¡Todavía son rey de mis
amarguras!, decía el gran William Shakespeare y, a fe de buen sufridor, no de grandes calamidades pero sí de frecuentes decepciones, esporádicos achaques y constantes y molestas pequeñas renuncias, a las que, muchas veces, no nos queda más remedio que enfrentarnos. Y lo cierto es que uno, ve con verdadero temor y desconfianza, como en el lugar al que la vida le ha condenado a vivir, en aquella tierra en la que buscó refugio y acogimiento y en la que pensaba que podría mantener con orgullo y libertad su condición de español, sin temor a que el mostrarse como tal le pudiera acarrear la repulsa de quienes han decidido renunciar a tal condición, para embarcarse en la veleidosa, incierta, desnortada y peligrosa aventura de abandonar el solar patrio para enrolarse en la nave del independentismo, dispuestos a lanzarse al proceloso océano de la inseguridad, los vaivenes de la fortuna y la angustiosa temeridad de aquellos que no saben si van a poder sobrevivir al evento de su propia necedad..
Y en estas, señores, por si no bastaran las continuas muestras de las más disparatadas y sectarias actitudes, adoptadas por el actual Gobern de Catalunya; por si no fueran suficientes las mentiras, engaños y falsas expectativas con las que han conseguido obnubilar la razón de aquellos miles de ciudadanos que se han dejado arrastrar por el placebo independentista, convencidos de la posibilidad de mantener un Estado propio, con probabilidades de autosuficiencia y oportunidades de conseguir un nivel de vida superior al que tenían, cuando formaban parte de España; el señor Mas, sobrepasado por la inercia de su huida hacia delante, con la insensatez del orate y la desesperación de quien se da cuenta de que han entrado en una dinámica que no le permite retroceder; ha dado un paso más hacia su propio fracaso y su inevitable encontronazo con la realidad; respecto a lo que es, ha sido y será, esta comunidad de naciones, encuadrada en la CE y que, como cualquier persona sensata podría haber previsto, no tiene tiempo ni ganas de patrocinar empresas secesionistas que, por mucho que quieran argumentar los catalanistas, constituyen precisamente el antónimo de la búsqueda de la unidad, de la cooperación y la legislación común y autoridad unificadas, que requiere la formación de un gran bloque de naciones, según el modelo que pretende Bruselas, para poder tratar de tú a tú a los grandes bloques económicos del mundo entero.
El señor Mas ha dado muestras, una vez más, de este endiosamiento que, como le ocurrió al juez Baltasar Garzón, que quiso enfrentarse el solo a todo el mundo, al estilo de Don Quijote de la Mancha y que, como le ocurrió a don Alonso Quijano, acabó su locura al enfrentarse con la inevitable realidad a la que quiso renunciar. Un viaje, su segundo viaje, con la pretensión de internacionalizar la veleidad independentista catalana, con el objeto de conseguir el apoyo de la CE, era evidente que no tenía la más mínima posibilidad de fructificar en algo positivo. Lo que ocurre es que, si con Van Rompuy la entrevista fue amable y correcta, como corresponde a un señor de su categoría y el "no" que le dio a Mas y sus pretensiones fue amable y correcto; en esta segunda ocasión, en la que acudió a la capital europea a insistir en sus pretensiones nacionalistas, invitado por el foro organizado por Friends of Europe, ya no ha podido recibir el mismo trato por los numerosos periodistas que, seguramente, cansados de la aburrida rutina del Parlamento Europeo, decidieron distraerse con las ocurrencias de don Arturo.
Lo cierto es que, la sorpresa que se debió llevar un Mas convencido de que se iba a llevar el gato al agua y que saldría de allí con un salvoconducto para seguir luchando por la independencia, cuando recibió el mayor jarro de agua fría que nunca esperó tener que aguantar, debió ser mayúscula. Seguramente evitó la desbandada, para evitar el gran ridículo de semejante huída. Ninguno de los presentes, en el turno de preguntas y comentarios, tuvo la más mínima piedad con un señor Mas que, ante los grandes retos a los que se debe enfrentar la UE, venía con la intención de explicar que, la colaboración de una minúscula autonomía de las muchas que existen en todos los países integrantes de UE era algo indispensable para Europa, que requiriera el apoyo de las naciones que hoy luchan para evitar la crisis y salvarse de la recesión generalizada. La evidencia: el señor Mas se sintió acorralado y contra la pared. Un fracaso sin paliativos.
Si una periodista sueca, Svenska Dagbladet le acusó de jugar con las palabras ( algo que dolió a sus compañeros de equipo que lograron investigar el gran pecado de la pobre: su madre era española ¡Claro, la explicación era meridiana!) poniéndole en un apuro al reprocharle que pretenda preguntar a los catalanes "si quieren una Catalunya independiente 'dentro' de la UE" porque, para la periodista, es algo "deshonesto intelectualmente", porque era evidente que otros países, además de España vetarían su entrada en el club comunitario. A los periodistas que materialmente acosaron al señor Mas no les cabía en la cabeza "Dice usted que apostaría por una Catalunya independiente dentro de Estados Unidos de Europa, pero en las calles de Barcelona se gritaba por la independencia, no por una Europa federal" o ¿Qué amigos tiene usted en Europa?
Hubo periodistas especialmente críticos como un polaco, un escocés y un bretón que fueron los más incisivos con un Mas claramente a la defensiva que no atinaba a parar aquella lluvia de preguntas incómodas. "no le parece una contradicción estar dispuesto a ser solidario con Europa y dejar de serlo en España" Acorralado el señor Artur Mas dijo algo que hoy mismo ha repetido: "Si la UE veta el ingreso de una Catalunya independiente, se plantearía la posibilidad de la secesión aunque implique estar fuera del circuito europeo" ¡Si señor, el harakiri antes que permanecer en esta España que los "exprime" y les "roba"! Cuidado, señores, ya ha entrado en liza el sujeto que ha dejado de razonar para convertirse en un gobernante peligroso. Si, peligroso e insensato, no sólo para España sino para los propios catalanes y no me refiero a los que nos consideramos primero españoles y luego catalanes, sino a todos los catalanes, incluso los que piden la independencia, porque esta deriva extrema del Presidente puede llevar, en su fanatismo, a convertir a Catalunya en un país aislado, con 800.000 parados, 42.000 millones de euros de deuda y con la obligación de hacerse cargo del pago de las pensiones; de la sanidad, de las medicinas, de la enseñanza etc.¿Cómo se las va a arreglar usted, señor Mas, si tiene que salirse del euro y además estará rodeado de fronteras con aduanas para poder exportar sus productos?
Y como, en una ocasión, el señor Mas y su equipo acudieron al notario para reafirmarse en que nunca se aliarían con el PP; hoy le vamos a exigir, los que vivimos en Catalunya, que vuelva a visitar al notario para garantizarnos que nuestras pertenencias y propiedades, si se independiza de España, no van a quedar devaluadas en un 50%; que van a pagar nuestras pensiones; que vamos a seguir disfrutando de la Seguridad Social y las medicinas y que no nos van a freír a impuestos y que mantendremos el actual nivel de vida. ¿Cuál va a ser la moneda catalana y cómo se las van a arreglar para compensarnos la devaluación a la que va a ser sometida? Ni nacionalismo ni zarandajas, señor Mas, que con sus utopías separatistas, sus aspiraciones de poder; sus escarceos para ocultar su fracaso económico, no nos vaya usted a dejarnos colgados de la brocha. O así es, señores, como valoro esta nueva estupidez de los Pujol y el señor Mas.
Miguel Massanet Bosch