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La hipérbole de la política española (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 14, 2012 por admin6567
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Si hace sólo un año se nos hubiera pronosticado que, en esta situación financiera, económica y social por la que está pasando, en nuestra nación, se iba a producir un hecho tan sorprendente como es que, Catalunya, seguida de lejos por el País Vasco del señor Urkullu, se haya convertido en un verdadero avispero de descontento y ansias de independencia, que se va extendiendo como una plaga de peste, a medida que van transcurriendo los días sin que, la esperada reacción del Gobierno Español, se haya producido –dejando aparte el penoso suceso protagonizado por el Rey y don Felipe de Borbón, en uno de los momentos más delicados de la relación del Estado con la díscola Catalunya – y cuando los insurgentes se van engallando cada vez más al comprobar que, sus bravatas, logran la impunidad gracias a la falta de agallas de nuestros gobernantes y a la habitual ambigüedad de la Zarzuela, cuando se trata de poner en juego las facultades que le concede la Carta Magna; algo que, por otra parte, a nadie nos extraña debido a que se dice que algo parecido pudo ocurrir aquel famoso 23F, cuando unos militares, creyéndose que contaban con el apoyo real, se levantaron contra la legalidad, encontrándose con la sorpresa de que alguien los había traicionado.

Y lo más preocupante de esta nueva situación que nos tiene en vilo a los españoles desde hace poco más de un mes; es que, como ocurrió pocos días antes del famoso 18 de julio de 1.936, observamos que personas pacíficas, ciudadanos que apenas se ocupaban de la política y que se mostraban partidarios del orden y del respeto por las leyes, parece como si se les hubiera inyectado una suerte de bacteria que los ha convertido en fanáticos, extremistas y partidarios de la acción directa de tomarse la justicia por su cuenta, sin que, al parecer les importe mucho ni poco las posibles consecuencias de sus actos, encaminados a un enfrentamiento directo con el Estado español en aras a una utópica escisión de Catalunya que pretenden conseguir a toda costa. Medios de comunicación moderados, como La Vanguardia, no dejan de hacer propaganda a favor de la independencia del pueblo catalán, de una forma de entender la democracia que, sólo se acepta si las decisiones se toman sólo por los por los catalanes, sin que el resto de ciudadanos españoles parezca que tengan nada que decir al respecto.

Pero como hay una ley de la física que afirma que: a cada acción le corresponde una reacción en sentido contrario; hete aquí que todos aquellos que, viviendo en Catalunya o residiendo en el resto de España, que se sienten fundamentalmente españoles y quieren que se respete la Constitución y se consideran agraviado ante los intentos secesionistas que pretenden deshacer la nación española, basándose en argumentos amañados, en engaños manifiestos y en trucos demagógicos; entre los cuales están las patrañas de que "España roba a Catalunya"; que "Catalunya aporta más que nadie al resto de la nación" y que la independencia de Catalunya "les proporcionaría, a los catalanes, una situación de bienestar de la que ahora no gozan debido a la "opresión" de los españoles".

Esta serie de disparates, ninguno de ellos demostrables y todos ellos encaminados a enardecer a los catalanes para que se levanten contra la nación española, sin duda, no hacen más que estimular, cada vez más, a quienes no ven más que un oportunismo de los políticos catalanes, una cortina de humo que pretenden extender para ocultar su fracaso en el control de gasto público, en la efectividad de los recortes que han implantado; alguno de los cuales se hubiera podido evitar si, en lugar de cargar contra la Sanidad o la Educación se hubieran bajado los sueldos los políticos, se hubieran cerrado organismos oficiales que no tiene ningún sentido que se mantengan en funcionamiento y se hubieran reducido al mínimo los gastos de apoyo al idioma catalán, al mantenimiento de embajadas en el extranjero, a las subvenciones a amigos y parientes, y a los millones dedicados a la traducción de películas al catalán y ayudas al teatro y cine autonómicos.

Y es que, señores: la radicalización, la peligrosa radicalización en la que se funden los buenos sentimientos, la moderación, el sentido común y la amistad, para pasar por el tamiz del fanatismo, que los convierte en odio y afán de destrucción, está servida. Los elementos que fueron los desencadenantes de nuestra Guerra Civil se están repitiendo y, quieran o no reconocerlo nuestras instituciones, tanto políticas como judiciales o legislativas; si no se pone pronto remedio y se deja claro que no se van a permitir atentados de nadie al Estado de Derecho, vemos muy mal el futuro de nuestro país; que se verá entre la espada de nuestros problemas de deuda y de déficit y la pared de ofensiva separatista catalana, cada día más enfocada al referéndum que, sea legal o no, están dispuestos a poner en práctica para determinar si habrá independencia o no. Seguramente don Felipe, que no ve el problema catalán, se ha dejado la barba al estilo de la de José Sacristán, para aparentar mayor prestancia e inspirar más respeto, pero ya somos muchos que nos tememos que, si sigue errando como lo viene haciendo, su futuro en España nos parece más que problemático.

Nadie dude de que la sensibilidad del pueblo catalán, en estos momentos, está a flor de piel y estarán equivocados aquellos que no den importancia a que, el paso de un F18 del Ejército sobre Barcelona suscite grandes protestas o que, el vuelo de un helicóptero produzca en algunas mujeres gritos histéricos acusando, al inofensivo aparato, de que las están vigilando. La manifestación españolista de la Plaza de Catalunya ha sido calificada por La Vanguardia de una de manifestación de ancianos, con una asistencia de poco más de 6.000 personas (anota las 60.000 con carácter despectivo), degradándola y comparándola, con al "patriótica" manifestación del día 11 de septiembre. Se olvidan, por supuesto, de que aquella fue convocada durante meses por todos los medios de prensa, apoyada por todos los partidos de izquierdas independentistas y los de derechas separatistas como CIU, siendo jaleada y promovida desde todas las tertulias y actos políticos en los que intervenían los habituales activistas de la rebelión contra España. La otra sólo la convocó un colectivo privado.

Puede que los haya que insistan en que no va a pasar nada, que todo se deshará una vez pasen las elecciones catalanas y que no habrá el famoso referéndum. ¡Dios les conserve su optimismo!, pero los españoles que vivimos en esta región de España, si es que podemos seguir llamándola así, mucho nos tememos que lo que empezó con la quema de banderas españolas, destrucción de retratos del Rey y gritos de odio y repulsa a España y los españoles, ahora se conviertan en algo peor, de mayor envergadura, cuando el Gobierno del señor Rajoy se encuentre ante una situación de hechos consumados, como es muy posible que sea lo que tiene planeado el señor Más y sus compinches, confiando que, como ha ocurrido hasta ahora, todo quede en grandes discursos, palabrería y frases lapidarias pero, al fin y al cabo, la Constitución quede olvidada en un rincón y los que tienen el deber de mantener la unidad del país se dediquen a seguir rescatando niños de los ríos. En definitiva, que nadie mueva un dedo para restauran la legalidad constitucional. ¡O esto es, señores, lo que mucho nos tememos!

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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