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Garbanzos negros en el Parlamento Europeo (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el enero 19, 2012 por admin6567
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El gran Cicerón, en su obra “De Officiis”, ya nos hablaba de la hipocresía humana en estos términos: “De todos los hechos culpables ninguno tan grande como el de aquellos que, cuando nos están engañando tratan de aparentar bondad”. Y es que, señores, cuando, en el Parlamento Europeo, algunos de sus miembros intentan llevar sus prejuicios, su sectarismo y su incapacidad para aceptar las opiniones de los demás al extremo de protestar por un merecido homenaje que se le ha hecho al señor Fraga Iribarne, juntamente con el del señor Havel, con motivo de su óbito, no podemos dejar de pensar en aquella frase del Señor cuando dijo aquello de “Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra”. Porque resulta un insulto a la inteligencia que, una representante del Reino Unido, la señora Sarah Ludford, haya sido la que primero haya criticado el homenaje al señor Fraga y el que se le haya equiparado, en méritos, al señor Havel, a quien, por cierto nadie le niega su fructífera labor en su país por acabar con el domino de la Unión Soviética. Claro que hay muchos países en Europa, entre ellos el país de esta señora protestona, que nunca han podido digerir que Franco derrotase al comunismo en su primera batalla para hacerse con el sur de Europa, cuando ya tenía fuertes cabezas de puente en Francia y en la Italia del señor Togliacci.

Pero la señora Ludford parece no querer acordarse del pasado de la Gran Bretaña en su época colonialista, del trato que dispensaba a los oriundos de los países a los que colonizaba y de las matanzas que los soldados inglese perpetraron, en la India, cuando el señor Mahatma Gandi, el líder, desde 1918, del movimiento independentista indio, defendía el derecho de la India a independizarse de la metrópoli, en las que murieron miles de ciudadanos desarmados sólo por manifestarse en la calles. Y, ya que parece no querer recordarlo, le puedo hacer memoria de un episodio dramático que tuvo lugar al fin de la segunda Guerra Mundial, cuando el señor Churchill decidió repatriar a 10.000 soldados rusos capturados, sabiendo que su destino, en su patria, la dirigida por J.Stalin, iba a ser  el ser enviados a Siberia o ser fusilados; lo que no impidió que, en todo el mundo, se lamentase la muerte de aquel que llevó a los aliados a la victoria,  con públicos homenajes.

Pero, como está ocurriendo en España, para los de tendencias izquierdistas existe siempre una doble vara de medir, según se trate de juzgar actos de sus correligionarios o, por el contrario, de hacerlo con los de sus eternos enemigos: los de la derecha o conservadores, a los que no les perdonan el seguir existiendo. Es muy curioso la distinción que siempre han hecho al tratar el nazismo de Adolf Hitler con toda la dureza que, indudablemente, se merecía e, incomprensiblemente, nunca le han hecho el menor reproche al dictador soviético señor Stalin y a su régimen de terror, especialmente materializado en lo que fue conocido como la Gran Purga, la serie de campañas de represión y persecución políticas llevadas a cabo en la Unión Soviética en el final de la década de 1930. En ella cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas y anarquistas fueron perseguidos por la policía y cientos de miles fueron enviados a campos de concentración y otros cientos de miles que tuvieron menos suerte fueron fusilados. ¿A qué se ha debido este rigor con la Alemania nazi y esta benevolencia con el “padrecito” Stalin? Simplemente, se trata de la estrategia de esta izquierda intolerante, de este sistema basado en la tergiversación de los hechos y el adoctrinamiento implacable que siempre se les han dado a las masas hambrientas, haciéndoles creer que todos sus sufrimientos les vienen de la maldad de la derecha y de su sistema económico: el capitalismo.

Pero no podía faltar, en este Parlamento Europeo, la nota de alguno de nuestros compatriotas, encantados de aprovechar la mínima ocasión que se les presenta para desprestigiar a nuestro gobierno y a España, esperando que a fuerza de intentar sembrar la cizaña fuera de la patria vayan a conseguir alcanzar sus fines de implantar el comunismo en ella o, en el caso de los nacionalistas, ir consiguiendo apoyos para sus aspiraciones secesionistas. Y, como no cabía menos de esperar de un diputado catalán, el señor Raúl Romera, que se ha apresurado a decir que Fraga y Ravel no eran figuras equiparables. Para este individuo “Fraga, pese al importante papel que jugó en la transición (tanto que los catalanes debieran de haberle hecho un monumento porque, este padre de la Constitución, fue uno de los que establecieron el estado de las autonomías que ahora tanto nos preocupa y, sin duda, en el caso catalán, fue el principio de este renacer nacionalista e independentista que tanto auge ha adquirido en los últimos tiempos), tenía muchas sombras”. Para redondear su protesta contra el extinto no ha dudado en añadir: “nunca pidió perdón por lo que hizo el franquismo y por las decisiones que él mismo tomó” y, miren por donde, en esta consideración coincide también con la señora Ludford, que se expresó de la siguiente manera: “Fraga nunca renunció o se disculpó por los estándares represivos del régimen de Franco en el que él participó” y, se olvida de añadir que, siendo ministro de Franco, no tuvo empacho en dictar una Ley de Prensa por la que se suavizaban las medidas estrictas de control que hasta entonces afectaban a la libertad de expresión.

Lo que seguramente no sabría explicar el catalán señor Romera es como, siendo Fraga tan de derechas, fue de los que aceptó el regreso de uno de los criminales más conocidos de la Guerra Civil, que también participó en la revolución de Octubre de 1934, en contra de la República legítima, por el sólo hecho de que, a la sazón, estaba presidida por un partido de derechas, el señor Santiago Carrillo; al que se le atribuyen, por la mayoría de historiadores españoles y foráneos, los famosos asesinatos de Paracuellos del Jarama. ¡Qué curioso que ninguno de los separatistas catalanes ni de estos señores progresistas que se rasgan las vestiduras ante un hombre de valía, como era don Manuel; en ninguna ocasión hayan pedido que se le juzgue!, cuando no paran de insistir en que se juzguen lo que ellos llaman las represiones del franquismo, que, con ser cierto que las hubo, siempre, y los datos cantan, fueron menos y menos truculentas que las que practicaron en Barcelona los de la CNT y la FAI, las Juventudes socialistas y el PCE en sus famosas checas en las que, primero se martirizaba a los infelices que ingresaban en ellas y después, casi como un alivio para las víctimas, se los asesinaba. Fe de ello la dan los miles de asesinatos de frailes, monjas, católicos, propietarios, personas de derechas que tuvieron lugar en toda la España en poder de la República.

¿Qué me dice este señor que tanto se alarma por el homenaje al señor Fraga, respecto a los homenajes, esculturas, ofrendas florales e intentos de resucitar su figura como ejemplo para los catalanes, que le han sido otorgados al señor Companys? Intervino en primer plano cuando se produjo la revolución de Asturias en contra de la II República, aprovechando para declarar “el Estado catalán” aunque el general Batet pronto le bajó los humos y ordenó su detención. En julio de 1936 siendo presidente de la Generalitat catalana cometió el error de dejarse llevar por los sindicatos, permitiendo que se dieran armas al pueblo y haciendo la vista gorda a los asesinatos en cadena perpetrados por los sindicatos para robar, vengarse y torturar a sus víctimas en razias que hacían habitualmente por las noches. Supongo que, para el señor Romera, un separatista, todos estos faustos le parecerán merecidos ¡Allá él! O esta es, señores, mi opinión.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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