- El historiador británico fallece a los 95 años en Londres tras una larga enfermedad
- Fue autor de 'Historia del siglo XX. 1914-1991' y 'Guerra y paz en el siglo XXI'
- Prólogo de 'Cómo cambiar el mundo', por Eric Hobsbawn
- "En el XIX, Marx ya vaticinó la globalización", por JOSÉ ANDRÉS ROJO
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- Una mirada diferente
Walter Oppenheimer Londres (Publicado en El País, aquí)
El historiador británico Eric Hobsbawn, en una
imagen de 2003. / RICARDO GUTIÉRREZ
El historiador marxista Eric Hobsbawm, quizás el intelectual británico más
admirado y respetado en el mundo desde hace varias generaciones, ha fallecido en
la madrugada del lunes en el Royal Free Hospital de Hampstead, apenas a unos
cientos de metros de su casa, a los 95 años de edad. A pesar de que nunca renegó
de su ideología comunista, su intelecto, su capacidad para analizar hasta el más
mínimo detalle y al mismo tiempo su facilidad para sintetizar la historia le
granjearon la admiración lo mismo desde la izquierda que desde la derecha
política, especialmente en los últimos años de su vida.
Autor de una veintena de libros, se especializó en la historia de los siglos
XIX y XX. La tetralogía “La era de…” ha sido considerada su obra cumbre. Una
serie que arrancó en 1962 con la publicación de “La era de la Revolución: Europa
1789-1848” y que continuó en 1975 con “La era del Capital: 1848-1875”, en 1987
con “La era del Imperio: 1875-1914” y cerró en 1994 con “La era de los extremos:
el corto siglo XX, 1914-1991”.
Aunque nacido en 1917 en Alejandría (Egipto), en el seno de una familia judía
de origen polaco, su padre era británico de segunda generación pero él se crió
en Europa central. “Cada historiador tiene su nido, desde el que observa el
mundo”, escribió una vez. “El mío está construido, entre otros materiales, de
una niñez en la Viena de los años 20, los años del ascenso de Hitler en Berlín,
que definieron mis ideas políticas y mi interés por la historia, y de
Inglaterra, y especialmente el Cambridge de los años 30, que confirmaron los dos
primeros”.
El joven Eric vivía en Viena cuando su padre murió de forma repentina en 1929
de un infarto y su madre dos años después debido a la tuberculosis. Él y su
hermana Nancy se mudaron a Berlín, donde vivía su tío Sidney. De allí, la
familia se fue a Londres en 1933 cuando la empresa de Sidney le trasladó a
Inglaterra.
Empezaron entonces esos años de Cambridge, en los que Hobsbawm coincidió con
historiadores como Christopher Hill, Rodney Hilton, John Saville y se afilió al
Partido Comunista, una militancia en la que compaginó la fidelidad –nunca
abandonó el partido: fue el partido el que le abandonó a él al disolverse en
1989– con el espíritu crítico, lo que le granjeó el respeto de quienes admiraban
su trabajo pero discrepaban de su ideología.
Al estallar la II Guerra Mundial se ofreció a trabajar para la inteligencia
pero la oferta fue declinada precisamente por su militancia política. Acabó
ayudando a la construcción de las defensas costeras en East Anglia. Una
experiencia que permitió al sólido intelectual entrar en contacto real con la
clase obrera. “Esa experiencia en tiempos de guerra me convirtió para siempre a
la clase obrera británica. No eran muy inteligentes, excepto los escoceses y los
galeses, pero eran muy, muy buena gente”, escribió años después.
Quizás esa fidelidad frustró sus aspiraciones de entonces de acabar enseñando
en Cambridge y acabó dando lecciones en el Birkbeck College de Londres.
En los años 80 se convirtió en una especia de gurú del Partido Laborista y en
especial del que fue su líder desde 1983, Neil Kinnock, que le describiría como
“mi marxista favorito” en agradecimiento a la influencia que Hobsbawm acabó
teniendo en la reforma del partido y su acercamiento a territorios que luego
desembocarían en el Nuevo Laborismo de Tony Blair.
En los últimos años ha seguido teniendo una gran influencia. Nunca ha dejado
de trabajar (deja escrito un último libro que aparecerá el año que viene) y de
participar en tertulias intelectuales y mediáticas.
En una de las últimas
entrevistas que concedió a EL PAÍS desglosó algunas de las claves a través
de las que narró la historia del último siglo.
– Weimar y Hitler. "Era inevitable politizarse en aquellos
días. Vivía entonces en Alemania, y no podía ser socialdemócrata (eran muy
moderados), ni nacionalista (era inglés y judío), ni me interesaba el
sionismo".
– El poder del marxismo. "Los marxistas creían que la clase
obrera iba a crecer, cuando lo que ha pasado es que ha decrecido y que países
como Estados Unidos o Inglaterra incluso se están desindustrializando".
– Los fundamentalismos. "Afecta a todas las religiones. En
el caso islámico, la revolución que triunfó en Irán tenía una fuerte voluntad de
consolidar un Estado, centralizarlo y modernizarlo. Los fundamentalistas judíos
son desde 1967 los más acérrimos defensores de Israel y reclaman sus ambiciones
imperialistas. Y no hay que olvidar el giro fundamentalista de los católicos con
los últimos papas y de las comunidades protestantes en Estados Unidos".
– El terrorismo islamista. "Su poder militar es mínimo. El
atentado en Nueva York no llegó a desestabilizar la ciudad salvo durante unas
horas. Hay que subrayar que hay lugares (Afganistán, Pakistán, el Oriente Medio)
donde los grupos terroristas juegan políticamente un papel importante, y no se
los puede despreciar. Otra cosa es el terrorismo islamista en nuestros países.
Responde a una reacción antiimperialista".
No creo que opinar sobre cosas que no entendemos ou que no los vivimos es muy recomondable.
Sobre la segunda gerra mondiale,la gente que no nacio y no vivio en esa epoqa obscura no deven criticar ni opinar sobre el tema. Es un insulto contra la gente que fueron assesinatos en la epoqa.