Friedich von Schiller (1.759-1.805) el poeta, filósofo, dramaturgo e historiador alemán, considerado como una de las figuras centrales del “clasicismo de Weimar”, en su obra Piccolomini, legó a la humanidad la siguiente frase: “Las palabras del hombre son siempre más audaces que sus hechos”. En efecto, si hubiera sido por las promesas que nos hizo el señor Rodríguez Zapatero; si hubiera acertado en sus predicciones sobre la rápida recuperación del país o si hubieran sido ciertas sus declaraciones, ante personas importantes de las finanzas y de la economía americanas, cuando visitó los EE.UU con la esperanza de que, el señor Obama, le salvara los platos rotos (cosa que, evidentemente, no ocurrió) ; en estos momentos continuaría el PSOE gobernando España ya que, no sólo estaríamos en periodo de recuperación , sino que, seguramente, seríamos uno de los países que llevara la batuta dentro de la UE, al lado de Alemania y por delante de Francia. Pero, por desgracia para España, el resultado fue otro.
No fue así, no sólo no acertó ni en una sola de sus baladronadas, sino que, como se ha demostrado después, no tenía ni idea de cómo salirse de la situación a la que le había llevado su desconocimiento de la economía, su falta de perspicacia respecto a la verdadera dimensión de la caída de nuestra burbuja inmobiliaria y su desafortunada política social, amén de su enfermizo egocentrismo; cuando se embarcó en una serie de leyes de gran calado social ( ayudas a madres, alquileres a jóvenes, subvenciones a determinados colectivos afines al PSOE y la famosa ley de Ayuda a la Dependencia, entre otras) pero que, como ya le indicó su propio ministro de Economía, el señor Solbes, eran imposibles de sostener teniendo en cuenta nuestra débil situación económica. Las palabras que, con tanto convencimiento y seguridad, pronunció el señor Zapatero, no fueron más que vanas promesas, ilusorias utopías e intencionadas nubes de humo dedicadas a ocultar, a la ciudadanía, la verdadera situación en la que se encontraba nuestra nación. Y, así nos fue.
Ahora, en España, volvemos a tener a los mismo protagonistas, intentando vendernos un reeditado “cuento de la lechera”, construido a base de nuevas promesas, nuevos proyectos, nuevas fantasías y pocas realidades, escasa seriedad y todavía menos posibilidades de llevarlo a la práctica. El señor Rubalcaba y todos los supervivientes de aquel PSOE que nos gobernó durante casi ocho años, han decidido que, si ellos no pueden seguir gobernando España, van a poner todos los medios para que, quienes les han sucedido en el poder, el PP del señor Rajoy, tampoco puedan salir airosos en el empeño de lograrlo. Lo típico, el perro del hortelano que no come ni deja comer. Sin embargo, veamos lo que están haciendo los nuevos gobernantes, desde el momento en que se hicieron con las riendas del Gobierno. No se puede decir que haya permanecido mano sobre mano, como lo estuvieron haciendo los del PSOE, durante los últimos meses de su mandato. Lo cierto es que era difícil imaginar, incluso para los más optimistas, el frenético ritmo que, el nuevo equipo de gobierno, ha impreso a sus actuaciones, a la puesta en marcha de reformas verdaderamente innovadoras y a establecer un retrato ajustado a la realidad del panorama autonómico y de sus agujeros negros a los que, sin miedos ni tardanzas, se ha aprestado a poner remedio.
