El dramaturgo mejicano Carlos Díaz Dufoo (1.861-1941), escribiendo, en su obra El Padre Mercader", sobre el éxito y los triunfos, nos dejó a las generaciones futuras el siguiente pensamiento: "Nada influye tanto en la moral de una sociedad como los triunfos rápidos, los encumbramientos repentinos, al lado de los fracasos inmerecidos y las derrotas injustificadas". Y es que, señores, uno se pregunta, en aquellas ocasiones en que le invade la nostalgia del pasado o la morriña de los recuerdos si, realmente, hemos conseguido justificar el haber nacido, si en algo hemos podido contribuir a proporcionar felicidad a nuestros semejantes o si , de alguna manera, hemos conseguido formar parte útil y activa de este complicado engranaje en el que, la llamada civilización, se ha convertido después de transcurridos unos miles de años desde aquel momento en el que, el primer homo sapiens, comenzó ha dejar sus huellas impresas en el barro, junto a la de sus primos los simios, sólo porque aprendió a usar el cerebro.
Lo cierto es, señores, que esto de triunfar en la vida, alcanzar el cenit de la gloria y destacar sobre los miles de millones de humanos que convivimos, deberíamos decir: que nos soportamos, no está ni mucho menos al alcance de todos los mortales que, generalmente, nos debemos conformar con formar parte de eso que se denomina "masa", un ente amorfo integrado por gentes vulgares que sólo se mueven, como el ganado, si un líder, un iluminado o un agitador profesional, les lava el cerebro para que emprendan una aventura, no siempre exitosa, en común. Las experiencias para la humanidad de los efectos de esta rara especie de los que consiguen triunfar en la vida para lo que constituye el resto de la ciudadanía, no siempre ha sido satisfactoria, ha ayudado a resolver sus problemas o les ha conducido a una situación de bienestar, paz y tranquilidad, como se pudiera prever de estos superdotados.
Los ejemplos de Stalin, Hitler, Mao-Tse-Tung,.Napoleón y toda esta larga pléyade de dictadores que, no obstante, consiguieron el respaldo de aquellos sobre los que ejercieron su poder absoluto, pero que fueron nefastos iluminados para sus respectivos pueblos, sobre los que ejercieron un poder omnímodo, llevándoles a guerras interminables que sólo acarrearon, a sus respectivas naciones, más miseria, muerte y desolación. Claro que, también, existen personas que triunfan en el campo de la ciencia, la medicina, la arquitectura, la ingeniería, las artes y las letras, la música y los escenarios; pero, en estos casos, salvo raras excepciones, la fama puede acarrear poder económico o mediático, pero no tanto el poder político, que es al que nos estamos refiriendo en este comentario. Y me he referido al éxito, al encumbramiento político y al triunfo que supone el llegar a alcanzar altos cargos de responsabilidad en las más altas instituciones de un país, como pudiera ser el de presidente del Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional o el alcanzar el cargo de Presidente de la nación que, en este caso, al contrario de lo que sucede con la institución monárquica, se debe conseguir a través del refrendo popular por medio de las urnas; como contraste al tipo de vida mediocre y sencilla de las personas que deben trabajar sujetas a un horario para conseguir supervivir.
Lo cierto es que, en muchas ocasiones, los ciudadanos de a pie no encontramos, en estas figuras privilegiadas, en estos brillantes hombres y en aquellos a los que elegimos para que nos gobiernen, la correspondencia de sus cualidades, sus títulos y sus dotes de gobierno, plasmada en lo que debería ser una mejora general de las condiciones de vida de la ciudadanía, en una verdadero avance de su nivel de cultura o, simplemente, en la posibilidad de encontrar un trabajo o desarrollar una actividad que a uno le permita poder enfrentarse al porvenir con una cierta garantía de una vida digna. En la actualidad, en este mismo proyecto de una Europa unida, hemos tenido ocasión de ver a personajes de alto rango dentro de la política que, no obstante, han ido cometiendo error tras error, tal y como se ha podido comprobar cuando, a pesar de las actuaciones de los grandes popes de la economía, de las previsiones de los grandes hombres de Estado, las consecuencias de una crisis, que debió haber sido prevista por quienes tienen en sus manos todo el poder de decisión, no sólo no se han paliado sino que no se ha conseguido encontrar el remedio adecuado para salir de ella. Para más INRI, Europa ha vuelto a caer en una segunda etapa en la que, las naciones más perjudicadas por la primera recesión, parece que están condenadas a no salir de ella debido a que, la excesiva austeridad impuesta por las naciones más ricas del continente, aparte de obligar a los ciudadanos a someterse a fuertes restricciones, paro y sacrificios económicos, han tenido como resultado la contención de la demanda con el consiguiente efecto sobre la producción de las empresas y sus posibilidades de supervivencia.
La señora Merkel, el señor Sarkozy, el señor Berlusconi se equivocaron de medio a medio, a la hora de tomar medidas adecuadas para afrontar la crisis; preocupándose de que ella no les afectase a sus propios países y tomando las prevenciones para salvaguardar sus intereses financieros en aquellas naciones en que más les podía perjudicar que se produjera una quiebra pública. Grecia fue la primera y sin duda la nación en la que la UE, dirigida por Alemania y Francia, se volcó con mayor intensidad, para evitar que fuera a la banca rota y allí se han venido invirtiendo millones de euros sin que los resultados, hasta el momento, hayan justificado tamaño despilfarro. Sin embargo, aquí tenemos el caso español, una nación que fue llevada a las bajas cotas en su caída a causa de un gobierno incompetente dirigido por Rodríguez Zapatero y que, cuando ha entrado otro gobierno que ha realizado más cambios en 11 meses que los otros gobiernos socialistas en 7 años; se las ve y se las desea para que se le permita refinanciarse acudiendo al BCE, para lo cual parece que se le exigen más requisitos que a la propia Grecia y, esto, sin estar, ni remotamente, en la misma situación financiera y económica de aquel país.
Pero todo tiene una explicación, una explicación que nos permite dudar de todas estas personas de tanto relumbrón y talento porque, si se escarba un poco, todas ellas tienen su propio talón de Aquiles. La alemana tiene miedo a lo que opina su Bundesbank y le aterroriza que sus posibilidades de reelección puedan tambalearse ante la fobia del pueblo alemán a que se siga ayudando al resto de países aunque, y esto se está empezando a notar en la economía alemana, la falta de pedidos de las distintas naciones con las que antes tenían relaciones comerciales, empiece a causar mella en su propia economía. El resultado del egoísmo que ha venido caracterizando a la UE, la falta de democracia interna y la entente entre Alemania, Francia, Holanda y otras pequeñas naciones, contraria a que el BCE pueda comprar deuda de las llamadas PIIGS, por mera autoprotección, están poniendo en peligro la recuperación de naciones que, como España, han venido cumpliendo al pie de la letra las draconianas condiciones que se le impusieron,
El hecho de que se vayan retrasando, por meras trabas burocráticas y de tipo político, la línea de crédito a los bancos españoles, que se autorizó en la asamblea de la UE de junio en Italia; demuestra lo que, una sola nación, Alemania, puede hacer para saltarse a la torera los acuerdos de la Comunidad. No siempre los triunfadores son la solución para un país. O esta es, señores, mi opinión al respecto.
Miguel Massanet Bosch
Lo que importa es esos momentos es salir de la crisis lo mas antes possible y en el mejor condicion lo mas possible.
Lo que pasa entre los diputados y partidos no deve importar los cuidadones.
Necesitan un lider y gobierno fuertes.