Si lo que ocurrió ayer, con las declaraciones del señor Draghi, hubiera sucedido apenas hace un mes, puede que otro gallo le cantaría a la economía española, nuestra prima de riesgo no hubiera sufrido el bestial incremento que ha soportado durante la última semana y nuestra deuda no hubiera estado sometida a las duras presiones de los mercados, que le ha obligado a pagar unos intereses, por la deuda a 10 años, superiores al 7`5% algo que, para todos los expertos, si lo unimos al crecimiento desorbitado del interés por la deuda a corto y medio plazo, son signos evidentes de estar llegando al punto en el que no cabe otra cosa más que el rescate. Lo que sí ha quedado evidenciado con la oportuna, aunque algo retrasada intervención del señor Mario Draghi, es que en los mercados bursátiles quienes llevan la batuta no son los pequeños inversores que, a duras penas intentan sacar un modesto rendimiento a sus ahorros, sino estos grupos, lobbies o logias que manejan grandes capitales a los que, sin temor a equivocarnos, podemos incluir dentro de los denominados especuladores, si entendemos como tales aquellos que maquinan, desde sus situaciones privilegiadas, las variaciones que deben experimentar los parquets , según sean sus propios intereses.
Aún aceptando y alegrándome de este respiro que nos han concedido las bolsas, por otra parte imprescindible para alejar, momentáneamente, el fantasma del rescate; no podemos menos que resaltar el hecho de que, el presidente del BCE, sea un italiano, como ya he comentado en otras ocasiones. No deja de ser curioso que, algunos, tengamos la sospecha de que su salida a la palestra se haya producido en unos momentos en los que parece que, el Tesoro italiano, va a tener que afrontar importante vencimientos de deuda en los próximos meses (parece que Italia solo ha colocado un 38% del total de la deuda prevista para todo el año) lo que, de retruque, nos favorece a nosotros que "sólo" tenemos unos 9.000 millones de euros pendientes de colocar de la que hay prevista para este 2012. Sin embargo, no podemos dejar de tener la sospecha de lo que, en realidad, hubiera sucedido si, Italia, no hubiera estado amenazada del mismo mal que le ha venido acechando a España. Y todo ello nos lleva al convencimiento de que, por mucho que sean importantes los esfuerzos de nuestro Gobierno, especialmente la agotadora y eficiente labor del señor De Guindos; lo que se observa con claridad es que, en Europa, se carece de una democracia interna; que el Parlamento Europeo está manejado desde la sombra por importantes grupos de presión que son los que, en realidad, fijan los objetivos, establecen las medidas a aplicar y deciden qué naciones deben salvarse y aquellas a las que, parece, que ya se las ha señalado como posibles víctimas del gran colapso que viene amenazando al euro y a toda la CE.
Todo lo que viene sucediendo desde hace unos meses, esta gran volatilidad de los mercados, los vaivenes de un BCE que se sabe árbitro de la estabilización de Europa y que, no obstante, en algunas ocasiones da la impresión de que el señor Draghi ha estado empeñado en chafar las buenas noticias, como ocurrió con la reciente cumbre de Roma donde se establecieron importantes medidas que favorecían a España y, sin embargo, al día siguiente, las palabras de un Draghi terco e inconmovible, negándose a comprar deuda de los países necesitados, echaron por tierra los saludables efectos de los acuerdos de aquella conferencia. Es por ello que, si bien a nadie le amarga un dulce, muchos españoles resabiados por las fallidas experiencias anteriores, nos mantenemos en un stand by, sin dejarnos impresionar demasiado por esta espectacular mejora de la situación, principalmente porque, como ya ha ocurrido en precedentes casos, nadie nos asegura que, dentro de unos días, la sorpresa vuelva a saltar y nos reencontremos otra vez con el agua al cuello. Por otra parte, el hecho innegable de que, en este país, parece que el patriotismo ha pasado de moda, para dar paso a una evidente división interna de nuestra Administración central en tantas partes como autonomías y la peculiaridad de que, a cada una de ellas, se le haya cedido la posibilidad de hacer de su capa un sayo, incluso cuando, al conjunto del Estado, esta atomización (consecuencia de las transferencias cedidas, incluidas parte de la soberanía), le supone graves inconvenientes cuando trata de presentar una política financiera común y unificada ante nuestros exigentes fiscales de Bruselas. En muchos casos, nos sorprenden con actitudes de mera obstrucción política, empeñadas en no ceder un ápice de las concesiones que, imprudentemente, se les hicieron para conseguir su apoyo en las cámaras de soberanía. Los nacionalismos exacerbados se están cobrando, cada día con mayor fuerza, las debilidades del Gobierno central, que les permitió convertirse en verdaderos focos de sentimientos separatistas, cuando debieron de haberlos cortado de cuajo, desde el primer momento en que surgieron los primeros atisbos de esta lacra.
Mención aparte merece la postura, completamente irracional y absurda, de las centrales sindicales que, a diferencia del ejemplar comportamiento de los sindicatos alemanes, parecen empeñadas en confirmarnos a los españoles que, en lugar de ser un elemento de apoyo a los trabajadores, una ayuda y un recurso para los obreros en paro y un factor de estabilización del país en épocas de grandes dificultades; continúan siendo los mismos sindicatos de clase de siempre, con sus carencias, su sectarismo obsoleto, su falta de una remodelación a fondo y su necesidad de una actualización al mundo moderno de la que carecen, empeñados en mantener el viejo sistema de la confrontación con los empresarios, en lugar de buscar acuerdos rentables para ambas partes, basándose en unos emolumentos relacionados con la productividad o con los resultados económicos de la empresa. Su ideología trasnochada y el déficit democrático debido a los cargos, casi vitalicios, de sus dirigentes, al poco control de las subvenciones que reciben del Estado y a la falta de una vigilancia que impida que algunos de ellos se hagan ricos a costa de aquellos a los que dicen defender; no permite confiar en su eficacia.
Somos muchos los que quisiéramos conocer lo que ganan, de verdad, lo que se embolsan por los distintos conceptos y cuáles son los bienes que poseen en la actualidad estos líderes de CC.OO y de UGT, señores Fernández Toxo y Cándido Méndez. Tampoco estaría mal que se les hiciera una auditoria sobre los bienes que atesoran ambas centrales sindicales, de qué forma son administrados y a qué fines se destinan. En realidad, lo que procedería (como ocurre en la mayoría de naciones de Europa) es que, estos sindicatos, debieran sostenerse con la cuotas de los trabajadores afiliados y, el Estado, les suprimiera todo tipo de ayudas, subvenciones o pagos; eximiéndolas de las funciones de formación de desempleados, que deberían ser ejecutadas desde el propio ministerio de Trabajo.
El sólo anuncio de la convocatoria de una huelga, que pretende ser general, para el mes de septiembre, ya es una muestra más de la falta de luces de estos señores, que son incapaces de valorar las consecuencias, para España, de semejante necedad. Dar la sensación de que, el Gobierno, no puede controlar a sus instituciones, que la movilización callejera le resta credibilidad ante las instituciones europeas y de que las medidas extraordinarias, a las que se ha visto obligado a recurrir, no surten el efecto previsto, debido al malestar de la población y al caos social; pueden ser fatales para el país.. O esta es, señores, mi opinión al respecto.
Miguel Massanet Bosch
Es logico que los ciudadons en Espana se seinten enganyados del gobierno.
Es evidente que es urgente de hacer algo para mejorar las cosas, pero no se si una huelga va ayudar en algo y mas que eso va a peorar las cosas.
Es una question que pregunto.