El PP ha cogido el toro de la gobernabilidad por los cuernos, decidido a que no pasara un día más sin poner en marcha las medidas adecuadas para frenar, primero, y más tarde, remontar, la evidente tendencia negativa en la que estábamos moviéndonos desde que Europa obligó a Zapatero y a su gobierno ha moverse dentro de los parámetros económicos y financieros que le marcó el ECOFIN y Bruselas. Y es que, a pesar de las desesperadas maniobras del PSOE, de los Sindicatos y de la IU del señor Cayo Lara; la maquinaria del PP ha ido avanzando imparable en la puesta en práctica de su nuevo proyecto, sin que le haya importado que ello le pudiera costar votos o fuera poco popular para muchos ciudadanos. Desde la implantación de una Ley de Estabilidad Presupuestaria para poner coto a los despilfarros autonómicos, hasta una reducción drástica de cargos públicos, pasando por preocuparse de los que no podían pagar sus cuotas de las hipotecas, consiguiendo que, la mayoría de entidades bancarias, se hayan adherido, voluntariamente, a aceptar, en aquellos casos de gente en paro y sin posibles económicos, la entrega de la vivienda como pago de la deuda, con la particularidad de que, los habitantes que la vinieran ocupando puedan permanecer en alquiler, viviendo en la misma. Culminando con la dotación de un fondo de 35.000 millones de euros para que, a través del ICO, los acreedores de los organismos públicos que tuvieran pendientes de cobro facturas puedan, a partir del mes de Mayo, recuperar el dinero que les deben y que, en muchos casos, ha sido la causa de que muchas empresas cerraran.
Todos aquellos que, desde el PSOE, anunciaban que el nuevo Gobierno no tenía proyecto alguno y que habían permanecido en la oposición porque no tenían nada que ofrecer al pueblo español, deberían estar tirándose de los pelos ante una demostración de eficacia como la que está dando pruebas el Ejecutivo del señor Rajoy. En las dos legislaturas del PSOE, aparte de una serie de leyes que sólo consiguieron crear enfrentamientos entre los españoles, como la de la Memoria Histórica, la de los Matrimonios entre personas del mismo género y la puesta en cuestión del aborto; todas las demás disposiciones no tuvieron otro objeto que asegurarse votos aunque estuvieran convencidos de que, la mayoría de ellas eran, inaplicables a causa de su elevado costo. Estaban tan convencidos de que, el nuevo gobierno, sería incapaz de acometer las reformas precisas para intentar sacar a España de la situación de penuria en que la dejaron, que se han visto obligados a cambiar de táctica, arrimándose más hacia la extrema izquierda, porque saben que sus proyectos, basados en la esperanza de que, el gobierno del señor Rajoy, estaba condenado a caer en unos pocos meses, convocando nuevas elecciones generales, no van a cumplirse. Nada de esto se puede contemplar en estos momentos en los que, la imagen de España, ha ganado enteros en la CE. Tanto el señor Guindos como el señor Rajoy han conseguido mejorar la confianza en nuestra deuda, que se coloca a intereses más bajos que cuando la colocaba el gobierno socialista y, por si fuera poco, han forzado, en una negociación sumamente hábil, a que Bruselas haya admitido el rectificar el tope de déficit, que había fijado en un 4’4% del PIB colocándolo en, un más cómodo, 5’3%.
Así las cosas, nadie puede esperar que la amenaza de una huelga general pueda inquietar al Gobierno del PP, por mucho que los sindicatos ( que no las tienen todas consigo) se pavoneen o lancen frases amenazadoras y revolucionarias si no se atienden sus reivindicaciones que, evidentemente, lo único que buscan es seguir manteniendo sus privilegios, garantizarse sus subvenciones y obligar al Gobierno a seguir negociando; algo que llevan haciendo hace ya tres años, sin que se haya conseguido el más mínimo avance. Ha llegado el momento de que Rajoy gobierne, sin concesiones a la galería, siguiendo con sus reformas y manteniendo el pulso ante aquellos, cuya única obsesión es conseguir conducir a España a la ruina, un escenario que, obviamente, les sería favorable para sus objetivos revolucionarios y frente populistas. ¡Ha llegado el momento de mantenerse firmes y resistir! O así es como veo yo, señores, el panorama social, y sus repercusiones en la recuperación de nuestra nación.
Miguel Massanet Bosch