
"Doy la bienvenida al PSOE a la racionalidad", dijo Rosa Díez al conocer la propuesta de supresión de los conciertos que había hecho el líder de los socialistas catalanes, Pere Navarro. Desgraciadamente, la racionalidad del PSOE siempre es, además de tardía, incompleta. Los socialistas no se ponen de acuerdo sobre el particular. Desde luego, las baronías vasca y navarra ya se han desmarcado. Y es que las ocurrencias de Navarro (un señor que, por otra parte, es partidario de algo parecido al concierto para Cataluña) sólo tienen la virtud de activar el debate, pero ninguna más. Lo valioso no es pedir el fin de los conciertos desde Barcelona ni desde Madrid. Lo valioso es pedirlo en Barcelona, en Madrid, en Vitoria y en Pamplona. Y, desde luego, sólo hay un partido que haga esto: Unión Progreso y Democracia.
No es fácil presentarse a unas elecciones diciéndole a los votantes que su Comunidad Autónoma está sobrefinanciada y que goza de un privilegio frente al resto. Pero Gorka Maneiro – igual que sus compañeros en Navarra – lo ha hecho, y en repetidas ocasiones, en el Parlamento Vasco y allí donde ha tenido la ocasión. Por ello ha recibido gruesas descalificaciones. Lo que no ha recibido es un solo argumento.
Y es que la única justificación para que Euskadi y Navarra tengan sistemas fiscales diferentes del resto, para que sean independientes en materia impositiva, y para que no contribuyan al bienestar general a pesar de ser dos de las CCAA más ricas de España, es la tradición. Y la tradición puede ser un argumento válido en muchos ámbitos, pero no en el de la política democrática. La democracia tuvo que abrirse paso en el mundo a través de revoluciones porque, precisamente, rechazaba la tradición como fuente de derechos. Era tradicional que el poder lo ostentara la aristocracia; era tradicional que los derechos políticos se limitaran a unos pocos; era tradicional que la inmensa mayoría de la población no pudiera acceder a un trabajo digno ni a la más elemental asistencia; eran tradicionales todos los privilegios. En la España del siglo XXI todavía persisten algunos. Mientras se reclama una fiscalidad única para Europa, algunos se aferran a sus ancestros.
Los nacionalistas, que hacen del privilegio su razón de ser, estigmatizan a cualquiera que cuestione los conciertos. Pero que nadie espere nada tampoco de PP ni PSOE. El alcalde de Vitoria, el 'popular' Javier Maroto, explicó un día por qué al País Vasco no le interesaba la independencia: porque con la actual situación, recaudan sus impuestos y además reciben dinero del Estado. Esta es la posición del Partido Popular vasco, idéntica a la del PSE. Saben sumar, y por tanto saben que este sistema es fraudulento. Lo defenderán a muerte porque creen que si no perderían votos. Ese es el motivo de la animadversión contra Gorka Maneiro y contra UPyD: tienen que soportar que alguien les diga las verdades a la cara.
Maneiro volverá a pedir próximamente en sede parlamentaria el fin de este privilegio, como lo harán sus compañeros de Navarra cuando entren en la cámara. Es poco probable que tengan éxito a corto plazo. Pero el debate sobre los conciertos fiscales y sus oscuros entramados paralelos (como el fraude del IVA de Volkswagen) está aquí para quedarse