El barón inglés T.B.Lord Macaulay, poeta e historiador del Siglo XIX, en su obra "La Historia de Inglaterra", calificó con sorprendente claridad y precisión a los demagogos, a los que dejó retratados en las siguientes palabras: "Los más viles ejemplares de la naturaleza humana, se encuentran, en todas las épocas, entre los demagogos". Precisamente, en estos días de confusión política por los que está pasando España, los ciudadanos de a pie, que contemplamos con el corazón encogido todos estos intentos de convertir a nuestro país en un pluriestado o un estado mutilado, precisamente a causa de que, estos demagogos que tanto abundan, están empeñados en usar el término "democracia" para intentar justificar sus aspiraciones independentistas; procurando confundir a los ciudadanos españoles con sofismas de baja estofa y argumentos insostenibles en cualquier foro de personas ilustradas, que sólo los podrían tachar de absurdos y tergiversaciones que, reducidas al absurdo, dejan patente la poca consistencia y la errónea concepción que algunos tienen de lo que es, verdaderamente, una democracia y, en nuestro caso específico, una democracia parlamentaria..
Es evidente que, la democracia, como pronosticó Aristóteles en su obra Política : "La democracia tuvo su origen en la creencia de que siendo todos los hombres iguales en cierto aspecto, lo son en todo", como toda cosa humana no puede ser prefecta ni satisfacer a todos los que se sujetan a tal sistema de gobierno; sin embargo, como muy bien decía W. Churchill, el líder inglés que condujo a su pueblo a la victoria sobre las potencias del Eje, "La democracia es la menos mala de las formas de gobierno", una opinión que, sin duda, podría ser matizada si tenemos en cuenta la idiosincrasia de determinados pueblos que, como ocurre en las naciones latinas, tienen una clara tendencia al individualismo y una cierta obsesión hacia la insumisión, la insubordinación y la rebeldía hacia todo aquello que consideran que transgreden sus derechos, lo sean o no.
Sin embargo, si España decidió darse una Constitución democrática, aprobada en referéndum por todas las distintas regiones que la integraban, lo que no se puede hacer ahora es que por conveniencias partidistas, por aspiraciones nacionalistas o por intentos torticeros de desmembrar el Estado, cada pequeña fracción del pueblo español; alegando, precisamente, el espíritu democrático, se considere autorizada para apelar a una "democracia" de las minorías en contra de la del total de los ciudadanos de la nación. Y es que, elevando al absurdo las pretensiones de los nacionalistas catalanes, si es cierto que unos miles o cientos de miles de ciudadanos, alegando sus derechos democráticos, pueden decidir sobre su destino en contra del sentir de la mayoría del pueblo español, podríamos emplear el mismo argumento para que cada pueblo, cada ciudad, cada grupo de ciudadanos o cada familia se declarara independiente del resto del país. Porque, señores, ¿dónde está el límite, cuál es, en democracia, la medida mínima que establece el tope que separa a quienes pueden decidir de aquellos que no?
Veamos, si para el señor Mas o el señor Oms, lo que ellos definen como expresión democrática de los ciudadanos de Catalunya debe estar por encima de la Constitución, de las leyes españolas o de los propios Tribunales de la nación; deberemos entender que pretenden hacer tabula rasa de 500 años de Historia en la que España goza de la categoría de nación; que se atribuyen motu propio el derecho a abusar de aquellas instituciones gracias a las cuales ocupan los puestos de dirigentes del Gobern catalán y consiguieron un Estatut que para sí lo quisieran muchos de los landers alemanes y, no obstante, a ninguno de ellos se le ocurre buscar la independencia de su país. La democracia española no se basa, como parece querer dar a entender de un modo artero el señor Mas, en que España esté dividida en 17 autonomías y dos ciudades autónomas, como antes estaba dividida en provincias y regiones; sino en el consentimiento de todo el pueblo español, sin distinción de razas ni de idiomas o cualesquiera otras peculiaridades propias de cada autonomía; ni en la riqueza de unas o la pobreza de las otras porque, señores, parece que alguien se olvida de que "todos los españoles somos iguales ante la ley", que la Constitución refrenda "la unidad de todos los pueblos de España" y establece el principio de solidaridad por el que: las regiones más ricas deben ayudar a las más pobres para conseguir la verdadera igualdad social.
El separatismo catalán se funda en el famoso "nosaltres sols" ( nosotros solos) sin tener en cuenta que, si esta región, por su especial situación geográfica, ha adquirido la riqueza y el progreso del que ahora goza, se lo ha debido en gran manera a los inmigrantes, especialmente, a los venidos de otras regiones del país, que han sido los que, con su esfuerzo y trabajo ayudaron a levantar las empresas, las industrias y las obras públicas y privadas de las que hoy goza Catalunya y, por si alguien dudara, es fácil comprobar que la mitad de la población sigue hablando castellano, a pesar de los esfuerzos de la Generalitat por obstaculizar tal costumbre y convertirlos en catalano– hablantes. Quieren un referéndum, muy bien, pero que vote toda España.
La democracia no es un juguete del que cualquiera se pueda apropiar para enfrentarlo a las leyes y la Constitución de una nación que, precisamente por ser democrática, tiene unas estructuras basadas en la voluntad del pueblo; expresada a través de las urnas; unas normas que no permiten que por intereses partidistas, por lucimiento personal, por rencores atávicos o por haber sido incapaces de haber sido una nación pese a los repetidos intentos que, a través de la Historia, han venido realizando, siempre con resultados nefastos para la región y sus propios ciudadanos. Una vez más, el sectarismo de algunos intenta mover a las masas, siempre dispuestas a dejarse llevar por aquellos que les vender la tierra de El Dorado, con el agravante de aprovecharse de una situación económica desfavorable para todo el país, pero que, sin duda, lo es más para la propia Catalunya, endeudada hasta la cejas, con el segundo mayor paro de toda la nación y con la espada de Damocles de que, como han advertido las grandes empresas multinacionales al señor Mas y sus acólitos, , si se produjera la secesión de España, ellas cerrarían la persiana para irse fuera de España o a otras parte del reino. Evidentemente, nadie con un mínimo de sentido común se quedaría en un lugar, fuera de la CE, donde se tuvieran que pagar peajes para poder vender sus productos.
Porque, señores, por mucho que Mas, Oms intenten restarle importancia a las numerosas advertencias llegan de la UE, la primera de una comisaria europea y la última del señor Van Rompuy, presidente del Parlamento europeo; incluso Durán ha tenido que reconocer que: una Catalunya independiente quedaría fuera de la UE. Sin poder acogerse a sus beneficios, aislada de Europa y sin moneda propia. ¿Qué porvenir les esperaría a los catalanes? Con una industria descafeinada, con La Caixa como única entidad bancaria (seguramente el resto de imponentes españoles se apresurarían a cambiar de banco antes de seguir favoreciendo a una provincia separatista), debiendo soportar el coste de la Sanidad, las medicinas, el subsidio de sus 800.000 parados y los costes energéticos, las comunicaciones etc.. ¿En verdad que hay alguien que piense que, en estas condiciones, se podría sostener "la nación catalana"? Por mi parte, señores, opino que ¡de ninguna manera! sería sostenible.
Miguel Massanet Bosch