Cuidadito, mucho cuidado, que no está esta España de nuestras entretelas para muchos sustos ni para declaraciones de infarto, que puede que nos anuncien que viene el lobo de verdad o puede que sean, simplemente, intentos de mentalizar a una ciudadanía, que no se acaba de creer que nuestro país esta "echando el bofe", acuciado por el dragón de las diez y siete cabezas autonómicas, insaciable en su voraz apetito de subvenciones y dispuesto a, si es preciso, auto fagocitarse aunque ello o, precisamente por ello, fragmente a nuestra nación en mil pedazos, cantones o cacicazgos que la dejen convertida en pasto para aquellos que, buscando su independencia o la implantación de un neo comunismo, se refocilan en la ruina del país; en unos momentos en los que, la vista de todos los países parece que está fijada, con la natural preocupación, en cada uno de los episodios que el Gobierno español y su Parlamento vienen protagonizando; algunos de ellos, en verdad, muy mejorables y otros, atinados, pero sin respaldo popular.
Si el Gobierno parece que corre peligro de sucumbir a la exasperación y, por tanto, es necesario que tome aire, se serene, haga algunos cambios que parecen inevitables y vuelva a tomar la batuta para conducirnos por esta difícil ruta de intentar sortear el rescate total; la oposición, sin excepción alguna, parece que ha decidido convertirse en una especie de casa de Tócame Roque, cada cual tirando por su banda y todos, no obstante, empeñados en hacerle todo el mal que puedan al Gobierno. Si no fuera porque nos estamos jugando nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos, casi podría llegar a resultar gracioso ver con qué desfachatez cada cual cía del remo en la dirección que le conviene; de modo que, si tuviéramos de hacer caso a todo lo que estos políticos de los diversos partidos del arco parlamentario proponen o critican, sin duda que acabaríamos en un nosocomio con los nervios destrozados y la mente hecha ciscos.
Lo peor de los que nos está sucediendo, señores, es que este juego suicida al que están jugando los partidos políticos; esta batalla de desgaste y este empeño en enfrentarse en lugar de unirse en bien de la causa común, empieza a producir sus efectos. Hasta ahora los ciudadanos miraban con estupefacción como el estado del bienestar, que siempre pensaron que era algo sin vuelta atrás, se les estaba hurtando, poco a poco, hasta que ha llegado un momento en el que, una gran parte de ellos, ya está temiendo que no va a poder subsistir dignamente y muchos otros, incluso, sin dignidad alguna. No se puede decir que el comportamiento de los españoles, durante los cinco años de crisis haya sido malo ni siquiera regular, porque la mayoría ha aceptado el cambiar de estatus y el retroceso en sus ingresos con verdadera flema británica, pero existe el peligro de que, el pueblo empiece a cansarse de este continuo rifirrafe político, pierda la poca confianza que aún les pudiera quedar en los políticos y decida que ya basta de aguantar las estupideces de estos señores que, aparentemente, sólo saben usar las Cámaras para pelearse como buitres hambrientos, en busca de algún despojo sobre el que abalanzarse.
Lamentablemente, empiezan a observarse preocupantes grietas en el edificio del Estado de Derecho. A los continuos ataques al edificio democrático por parte de las izquierdas, que pretenden sustituir el dictamen de las urnas por las algaradas callejeras, y las facultades legítimas de un gobierno para aplicar con libertad su propia política; por un intento descarado de obligarle a aceptar las opiniones disidentes, aunque, cuando gobernaron, resultaron ser todo un fracaso, lo que motivo su estrepitosa derrota en los pasados comicios. Los conatos de determinado sectores del Ejército, la UME, insinuando estar dispuestos a elevar sus problemas internos al nivel de protestas callejeras; la participación abierta de funcionarios de la policía y de la Guardia Civil, en manifestaciones públicas en lugares céntricos de Madrid, mostrando su descontento por los recortes del Gobierno, han significa un paso más hacia el descontrol de la nación.
El hecho, evidentemente preocupante, de un sabotaje cometido en las mismas cocheras de la Unidad de Intervención Policial –un cuerpo de élite encargado, precisamente, de evitar disturbios callejeros – en el complejo policial de Moratalaz, donde han aparecido 100 furgonetas con 160 rueda rajadas (se ha descartado que este sabotaje pudiera haber sido realizado por personas ajenas al cuerpo); nos deberían hacer reflexionar hasta donde están llegando los límites de la línea roja que debe siempre existir; estableciendo una clara diferenciación entre la frontera entre los supuestos derechos individuales de la fuerza pública y aquel punto en el que, su propio oficio, sus responsabilidades como empleados públicos garantes del orden en las ciudades y pueblos y su especial condición de unidades básicas para garantizar la seguridad de los ciudadanos, nunca puede ser traspasado, ni se les debe permitir que lo traspasen, por quienes tienen a su cargo la disciplina y el orden en estos cuerpos sometidos a una disciplina militar.
Tampoco la prensa y la TV parece que estén a la altura de las circunstancias. Como siempre, la mayoría de los medios, ha decidido atacar con saña los recortes del Gobierno y, cada tertulia, cada programa de opinión y cada supuesto "experto" (que nunca falta en estos grupos de "opinión") pretende hacer ver a sus oyentes o espectadores, que ellos tienen en sus manos el remedio adecuado sin que, curiosamente, todas sus recetas "milagrosas" sean capaces de explicar, adecuadamente, con qué medios se debería contar para ponerlas en práctica. Mucho mal se está haciendo sembrando, en una audiencia desconcertada, peregrinas teorías de todos aquellos que hace siete u ocho meses estaban desgañitándose demandando urgente reformas drásticas para sacar al país del gran desastre del gobierno del PSOE y que, ahora, cuando el señor Rajoy, con una valentía impensable, se ha decidido a hacerlo, es cuando salen los "enterados" para enmendarle la plana y presentarse como los listillos de turno.
Y por si quedase algún punto que no se hubiera tocado, nos aparece, una vez más, el problema separatista que, en Catalunya, si alguien no lo remedia con urgencia, está adquiriendo caracteres de revolución latente, con los ciudadanos soliviantados por las arengas del señor Mas y del señor Durán, este eterno intrigante al que se le debería haberle hecho ministro con tal de que permaneciera callado y no creara más problemas. Yo no sé la percepción que tendrá la señora Sánchez Camacho, (en ocasiones no se sabe si defiende al PP o forma parte de CIU), pero uno, que patea la calle y puede escuchar los comentarios de la gente, tiene que admitir que, cada día que pasa, son más los catalanes y los inmigrantes o nuevos catalanes, que están en contra del gobierno de Madrid y se muestran dispuestos a apoyar los intentos separatistas del gobierno catalán. Si no se hace algo para solucionar el problema, si no se inicia una campaña poniendo en claro lo que realmente ocurre con las finanzas catalanas, es muy posible que, a la menor excusa, salte la chispa, como ya históricamente ha ocurrido varias ocasiones, y la cuestión adquiera un cariz que, a los que recordamos lo ocurrido el 18 de julio de 1.936 y lo que pasó en Barcelona el 19 del mismo mes, no deja de causarnos una sensación de algo "deja vu", poco grata. O esta es, señores, mi opinión sobre esta tensa situación.
Miguel Massanet Bosch
Hay que exisitir l’unidad entre todos los partes del pais, la Catalunia y el resto del pais. No hay que tener diferencias entre los cuidadones.
la unidad hace la fuerza.