Editorial UPyD (Ver aquí)

Las citas anteriores están extraídas de los estatutos de la llamada Asociación de Municipios por la Independencia (traducidos por Charo González y Susana de la Cuesta). Si el lector se toma la molestia de leerlos y logra superar los errores gramaticales, puede que se pregunte cómo es posible que instituciones del Estado suscriban un texto que, además de las consabidas falsedades históricas, está plagado de referencias discriminatorias. ¿Puede imaginarse lo que ocurriría si un grupo de ayuntamientos castellanos alumbraran un escrito semejante referido a Cataluña? ¿Uno plagado de tópicos insultantes, de superioridad étnica, de prepotencia cultural? Si el esforzado lector consigue llegar al final de los estatutos, habrá encontrado un buen número de llamamientos a la pluralidad catalana, a cierta transversalidad independentista. Es otra treta burda, porque los líderes locales que se adhieren a esta iniciativa están excluyendo a todos los catalanes que no deseen la independencia, y están insultando a todos los habitantes de Cataluña llegados de la "miserable Castilla", y a los padres y abuelos de muchos que ahora se enfangan en esta retórica que sólo merece un calificativo: xenófoba.
Los líderes nacionalistas utilizan siempre los mismos trucos: uno es pretender que ellos hablan por "la nación", que ellos son "la nación", de modo que quien se les opone no es un disidente ni un opositor, sino un descastado y un traidor. Otro es una simplificación falaz de la historia que justifica cualquier cosa que hagan, se ajuste o no a la legalidad. Lo que está haciendo Artur Mas estos días es explicar por qué él no tiene que cumplir la ley. La explicación es muy sencilla: él es el mesías que viene a salvar el pueblo elegido. Es por eso que se permite amenazar con un referéndum ilegal, y es por eso que advierte de que el Estado no podrá usar sus armas. Se refiere a que en Cataluña, de facto, ha quedado abolida la Constitución, y a falta de una nueva, la Ley será su palabra, o en todo caso la palabra de los nacionalistas. Es un desafío inaceptable, no ya a España, sino a todos los españoles, catalanes incluidos. Por muy independentista que sea un ciudadano, debe entender lo que significa un poder arbitrario que no se siente atado a ninguna consideración que no provenga de su propio interés.
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