la clase política.
¿Qué significa eso? Que la mayoría de los españoles piensa que los políticos ponen por delante sus intereses partidistas antes que los problemas de la gente.
Ese escepticismo hacia la clase política es un síntoma de la gravedad de la situación.
¿Podremos aguantar así durante 10 meses más?