Me cuesta ver como, con la práctica unanimidad, la prensa de este país, un país empeñado en desenterrar los crímenes del pasado y que ha promulgado una Ley de Memoria Histórica para satisfacer a todos los republicanos que todavía no han querido darse cuenta de que, crímenes y torturas, las hubo en los dos bandos contendientes y que, si se quisiera hacer un balance de los actos de crueldad que tuvieron lugar durante la Guerra civil y la posguerra, probablemente la balanza se escoraría peligrosamente hacia el bando republicano, que fue el que con sus sacrilegios, crímenes y humillaciones dio pábulo a que se encendiera la mecha del 18 de julio de 1.936. Ayer tuvo lugar el fallecimiento de Santiago Carrillo y espero que allá donde vaya exista un tribunal más imparcial y justo que el que parece que le ha juzgado, in artículo mortis, en la reseñas de los medios de comunicación de esta nación. En efecto, dudo mucho que a un terrorista que tuviera en su haber 20 o 30 asesinatos, se le tuviera en cuenta a la hora de escribir su óbito, como atenuante o eximente, el haber hecho obras de caridad a los pobres de la iglesia o haber colaborado en las fiestas patronales de su pueblo; como parece que ha sido el caso de este hombre, sobre cuya conciencia pesan crímenes execrables que, por sí solos, bastarían para que la historia lo comparase a Hitler o Stalin.
Por si el tiempo transcurrido desde la fecha en que se llevaron a cabo las sacas de las prisiones de Madrid, hubiera borrado el recuerdo de aquella matanza o, por tratarse de crímenes cometidos contra los nacionales y sus familias, podríamos pensar que existe una especie de pacto de silencio o conjura que ahora, en la muerte de Carrillo, pretende darle un trato y una consideración de personaje ejemplar y gran colaborador en la transición española. Es posible que, una gran mayoría del pueblo español, desconozca quien era Carrillo y. que los que lo sepan, por tratarse sus víctimas de personas de derechas, clérigos, militares y "facciosos" prefieren olvidarse de ello para sólo darle importancia a su pretendida "colaboración" en la llamada transición. Este hombrecillo con el eterno cigarrillo en la boca, de aspecto amable, que llegó de incógnito a España, disfrazado con una peluca, para entrevistarse con los enviados por Suárez; poco se compadece con aquel Consejero de Orden Público de Madrid que firmó las órdenes para que, saca tras saca, fueran inmolados en Paracuellos del Jarama, según el historiador Gibson, el más moderado de los cronistas de la época, entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1.936, más de 2.400 presos ( entre ellos muchos políticos republicanos).
Seguramente, de las pocas cosas que se le pueden reprochar a don Adolfo en la transición, se le pueden atribuir dos: el haber colaborado a establecer el estado de las autonomías en la Constitución de 1.978, cuyos resultados no hemos tardado en comprobar lo nefasto que han resultado ser para España y, la otra, el haber supervalorado el peso del partido comunista en nuestro país, quizá deslumbrado por la actividad intensa que desarrollaron las organizaciones comunistas durante la dictadura, especialmente los miembros infiltradas en las industrias, en los jurados de empresa así como en los propios Sindicatos Verticales, que consiguieron, especialmente en los últimos tiempos de la dictadura, crear graves problemas de orden público y poner en jaque a las principales empresas de la nación, que fueron convertidas en sus principales víctimas.. Luego, cuando llegó la democracia, se demostró que, aquellos que no habían desarrollado ninguna actividad importante en suelo español y que tenían sus centros de resistencia fuera del país, los socialistas, fueron los que les arrebataron a los comunistas todo el protagonismo; algo que quedó patente en los resultados emanados de las urnas que pusieron en su sitio, relegado a una representación casi testimonial, a aquellos comunistas que habían hecho el trabajo sucio durante el franquismo.
La legalización del partido comunista en España, como más tarde se ha visto, y la acogida que se le dispensó a S.Carrillo cuando regresó del exilio, aparte de ser una boutade del señor Suárez y de quienes aconsejaron semejante error, creyéndose que sin la colaboración de los comunistas no se podía instaurar la democracia, algo que evidentemente no era cierto; influyó notablemente en el acontecimiento que tuvo lugar el 23 de febrero de 1.981, cuando los militares asaltaron el Congreso y sacaron a las calles a las fuerzas armadas. Sin duda que la rehabilitación del PC en España fue como una bofetada para todos aquellos que ayudaron a Franco a derrotar el comunismo. Hubo, en el Ejército, un movimiento de repulsa a aquella decisión de Suárez que contribuyó en gran manera al golpe militar del 23 de febrero de 1.981. Un golpe en el que los propios socialistas de Felipe Gonzáles y altas estancias del país parece que estaban involucrados de alguna manera, aunque después, como siempre ocurre, lo pagaron unos pocos cabezas de turco. Sé que es de cristianos presentar la otra mejilla pero no las mejillas de las 9.000 víctimas que se produjeron en la provincia de Madrid, entre las cuales se contaban un millar de mujeres y niños. Son demasiados muertos para que se pueda intentar disimularlos con las cortinas del olvido.
Sin embargo, a este homenaje excesivo e inmerecido que se le ha tributado al responsable de los crímenes de Paracuellos del Jarama, le podemos oponer un gesto de nuestro Rey, don Juan Carlos, que ha tenido el gran acierto de poner, en un mensaje aparecido en su web, los puntos sobre las íes a estos nacionalismos, especialmente el catalán, que se ha lanzado a tumba abierta, conducido por un señor Mas que parece haber perdido los papeles, impulsado por la inercia de una manifestación que debía haber sido en defensa del Pacto Fiscal, pero que acabó degenerando, impulsada por los partidos extremistas, en un manifiesto popular a favor del independentismo. La declaración de SM ha tenido la virtud de coger con el pie cambiado al Gobern catalán, que se delató a sí mismo al afirmar que, las palabras del rey, no iban con ellos (excusatio non petita acusatio manifiesta); posteriormente, ante la imposibilidad de ignorar el mensaje de la Casa Real, ha sido el mismo señor Puig que ha dicho que SM se equivocó con su mensaje. El señor Mas ha procurado despistar, al decir que ellos son los únicos que hacen propuestas ¡Evidentemente, señor mío, ustedes piden la independencia y a esto le llaman hacer propuestas cuando saben que, como muy bien ha dicho el Rey, lo de la independencia es "perseguir quimeras"!
Los que han criticado la intervención de SM, y esto lo dice alguien que no es monárquico, ignoran que no se trata de un acto de intromisión en la política de la nación ni una usurpación de funciones del Gobierno, sino que es una de las facultades que le atribuye la Constitución, junto a ostentar la Jefatura de Estado, ser el jefe supremo de las fuerzas armadas y constituirse en garante del cumplimiento de la Constitución y las leyes. Evidentemente, el intentar destruir la unidad del Estado español, el pretender constituir un gobierno independiente en Catalunya y el amenazar con la secesión, son cuestiones que entran de lleno dentro de sus competencias, por mucho que les incomode al señor Oms y sus colaboradores. Ahora hace falta que Rajoy se muestre firme y no ceda un ápice ante las pretensiones de Mas. Al menos, señores, esta es mi forma de pensar sobre estos acontecimientos.
Miguel Massanet Bosch
Es cierto no hay que olvidar el pasado, mucho menos si el pasado fue malo, con violencia y injusticia.
Pero junto con la memoria del pasado hay que seguir adelante, vivir el presente y mejorar el futuro.