(Publicado en blogs.elpais.com/sirimiri, aquí)
Patxi
López ha comprendido que no puede seguir nadando en solitario
contra la corriente de la crisis y arroja la toalla: convoca elecciones y nadie
se sorprende en Euskadi. El primer lehendakari socialista acorta
así en más de tres meses una legislatura que siempre será recordada porque
coincidió con la llegada de la paz, o, al menos, el anuncio del fin de la
violencia de ETA. Un punto y final precipitado a una experiencia insólita que se
antojaba impensable: un Gobierno vasco sin nacionalista.
¿Ha merecido la pena? Simplemente por el sano ejercicio democrático que
supone la alternancia, y más allá del interesado debate partidario, por supuesto
que sí. Incluso, habrá quienes desde las sensibilidades socialista y popular
consideren que el mero hecho del final del terrorismo justifica el cambio que
jamás perdonó el PNV, ganador con holguras de aquellas elecciones autonómicas de 2009
y que se sintió arrojado del poder por un acuerdo entre PSE-PP de difícil
comprensión ideológica. Pero es ahí donde se abre el enésimo desencuentro entre
quienes apoyaron de entrada al actual Gobierno y quienes se situaron
beligerantemente enfrente: la paz ha llegado por un esfuerzo compartido y no por
un cambio de signo político.
¿Gana o pierde el PSE? Sin duda, los socialistas vascos se han dejado muchos
jirones en este viaje. Atrapados por la incomprensión mayoritaria de su pacto
con el PP, vacilantes desde el Gobierno en el desenlace de la paz -el
lehendakari no apoyó la Conferencia de Aiete y el cese de ETA coincidió con su viaje a
EE UU-, sometidos al marcaje asfixiante del PNV y azorados en muchas decisiones
por el miedo reverencial al nacionalismo sociológico, el PSE-EE solo se ha
sentido cómodo desde que rompió amarras con los populares. Es a partir de
entonces, después de encajar dos sonoros sopapos electorales, cuando los
recortes de Mariano Rajoy rescatan el discurso social de Patxi
López y rearman una contestación que, sobre todo, irrita en Moncloa.
¿Y ahora? Precisamente en este escenario sin violencia, cuando desde el
Gobierno vaso se exprime la oposición a un debilitamiento intencionado del
estado de bienestar, va López y se planta. ¿Por qué? Lo hace porque sabe que la
caída de la recaudación, también en Euskadi, le obligaría a elaborar un próximo
prespuesto carcomido en sus recursos y abocado a erosionar la política social,
el santo y seña de su polítca de gestión. Ahí estaba la línea roja y no en su
soledad parlamentaria. El lehendakari podría ser prisionero de su propio
mensaje. Para evitarlo, y consciente de las angustias que se adivinan, llama a
las urnas sabedor de que el futuro pasa por un acuerdo entre diferentes para
ganar la partida a la crisis. Otra cosa es que el debate identitario se apodere
de la campaña electorial con la disculpa de que la marca España ha arrastrado a
Euskadi y entonces las medidas contra la crisis tendrán que esperar, como
mínimo, hasta el año que viene.
Las peleas entre los diputados en el gobierno no tienen que mezclar el publico-los ciudadones.
Lo que pasa en el pais es suficiente grave, los diputados tienen que ser unidos entre ellos y ayudar el publico.