"Es increíble que un ministro sea capaz de demostrar su incultura con este ejercicio de ignorancia del valor y la necesidad de protección de las otras lenguas"
JOAN MANUEL DEL POZO (Publicado en El País, aquí)
La propuesta del anteproyecto de la LOMCE en lo relativo a la enseñanza de
las llamadas lenguas cooficiales es muy grave desde distintos puntos de
vista.
Desde un punto de vista puramente constitucional, con un artículo 3.3 en que
literalmente se lee que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de
España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y
protección”, la deslealtad del actual planteamiento del proyecto de ley es
flagrante: en absoluto puede considerarse especialmente respetuoso y menos aún
protector que se relegue a las lenguas cooficiales de diversas y amplias
comunidades del Estado a una jerarquía curricular residual, con efectos
evidentes de debilitación de su ya delicada salud social.
Si tomamos la perspectiva política, se percibe un triste olor a mezquindad;
la mezquindad, para empezar, de una propuesta legislativa de lamentable
coherencia, con declaraciones anteriores del ministro como la célebre de querer
“españolizar” a los niños catalanes o la de disponerse a aprobar “con consenso o
sin él” su reforma educativa; por una parte, pues, algo tan mezquino como
someter la educación a objetivos nacionales: por qué no reconocerlo, a objetivos
de estricta formación del espíritu nacional, puro arcaísmo ideológico, por
decirlo suavemente, y desde luego nada propio de una pedagogía democrática. Y,
además, con la prepotencia tan detestable en política educativa de despreciar de
entrada el consenso, cuando es sabido que la inmensa mayoría de la comunidad
educativa se siente víctima de un vaivén legislativo abusivo y falto de
generosidad dialogante entre las fuerzas políticas y entre estas y la
ciudadanía. Y mezquindad, también, por factores de oportunidad como retener el
anuncio de este anteproyecto agresivo contra la tradición pedagógica de la
democracia en Cataluña —su política de inmersión lingüística amplísimamente
consensuada durante décadas y sus buenos resultados en el dominio de las dos
lenguas, catalana y castellana— hasta después de pasadas las elecciones
catalanas; entre tanto, la presencia del PP en Cataluña durante la campaña
simuló una hipócrita —por lo que ahora se ve— declaración reiterada de amor a
Catalunya y los catalanes. ¿Amor mezquino? Sería un oxímoron: en tal encuentro
gana siempre la mezquindad.
¿Y qué decir desde la perspectiva cultural? Es increíble que todo un ministro
del Gobierno de España sea capaz de demostrar su incultura con este ejercicio de
ignorancia del valor y la necesidad de protección de las otras lenguas que la
propia Constitución tuvo la decencia de considerar literalmente “patrimonio
cultural” de toda España. Por lo visto, la idea de patrimonio cultural que
habita en la cabeza de un ministro que dice de sí mismo que primero habla y
después piensa es de una altura perfectamente descriptible. En términos
puramente culturales, lo razonable sería, por mera sensibilidad hacia este
patrimonio, que no solo no se rebajara el tratamiento curricular de las lenguas
cooficiales en su propio territorio, sino que se programase curricularmente por
todo el territorio español el conocimiento preciso y extenso de tal patrimonio y
se informara seriamente de su uso real, de su plena dignidad y de sus grandes
valores literarios. ¿Cuánta de la incomprensión que tanto alimentó el PP en su
campaña general contra el Estatut —la que sentimos hoy los catalanes al viajar
por España— se debe a la falta de información escolar sobre nuestro pluralismo
lingüístico que, sin duda alguna, cualquier país culto del mundo, cualquier
ministro culto, promovería con entusiasmo? Pero parece mucho pedir a quienes
invocan la Constitución sectariamente —solo para lo que les conviene—, a quienes
practican políticas de mezquindad, a quienes, vergonzosamente incultos,
desprecian cuanto ignoran.
Joan Manuel del Pozo es profesor de Filosofía
de la Universitat de Girona y fue consejero de Educación y Universidades de la
Generalitat (2006).
Los cuidadones se sienten que no pueden confiar a sus diputados y a su gobierno despues de la crisis economica.
Es fundamental que los cuidadones se sienten que pueden confiar a sus diputados.