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¿Seremos capaces de darle su propia medicina a la pérfida Albión? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 6, 2013 por admin6567
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"Attaquons dans ses eaux la perfide Albión" A.L.M. de Ximenez

 

Estamos tan acostumbrados a que, a nuestra bella y querida señora, la vieja España, desde hace ya unos años, se la ofenda, humille, desprecie e injurie sin que ninguno de nuestros gobernantes, repito ninguno de ellos ni de derechas ni de izquierdas, hayan levantado la voz, hayan alzado la mano o hayan respondido con contundencia a tales insultos y vejaciones, que nos sorprende el que, una vez al menos, haya algún miembro de este Gobierno, en este caso el ministro de Asuntos Exteriores, señor Margallo, que se haya decidido a enfrentarse a la correosa, sibilina, experimentada y tenaz diplomacia inglesa; utilizando para ello lo que puede ser el único medio para que los habitantes del Peñón, se den cuenta de lo mucho que dependen de España y de la conveniencia de contener sus impulso expansivos y sus ansias de constituirse en los dueños absolutos de la bahía de Algeciras.

Mejor que insistir en las legítimas reclamaciones de la soberanía del Peñón, más efectivo y, sin duda, más práctico y más molesto para los ingleses y sus conocidas fanfarronadas; es mostrarles, prácticamente, lo incómodo que puede ser para ellos y los habitantes gibraltareños, el estar sometidos a un cerco, legal por supuesto, que les impida, como viene sucediendo hasta a, circular libremente de una parte a la otra de la frontera, así como vivir en España estando domiciliado en la colonia inglesa sin pagar impuestos. Los transportes con destino y procedentes de la roca pueden ser fácilmente objeto de comprobaciones minuciosas a causa de que, de todos es sabido, la cantidad de contrabando y drogas que atraviesan el istmo para ser distribuido por las tierras de España. Por una vez los británicos, si el señor ministro Margallo es capaz de mantener la presión, podemos conseguir que los gobernantes de Gibraltar tuerzan el gesto y pierdan parte de su famosa flema, si empiezan a darse cuenta de que los materiales que precisan para cubrir sus necesidades, empiezan a ser retenidos en la frontera, para inspeccionarlos, antes de autorizarlos para traspasar la verja.

O la idea de establecer una tasa para cruzar la frontera, que deban pagar todos los transeúntes que quieran visitar el territorio británico; los 50 euros que insinúa el señor ministro puede que fueran un buen peaje para contener el deseo de muchas personas de visitar aquella parte que nos robaron de nuestra nación. ¿Qué le pasaría al comercio del peñón si la entrada se convirtiera en una odisea y, por añadidura, se tuviera que pagar para entrar y salir. Como no podía faltar ya han llegado los "patriotas" que viven de los ingleses a quejarse porque puede que peligren sus puestos de trabajo. A estos personajes les importa un bledo la españolidad del peñón, lo mismo que lo que les ocurra a los pescadores españoles de la bahía de Algeciras. En todo caso, yo los tranquilizaría porque son demasiados para que, de la noche a la mañana, los gibraltareños pudieran prescindir de ellos sin que la economía de la colonia se resintiera. Hay muchos intereses en juego para que los súbditos de SM la Reina se decidan a prescindir de la mano de obra española; entre otras razones, porque difícilmente van a poder convencer a sus compatriotas de la metrópoli para que se trasladen a trabajar a una roca pelada donde no hay nada más que hacer que mirar al mar y beber cerveza.

Definitivamente, si nos paramos a meditar un rato, son muchas las molestias, incomodidades, perjuicios, problemas económicos e incluso complicaciones fiscales, con los que las autoridades españolas pueden chinchar a los amigos del otro lado de la verja que separa ambos territorios. Por lo visto es corriente que muchos españoles, para no pagar impuestos, se conviertan en súbditos gibraltareños para después residir en territorio español. El señor Margallo ya ha anunciado inspecciones para comprobar cuántos casos de estos se producen en los alrededores de la frontera y tomar las medidas pertinentes para solucionar este fraude de ley y aplicarles a los infractores las sanciones prevista en la ley. Puede ser un experimento muy entretenido ver como, por primera vez en la Historia, los aviones y los buques de guerra van a ser impotentes para defender los intereses británicos en este pequeño territorio compuesto de roca hueca, pelada y poblada por monos.

Y es que, señores, si hay algo que los españoles tengamos clavado en nuestro corazón es el viejo y enquistado problema del peñón de Gibraltar Los antecedentes del desastre del tratado de Utrecht, demuestran una vez más las intrigas internacionales de nuestros vecinos europeos Francia, Inglaterra, Austria y Holanda que acabaron, como ha ocurrido en tantas ocasiones de nuestra Historia, por arrancar nuevos jirones de nuestra patria para aplacar la voracidad anexionista de aquellas naciones que nunca nos perdonaron el domino que ejercimos sobre Europa durante los siglos XVI y XVII, bajo los reinados de Carlos I de España y de su hijo Felipe II, cuando en "España nunca se ponía el Sol". Por los leoninos tratados de Utrecht (el primero en 1.713), celebrados para obtener la paz entre España e Inglaterra, aquella perdió, además sus posesiones europeas (Nápoles, Sicilia, Milanesado, Paises Bajos y Cerdeña, la isla de Menorca y el peñón de Gibraltar); amén de la exclusividad de comerciar con las colonias españolas de América. En algunos casos, como el de Portobelo, libres de aranceles.

Por ello nos irrita tanto que, después de tres siglos de ir soportando como el RU, no sólo sigue empeñado en mantener una colonia inglesa en territorio español, sino que, valiéndose del procedimiento de los hechos consumados, hayan ido aumentando el perímetro sobre el cual viene ejerciendo su soberanía, ampliando lo que ellos consideran sus aguas territoriales, obstaculizando la práctica de la pesca a nuestros pescadores de Algeciras y La Línea, constituyendo aquel pedazo de tierra en un paraíso para los traficantes de droga y los contrabandistas, que intentan introducir sus mercancías en el territorio español contando, para ello, con la protección de las lanchas de vigilancia costera de la armada inglesa, que patrullan constantemente por aquellas aguas.

Si no fuese porque, en España, se ha instalado un "pasotismo" entre las nueva generaciones, en virtud del cual hace el efecto de que esto del "patriotismo" es algo demodé, que el defender a la patria es una molestia y un fastidio y que, lo que "mola", es haraganear, no esforzarse y vivir instalado en este relativismo insolidario en el que, una parte de nuestra juventud se ha instalado y parece que se siente a gusto; ya tendríamos una manifestación cada día ante la Embajada Inglesa, ante la verja del Peñón y ante todos los consulados de SM la Reina, para protestar contra el mantenimiento de una de las pocas colonias inglesas que le quedan al RU después de haber perdido todo su poder colonial en África, Asia, América y Oceanía.

Últimamente, siguiendo en su línea de crear tensiones con España, los gibraltareños se ha dedicado a lanzar a las aguas de la bahía bloques de cemento con los que, además de perjudicar los caladeros de pesca de nuestros marinos, se está impidiendo que los barcos de pesca puedan faenar libremente. Ha llegado pues el momento de ponerles difícil a los ingleses el que sigan pensando que siempre vamos a poner la otra mejilla. O así es como veo, señores, este centenario litigio en el que siempre hemos salido trompicados.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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