El próximo 11 de febrero se celebrará en UPyD la elección del Consejo Territorial de Castilla-La Mancha. Esto me ha llevado, como afiliado de este partido con domicilio en esta Comunidad Autónoma, a releer el documento de Organización y Estatutos, un acto al que animo al resto de mis compañeros, porque seguro que les hará reflexionar hondamente durante los próximos días y, con ello, orientar su voto de una manera más responsable y madura.
Así, al menos, me ha sucedido a mi. He podido ver satisfechos los propósitos que encontré al entrar en este partido político, un partido nuevo para la España del siglo XXI. Y, acorde con la politología moderna, he recapitulado sobre la teleología esencial de UPyD, que, frente a aquellos partidos orientados a los votos y a los cargos, “concede la máxima importancia a la consecución de determinadas políticas públicas”. Para ello, es imprescindible disponer una estructura organizativa que huya de la excesiva profesionalización en el trabajo político, evitando caer en procesos de selección negativa y en la creación de castas políticas “que cercenen el acceso a las responsabilidades públicas de aquellos ciudadanos comprometidos que, viniendo de la pura sociedad civil, aspiren por sus capacidades y cualidades a representarla en las instituciones”.
Por eso ha introducido UPyD un importante componente ético en el ejercicio de las funciones públicas de todos los cargos y representantes del partido, puesto que “sólo un ejercicio de la práctica política desde una óptica ejemplarizante puede recuperar el crédito de los ciudadanos hacia la noble tarea de la política, del servicio público en definitiva”. Y de aquí la creación de unos órganos de dirección (Consejo de Dirección, Consejo Territorial, Consejo Local) dotados de la máxima legitimidad y respaldo posible, por lo que todos estos órganos de dirección política han de ser elegidos mediante el voto directo del conjunto de los afiliados de su ámbito respectivo, sometidos por tanto al mayor control y censura posible, el juicio libre y crítico de todos los afiliados del partido.
Este es el partido que quiero y el que me hace estar desde el primer día de su fundación en él. Por esto pido ante la apertura del aludido proceso electoral que se le abran a mis compañeros los ojos de la racionalidad y comprueben los efectos devastadores que puede tener su desunión. De eso sabía mucho Leopoldo Calvo-Sotelo, la sabia y profunda figura de Estado (la democracia ya pone esquelas de presidentes, eso es que se va haciendo mayor). También Manuel Fraga sabía mucho del espíritu cainita de la derecha. Este último y la experiencia derivada del mismo ha de ponernos en guardia frente a los que –a parte de emplazarse en esa ideología, nada upydiana– buscan sobre todo valerse del partido para adorar su personalismo y relamer su cata profesional. Yo creo que estas personas están lejos de la esencia de UPyD, aunque, por las circunstancias que sean, se encuentren afiliadas a UPyD en Castilla-La Mancha.
Hemos de ahuyentar a través del próximo proceso electoral cualquier amago de conspiración y todos los sesgos de desunión en el territorio castellano-manchego de nuestro partido. Como decía la profesora Edurne Uriarte, los bulos y las intoxicaciones, tan propios de toda conspiración, culminan y son comprados preferentemente por amplios sectores de la derecha tradicional –y conservadora, luego alejada de las bases progresistas de UPyD-. Este formulario conspirador va ligado al elemento metodológico de política activa reaccionaria asentado en la operación de construir buenos y malos. Mi experiencia política y académica de más de treinta y cinco años me reafirman en considerar un estorbo esa dicotomía, y, en el momento que la palpase en UPyD, abandonaría el partido. Más que nada porque, como escribió Edurne Uriarte, alrededor de esa división se engendra la demolición de las relaciones personales, de los afectos, de las confianzas, de las complicidades que tejen la fortaleza de un partido. Si se quiere declarar una larga crisis a UPyD en Castilla-La Mancha, no hay operación más eficaz que ésta, porque nada es tan difícil como recomponer las relaciones humanas.
Después de lo expuesto, en un tono doctoral y militante a un tiempo, más allá de recetas ideológicas, ante el proceso electoral mentado quiero dejar claro a mis compañeros que se alejen de cuantos evidencien que lo suyo es una simple apuesta por el poder, dirigida con la esperanza de convertirla en la plataforma electoral que necesitaban; empeñados en «marcar paquete» vulgarmente, y en sumirse en la falsedad de dibujar una gris gestión en los tres coordinadores territoriales precedentes, que eso es precisamente lo único que abarca la retórica artificial, postiza y simulada de los que sólo quieren suceder a esos magníficos directivos del partido en Castilla-La Mancha, como han demostrado los últimos resultados electorales. ¡Estaría bueno que quienes menos cooperaron en dicha campaña electoral, se hicieran ahora “dueños” del partido en nuestra región! Vamos a evitarlo, por favor.
Juan Andrés Buedo