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España, ¿izquierda democrática o totalitaria? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el noviembre 14, 2011 por admin6567
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Resulta algo paradójico que, los que se autocalifican de “representantes de la cultura”, estos que miran al resto de los ciudadanos por encima del hombro, que viven del público, la mayoría de ellos, y que se agarran a los viejos tópicos marxistas aunque, una gran mayoría de ellos, no practican, en sus vidas particulares, lo que exigen a los que menosprecian como  “explotadores de los pobres” o como “ derechona” o como “beatos”, entre los que, como es natural, se incluyen, no sólo a ricos, empresarios, industriales, cristianos, políticos de otras sensibilidades, sino a todos aquellos que no aceptan sus teorías y que no comparten su forma libertaria, torticera, utópica, sectaria y sesgada de ver la vida.

Al parecer, todos estos que, en su día, fueron calificados como los amigos del señor Rodríguez Zapatero y que hicieron de la famosa “señal de la ceja” un arma de batalla para apoyar a ZP en las elecciones del 2008; ahora, pasada la legislatura, cuando se han dado cuenta de que no ha resultado el proyecto de gobierno que tenía “entre ceja y ceja” su adalid de aquel entonces, en lugar de reconocer que se equivocaron, que una cosa son las ideas en estado puro y otra muy distinta es la posibilidad de llevarlas a la práctica; lejos de aceptar que aquellos ideales que apoyaron con tanto frenesí, lo único que han conseguido es llevarnos a los ciudadanos y al país a una situación extrema, en la que 5 millones de parados ponen en evidencia los errores de un sistema económico, basado en el aumento del gasto público,  la estatalización de la economía y el despilfarro en subvenciones, que han venido propugnando los del PSOE;  siguen manteniendo sus postulados comunistoides, sólo que, ahora, todavía se viran más hacia la izquierda tercermundista, esta que tanta miseria ha llevado a los pueblos que la han venido soportando. La “ceja” se dirige, señores, a los comunistas del señor Cayo Lara.

No obstante, hay algo que resulta difícil de entender y que queda de manifiesto en todos los mítines que se están celebrando en esta campaña electoral, tanto en el PSOE, como en IU o en los mismos partidos nacionalistas y es que, quizá influidos por el anarquismo de los llamados “Indignados” del 15M o por el resto de corpúsculos de la extrema izquierda y movimientos antisistema; en lugar de centrarse en explicar un modelo de gobierno, un programa de actuaciones determinado; un camino que sea capaz de llevar a España a superar sus graves problemas económicos, financieros y sociales, en los que está atrapada; prefieren dedicarse a criticar los proyectos que viene proponiendo la derecha y, no con argumentos técnicos, con propuestas alternativas o con modelos económicos de probada solvencia, sino que han optado por el insulto, el sarcasmo, la grosería y la descalificación,  sin que se los vea capaces de dar opciones serias, capaces de ilusionar a aquellos a los que se dirigen; eso sí, saciando, con sus discursos, el odio de aquellos que lo han ido cultivando a través de los años, contra una parte de la sociedad que ellos desearían poder eliminar del mapa de España.

Y esta actitud nos lleva a muchos a reflexionar sobre si, en España, esta izquierda intolerante, vengativa, libertaria y defensora de las prohibiciones como medio de tener controlada a la ciudadanía, intentando someterla, por la fuerza del poder, a aceptar los criterios totalitarios y doctrinarios de los que, durante los ocho años de gobernación ya nos han dado abundantes muestras de su “talante” al prohibir radicalmente fumar en bares y restaurante; la imposición de cupos en las listas electorales, de modo que en lugar de la capacidad y la preparación han primado las propuestas feministas, a las que el gobierno de ZP se ha rendido incondicionalmente o la imposición de la asignatura Enseñanza para la Ciudadanía, trufada de contenidos inmorales, de enseñanzas prematuras sobre sexualidad y propuestas de alternativas a la sexualidad heterosexual equiparando a la misma la homosexual o cualquier otra desviación o depravación, que la mente de un niño difícilmente puede asimilar correctamente.

Estamos percibiendo, entre determinados colectivos –por cierto, por los que muestran una especial debilidad los candidatos de la izquierda –, una cierta muestra de indisciplina, rechazo o, incluso, de rebeldía en contra del orden establecido, de los principios democráticos y del respeto por el resultado que pudiera salir de las urnas, que nos hacen temer que, estas minorías escandalosas, estos grupos que ocupan los espacios públicos sin permiso de nadie, saltándose las leyes y las ordenanzas municipales y que se muestran contrarios a las prácticas democráticas que, al parecer, pretenden sustituir por sus asambleas, sus mítines callejeros o sus ideas de lo que debe ser una nación que, por supuesto, nada tienen que ver con lo que las mayorías expresan en las urnas cuando se utiliza el único sistema que tiene validez en la democracia, consistente en que; por cada ciudadano un voto, y la suma de todos los votos es la que debe decidir la forma de gobierno que los españoles deciden que necesita la nación; lejos de intentos de protagonismos minoritarios, de clanes que dicen tener la representación del pueblo o de aquellos sectores que se atribuyen una superioridad intelectual que les permite estar, en su minoría, por encima del resto de los ciudadanos y, por consiguiente, se creen que pueden darnos lecciones de cómo se debe dirigir un país.

Mucho nos tememos que, aunque hay una parte muy mayoritaria del pueblo español que está decidida a que se produzca un cambio radical en la forma de gobernar al país; que ha decidido que, la política que ha llevado a cabo el actual gobierno socialista con el apoyo, por parte de otros partidos interesados en sacar rédito de su colaboración, no ha sido más que un error garrafal que nos ha conducido al desastre; ha decidido ya su voto, confiando en un gobierno de centro derecha encarnado, en esta ocasión, por el señor Mariano Rajoy y su equipo; hay otro grupo más minoritario, pero caracterizado por su beligerancia, su falta de respeto por las leyes y su rebelión en contra de aquellas políticas que entienden que les limitan sus opciones de imponer sus propios criterios; que es posible que, llegado el momento, se alíen con los Sindicatos (abiertamente contrarios a un gobierno de derechas, que los pueda privar de sus suculentas subvenciones y concesiones en materias laborales, que han impedido que, en España, se haya podido llevar a cabo una reforma de la legislación laboral capaz de igualarnos a otros países europeos), para intentar poner obstáculos a una administración de necesaria austeridad que intente poner en marcha el gobierno del PP.

Ya es hora de que, la voz de la mayoría, como en cualquier otra democracia, sea tenida en cuenta por encima de pretendidos detractores o interesados opositores, que puedan intentar deshacer o poner trabas al necesario proceso de regeneración de nuestra nación que, no sólo es indispensable para evitar que la CE  deba intervenirnos, como ha ocurrido con países como Grecia o Portugal, con las nefastas consecuencias que ello supondría para los ciudadanos, sino que, si no se arbitran las medidas de ayuda crediticia a los empresarios, ajuste de los impuestos a las PIMES, aumento de productividad, flexibilidad de las plantillas y contención de salarios; a la vez que se reduce radicalmente el gasto público y se pone freno a los despilfarros de las autonomías,  es evidente que las consecuencias, digan lo que digan estos sabios de guardarropía que tanto saben, las perspectivas del país pueden ser tenebrosas. O esta es, señores, mi forma de pensar.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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